Escuché la voz que parecía provenir desde los cercanos acantilados, llamándome con ternura. Me aproximé curiosa: ¿Quién podía conocerme en ese sitio? Caminando con precaución debido a lo peligrosamente resbaloso del terreno, comencé a acercarme obediente en dirección al lugar.
Varias grutas abrían sus lóbregas bocas mirando hacia el naciente, como un profundo bostezo en el amanecer de otoño que v…