Madre, ya la siesta no tiene sinfonía de colores,
la glorieta donde el sol tejía, con el oro de sus dedos,
algarabía, ahora sólo hojas mustias entrelaza.
¿Ves con cuánto amor, cobijan al silencio, los brazos de la parra?
Inhabitada la hamaca, se columpia entre gemidos,
descolorida y desgarrada.
Sueña con el milagro de ver el cielo abajarse
y recrear nuestro patio en paraíso, por un instante.
Detrás de las ventanas de mis ojos
la lluvia inunda mis arterias con tu nombre.
Ya no hay libros y cuadernos abiertos sobre el lecho,
tampoco quien done sus besos en mis trenzas.
Sola he quedado sin tu paso y el costado se niega
a dejarte ir, le teme al vacío que vendrá a anidarlo.
He acomodado la casa lentamente y guardado
en cajas tus retratos.
Tu ausencia se agiganta en los rincones,
y el péndulo que delató mi rebeldía, de tristeza ha muerto.
He traído mi vida para quedarme…y en las entrañas,
quizás, un atisbo de ternura de tus ojos y tu rostro.
Madre…los puentes del amor jamás se rompen...
¿Podrías por alguno de ellos —en las siestas—venir a visitarnos?
Beatriz Teresa Bustos
San Francisco, Córdoba Argentina
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Precioso poema! Gracias por compartir linda poeta. Abrazo.
"...Detrás de las ventanas de mis ojos
la lluvia inunda mis arterias con tu nombre..."
El alma...el corazón, nuestro ser
añora mucho la mirada de ternura
de la madre añorada,
y en cada evocación...el llanto acaricia nuestro rostro.
FELICITACIONES Beatriz Teresa.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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