Hoy me propuse escribir diferente.
A ciegas.
Casi como una ruleta rusa
donde las palabras disparan
sus armas más letales.
Sin apuntar siquiera;
al voleo, como quien siembra
sobre un suelo arado
dónde nunca hubo cosecha.
Meter la mano en el morral
y arrojar palabra tras palabra
en el surco herido
por la reja de matar sueños.
Sin mirar atrás,
agarrar y soltar,
dejar caer, dejar volar
sin pisar la raya dibujada
en la tierra yerma
donde nunca una flor vió
moverse el sol
de un extremo a otro del cielo.
Van cayendo, van quedando atrás
de los pasos dados
sin preocuparse por germinar
algún mañana incierto.
Talvez nunca haya cosecha,
quien sabe,
la oscura tumba que las guarda
se abrirá con el aguacero
y florecerán si alcanzaran a echar raíces.
Entonces habrá un poema
en las alforjas de quien cosecha
y talvez un pan
cocido a fuego lento
en algún corazón que se anime
a amar sin decir nada.
La palabra sembrada
tiene ese extraño privilegio:
sabe guardar silencio para que se expresen las miradas
más allá o más acá de todo horizonte humano.
El amor no necesita de razones
para explicar su lenguaje.
Simplemente lo siembra.
ESCRITORA DISTINGUIDA
Norma Cecilia Acosta Manzanares
Este poema utiliza metáforas de sembrar palabras como si fueran semillas en un suelo árido, sin garantía de cosecha. Expresa la idea de soltar palabras sin preocuparse por el resultado, confiando en que puedan florecer algún día. La metáfora de la palabra como semilla que guarda silencio para permitir que se expresen las miradas transmite la idea de que el amor no necesita explicaciones, solo necesita ser sembrado. El poema evoca una sensación de esperanza y fe en el poder de las palabras y el amor. Gracias por compartirlo.
Ene 6
César Eduardo Albarracin
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Abrazo.
Ene 7