UN MONOLOGO INICIAL SOBRE GRISELDA II

Ese día, en que él se la quedó mirando a los ojos y ella, no le esquivo la mirada, fue el comienzo de un juego peligroso, que sólo los mayores sabían que tarde o temprano iba a traer a la familia muchas dificultades. Sin embargo, para ellos ese había sido el día más real de su existencia, porque, en medio de la inocencia, y sin saberlo habían encontrado otra forma de recrear ese tiempo, que sentían perdido desde por la mañana hasta por la noche, cuando jugaban al escondido con muchos chicos de la cuadra. Sólo la oscuridad y el silencio eran testigo de aquellos primeros besos, esa curiosidad que se convertía en fuego que les ascendía desde los pies hasta la cabeza pasando por el centro de sus cuerpos dejando ensendidos todos los sentidos, sin que se pudieran separar por un instante. En una noche de esas, de plenitud en el juego, se les vino la idea a sus mentes de ir más allá de aquellos roces leves de labios y manos, sólo dejandose llevar por los instintos, por los senderos de la felicidad... momentos estos, que solo disfrutaron y les duro unos instantes, porque la voz del padre y del tío, se juntaron en una sola, para romper el lienzo oscuro y silencioso como un cuchillo que desgarra la membrana dura de una cama de tijera. Y hasta ese inoportuno espacio de tiempo, no se habían percatado que estaban desnudos y expuestos a la languida luz de una lampara de kerosen. Ya era demasiado tarde y todos los demás, que jugaban al escondido, aquella noche, estaban a su alrededor mirándolos con ojos complices, pero en el fondo recriminándolos, por haberse dejado coger por los mayores; y ese sería el final del juego de la inocencia... y el comienzo de la pubertad, donde todos los ojos de los mayores estarían puestos en cada uno de sus movimientos. No hubo lagrimas, pero sí, un dejo de nostalgia por el tiempo perdido en la distancia... y el nuevo que iba más rapido, pero con un mayor peso, por cada una de las responsabilidades que se veían venir después de aquella noche, y el funesto encuentro con los adultos.

  • ADMINISTRADOR

    Elias Antonio Almada


  • ESCRITORA DISTINGUIDA

    Norma Cecilia Acosta Manzanares

    Nos describe un momento de transición de la infancia a la pubertad, en el que dos jóvenes se ven envueltos en un juego peligroso que los expone a la mirada crítica de los adultos. A medida que exploran su curiosidad y se dejan llevar por sus instintos, son interrumpidos bruscamente por la intervención de las figuras adultas, marcando así el fin de su inocencia y el inicio de una nueva etapa en la que se enfrentarán a mayores responsabilidades y escrutinio por parte de los mayores. Me transmite una sensación de nostalgia por el tiempo perdido y la inevitable transición a la adultez.

    Gracias y bendiciones incesantes.