LA PALABRA LO ES TODO

Vicente Antonio Vásquez Bonilla

A veces pienso, dejo de existir y vivo.

Vicente Antonio Vásquez Bonilla

 

Sí.

 

La palabra lo es todo.

 

Sin la palabra no existe nada, ni siquiera Dios.

 

Para conocer la existencia de Dios, sea de la religión que sea, es necesario saber las palabras adecuadas que puedan expresar su esencias y los conceptos correctos que lo describan.

 

O para inventar a dios, según los agnósticos, estar en capacidad de expresar las ideas necesarias que lo definan y explique los atributos divinos de ese ente.

 

Si no hay palabras, no hay ideas, no hay comunicación y nada, pero nada existe, aunque todo esté allí.

 

Sin la palabra no hay ni conciencia de nuestra propia existencia, vendríamos a ser como simples vegetales o como animales animados sólo por nuestros propios instintos.

 

Sin la palabra no existe la moral, la ley y los valores en general. ¿Cómo expresar, por ejemplo, el “no mataras”? Con la palabra le podemos dar forma a los códigos de conducta, a las leyes que rigen la relación entre los humanos y a las doctrinas religiosas, aunque desgraciadamente no las acatemos y nos sigamos matando entre nosotros, por la simple diferencia de criterios.

 

Sin la palabra no existirían los adelantos tecnológicos, tales como los vehículos de toda índole, los variados artilugios del hogar moderno, las medicinas, los equipos médicos, las computadoras y los demás instrumentos que tanto han ayudado al hombre en su desenvolvimiento y progreso, hasta para aniquilarse a sí mismo, por ejemplo, pasando del simple garrote a la espada, luego, a las armas de fuego y llegando hasta las modernísimas bombas de destrucción masiva; ¿Cómo transmitir todos esos memorables adelantos especializados, si no es por medio de la palabra?

 

Sin la palabra no hubieran existido los grandes imperios, las dictaduras y los gobiernos de toda laya. Sin la magia de la expresión fonética no se hubieran formado los grandes ejércitos, ni se hubiera dominado a las pobladores de las naciones y luego, voltear a unos contra otros, siempre en pro del logro personal de los ambiciosos gobernantes, quienes sin importarles nada, dejaron, a su efímero paso, regueros de cadáveres.

 

Sin la palabra no habría políticos marrulleros y ambiciosos, quienes bajo el influjo de sus cualidades orales, convencen a las masas para que les sirvan de escalera y así arribar a la cumbre del poder, cosechar el fruto de sus ambiciones y, de ser viable, quedarse allí de por vida y de ser posible, heredar el poder a sus parientes.

 

Sin la palabra no hubiera tantas religiones y sectas, que predican el amor entre sus miembros y el odio contra los no creyentes, llegando hasta las terapéuticas y sacrosantas masacres, todo en nombre de sus divinidades. Para cada grupo sus textos sagrados son los únicos depositarios de la verdad y “Dios guarde” que sean mancillados, porque se desata la ira de sus fanáticos seguidores, quienes con toda “razón”, justifican cualquier “guerra santa” en contra los infieles.

 

Sin la palabra no habría Sol, Luna, Tierra, estrellas…, estos cuerpos celestes estarían siempre allí, a la vista, innominados, como simples objetos que desempeñan incomprendidas e ignoradas funciones.

 

Sin la palabra no existirían las fronteras, las razas, la belleza, la discriminación…, seríamos simples seres tratando de sobrevivir como cualquier otro animal, eso sí, formando parte de la necesaria cadena alimenticia. ¿Y la felicidad?, sería un concepto desconocido, sólo responderíamos a las leyes biológicas de la supervivencia.

 

Sin la palabra no existiría ninguna de las manifestaciones artísticas. La literatura, la fantasía y la imaginación creadora serían entidades inexistentes. La vida sería tediosa rutina y quizás, ni eso, si no hay conciencia.

 

Y qué decir de las teorías filosóficas, sociales, políticas, económicas… Sin la palabra no existiría ninguna.

 

Sin la palabra no existiría nada, aunque todo estuviera allí.

 

La palabra es la más valiosa herramienta en poder del ser humano, depende del uso que se le dé. La palabra debería servir para hermanar a las personas, no para distanciarlas. ¿Se logrará esto algún día? O será una quimera que morirá con la ineludible extinción del hombre. De nosotros dependerá.

 

 

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