He venido a estar solo en la quietud del aire; 

mal me acompaña el canto de la calle, 

el que grita su suerte de borracho, 

y mal las manos de los niños 

al borde de las mesas imposibles. 



He venido a estar solo y ya me ciega 

el ojo innumerable de la muerte.



He venido a estar solo, sin parientes, 

apenas percibiendo…

             A ARTURO CASTAÑEDA,

                                    trotamundos con su Perú-Vallejo

                                          a las espaldas.

Es difícil creer en la esperanza.

Viene la lluvia, nos carcome y grita

mientras besamos, orillados a la piedra,

y nos ocultamos, una vez más,

contra el sol en nuestras camas.

Somos cárcel y cueva y hospital.

Azuzando a la niebla y asediados

en…

..."En un momento, elementos de la Guardia Nacional atacaron una casa en la que tuvieron informaciones de que en ella  se estaba organizando un comando sandinista. El golpe fue recio y en él intervino una avioneta. El resultado fue una chiquita y un anciano muertos. En la casa nohabía tal conspiración"...(Diario La República, Martes 14 de octubre de 1977)

Hoy una niña muere,

y un anciano baja a sus arrugas

a recobrar la paz del sueño con sus labios;

mas no…

Me confieso de no haber lanzado esta verdad 

en pleno rostro del canto, 

el haberme negado tanto tiempo, 

el haber usado mi nombre 

como pretexto para llamar a un dios absurdo, 

el sentirme extranjero en estas ropas, 

el no viajar en excursiones a todos los países, 

el ser asmático y fumar, 

el haberme emborrado en tu cumpleaños. 

Confieso traiciones pequeñas y monstruosas, 

haber asesinado arañas y lagartos, 

haber dado limosna a un…

                    A Henri Rojas

         I

Aquí, vamos, entusiastas de las calles, 

los bolsillos agrietados,

vallejiando rincones;

y asumimos el deseo con euforia,

el poema con saltos y denuestos,

la tristeza, el coraje,

el miedo a los recuerdos

y el fragor de un suicidio.

¡Ah!, quedarse atisbando en las rendijas,

atisbar a la noche que nos prensa,

que nos lanza a la misma…

Descenderé del celaje que me ahoga

inclinándome al fuego y a su aliento,

pondré pétalos en mis dedos salvajes

y llenaré mi casa de invitados

que gateen toda la tarde como niños,

ensucien las paredes, quiebren vasos,

lean poemas inconclusos

o hagan el amor ante el poniente.

Percibo que la tarde es casi humana;

que venga aquí,

que salga al césped, se desnude,

que tarde con nosotros

en volver a la…