Por fin se retira el ruedo de los últimos coletazos del invierno, como el borde más a ras del suelo de una señora de esa de las antes, repolluda y pesada, que se demorara un poco por el cemento húmedo ¿Cómo estamos?. De tanto leer y tanto juntarme con escritores se me están pegando algunas cosas, aunque siempre me sacaba un siete en las composiciones cuando estaba en preparatorias, que así se debe llamar todavía la escuela elemental en Chile. Entonces me vengo en la tardecita y no en la noche al bar, porque me dijeron que esta época en la noche empieza a aumentar mucho la clientela, por lo tanto no me puedo estar sentado una hora con una cerveza en la hora pico o la hora cresta, según el país de donde venga uno. Claro que el mozo me lo dijo de manera más gentil. Eran las cuatro en punto cuando llegó esa niña mexicana, claro que de Estados Unidos, que dice que es WICCA, es decir bruja, y que hay que reconocer que para hacer rima, todavía está harto rica. Como ella sabe que a mí me gusta su poco el ocultismo, los masones y los templarios, los discos voladores, claro que sólo por entretenerme, que creo que hay una conspiración de mujeres chicas que denomino las visitantes, y que en realidad parece que son extraterrestres. Eso se lo conté, claro que medio en serio, en una fiesta latina en el lado francés, antes que alguien me pasara una guitarra, y que es donde la conocí.
Pero ya llega con una cervezas en el (torneado) cuerpo. Yo ya estoy muy viejo para hacerme ilusiones, pero en una de éstas, y para romper el hielo empezamos a conversar de política, de la situación internacional, y la gente nos mira desde las otras mesas, ya que estamos hablando fuerte, moviendo las manos, y más encima en otro idioma. Dicho sea de paso, esta es una de las ventajas de venir a instalarse en un boliche del Barrio Italiano, ya que es corriente que haya gente que habla alto y en un idioma parecido al castellano, y entonces podemos hablar de nuestras cosas con cierta impunidad. Aquí los gringos hablan del tiempo, del precio de la bencina, de sus gatos y perros. Y ella me dice que es una gran suerte que los católicos se hayan mantenido un poco al margen de esta guerra de canutos ultra bolicheros anglos contra musulmanes ultra bolicheros mayoritariamente árabes, ya que los protestantes no tienen el peso espiritual como para que pase nada, entonces estamos a salvo. Pero cómo es eso, le pregunto o exclamo, tratando de entender, a salvo de qué. Bueno, ella me dice que si alguna vez he visto una película de terror de fantasmas y Apocalipsis cuyos personajes o trama sean protestantes, o leído alguna novela de terror con vampiros y castillos canutos, es decir protestantes, pese a los esfuerzos del genial Ramsay Campbell o de la ya extinta Hammer Productions, que produjo todos esos filmes clásicos de vampiros con el Christopher Lee. Me acuerdo, pero todavía no le agarro el hilo, y ella me dice otras cosas y cambia de tema y se pone a alegar contra el Papa anterior por decirles a los indios en Brasil que ellos estaban esperando en todo el continente la religión monoteística con los brazos abiertos y recomendándole a los curas que no se metieran en política, que después de todo este Papa era alemán, en un de estas un protestante disfrazado, o criptoprotestante como los llama ella. Todo a pesar de mis esfuerzos infructuosos para hacerle ver que se le quedó el disco pegado, que ahora hay otro papa casi ná que ver, para que se digne volver a lo que estaba hablando, todo absolutamente inútil, hasta que me fijo que lleva al cuello un crucifijo de plata, — porque se le ha entreabierto un poco la blusa—, del que cuelga un diente de ajo. Pero antes de que pueda preguntarle nada me dice que tiene que ir al baño a hacer pichí, mientras a mí me como que me va cayendo la chaucha.
Debo decir que en mi lejana juventud en mi país natal fui profesor secundario, en dos asignaturas y en todo tipo de establecimientos, desde el liceo fiscal de elite y el colegio particular francés o británico al liceo nocturno rasca con cursos de más de sesenta alumnos de todas las edades y oficios, generalmente de las clases más modestas. Yo sitúo la profesión de la pedagogía como una de las más exigentes, y que junto con la psiquiatría y el sacerdocio, exigen el mayor conocimiento del alma humana. La enseñanza consiste en parte en hacer que la mente del discípulo, como una reluctante embarazada terminal, dé a luz sus propias intuiciones o compresiones borrosas, en una forma articulada y más o menos clara, en que muchas veces la guía del pedagogo es como la cesárea que permite hacer brotar ese vástago de la mente humana que quizás de otra manera no existiría: el conocimiento. Entonces es que se me vino a la cabeza todo ese friso de entes espirituales o fantasmagóricos, fantasmas, vampiros, hombres lobo, horlas (seres invisibles que según Maupassant asedian a los seres humanos), los terribles Dioses Antiguos lovecrafianos, cuyo autor posiblemente bautista o metodista, gozó sin embargo de una espiritualidad católica, o mejor gnóstica. Como esos teólogos que elaboraran un universo creado por el diablo o regido por una burocracia descendente de ínfimos ángeles cada vez más degradados que de puro degradados se van haciendo demonios. Entonces es que, como digo, y reconociendo que esa horrenda mitología con todo su poder destructor es fundamentalmente católica, como los innumerables demonios que dicen que su nombre es legión cuando hablan por la boca de los posesos, di un paso más en esta concatenación lógica. Para mí todo esto es ficción. Pero si por un momento se cree en la existencia de ese ámbito y las posibilidades de destrucción física y espiritual que conlleva, es indudable que hay que mantener cerrado ese portal. Imaginemos que haya alguien que, como mi conocida, —que no es realmente amiga mía—, cree en eso. Entonces para esta persona la entrada del catolicismo en esta guerra a dos bandas entre protestantes y musulmanes podría despertar a esas fuerzas que se mantienen durmiendo en sus ciudades mentales de incomprensible geometría, como los dioses acuáticos de Lovecraft, con incalculables consecuencias aniquiladoras. Por un momento, y al tratar de ponerme en el lugar (psicológico y cognoscitivo) de esta mujer, recuperé esa sensación excitante de mis años de enseñanza, el deseo de entender al alumno, de ponerse en su lugar, de ver al mundo con sus ojos, para luego poder guiarlo con mano firme por los senderos de la Sofía. Y al hacerlo llamé sin demora al mozo para decirle que pusiera el consumo de los dos en mi cuenta—aunque no ando muy boyante que digamos—y me precipité afuera del local felicitándome de que mi teléfono no apareciera en la guía.
Comentario
Estimado Jorge: Gracias por compartirnos tu interesante relato. Un abrazo, Chente.
Estimado Jorge: Gracias por compartirnos el fruto de tu creación. Un abrazo, Chente.
un relato interesante Jorge, cargado de referencias bien delineadas y adaptadas al giro de tu interés, si, creo que la cerveza estaba bruja.... saludos. Dalila.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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