Nadie anhela encontrarse frente a frente con la muerte. No obstante ella incita a la curiosidad. Prueba de ello lo demuestra uno de los lugares que atrae miles de turistas en Nepal; es el sitio en el que se creman los cadáveres, Bepashotinat, 4km. de Katmandú.
Singular predio que los creyentes y fieles de la religión indú, convirtieron en crematorio destinado a sus muertos, a orillas del río Bagmtí, sagrado para los nepalíes, al igual que lo es el Ganes para los hindúes.
Parte de las escalinatas que descienden hasta el borde del río, son utilizadas como centro mismo de la cremación.
El primer cimbronazo lo recibe, el turista, al toparse con el cadáver tapado depositado sin más sobre las escalinatas a merced del sol tajante, mientras los transeúntes pasan a su lado como si nada ocurriera.
Cercano al cadáver están apostados decenas de puestos callejeros, repletos de toda clase de amuletos religiosos aprovechados por los creyentes, que pasan deprisa, para llegar a los rezos que se realizan en el santuario vecino al lugar.
A escasos escalones por debajo del lugar donde fue depositado el difunto, un grupo de bañistas disfrutan de una buena remojada en el río.
Alguien llega con un inmenso recipiente de residuos, arrojando su contenido al río a unos metros del °crematorio°. En el costado opuesto un vecino está ocupado en lavar su ropa, mientras que unos simpáticos monitos, muy graciosos, juegan revoloteándose por aquí y allí.
Unas cuentas personas comienzan con la preparación del lugar destinado a la ceremonia. Como primera medida se desparraman sobre el citado lugar hojas verdes que constituirán la primera base, acto seguido se colocan gruesos trozos de madera entremezclando entre ellos delgados ramilletes de hojas pequeñas, que primeramente fueron sumergidos en las aguas del río sagrado.
Es el momento en que los familiares deben despedirse de su ser querido (en éste caso un hombre de mediana edad). Las hijas del difunto son las encargadas de arrojar flores sobre él, además de cintas de color naranja.
Continua la ceremonia al retirarse las mujeres, hacen su aparición los hombres que proceden a desvestir al muerto de sus ropas callejeras y sustituyéndolas con especiales vestimentas apropiadas para éste evento.
Acto seguido lo cubren con telas multicolores y un sin fin de pétalos de flores. Se encienden pequeñas velas a los costados de las piernas, manos y cabeza.
Aquí se procede a un descanso en los preparativos, bastante largo por cierto, nadie parece tener apuro.
Se presentan unos vecinos portando una especie de camilla, fabricada con troncos de bambú, sobre la cual es colocado el cadáver y depositado sobre el podio preparado al efecto.
El hijo mayor del difunto, ataviado con una túnica blanca atada alrededor de su cadera, espera su turno, a un costado, observando todos los preliminares.
Es notorio y digno de recalcar, el hecho de que la ceremonia se realiza con todos los detalles, de acuerdo a una tradición que exige un considerable número de requisitos, que son necesariamente imposibles de ignorarlos.
Los hombres, que rodean el cuerpo inerte, lo rocían con agua bendita, retiran luego las cintas y las flores arrojándolas al río, que lentamente las esparce en sus aguas. El cadáver queda cubierto sólo con una sábana, después de haberse despojado las vestimentas, las cuales posteriormente se donarán a los pobres.
Al término de ésta fase de la ceremonia, los hombres se hacen a un lado, dejando al hijo tomar el mando, otorgándole el honor de encender el fuego.
El jefe de la ceremonia entrega al primogénito un par de diminutas antorchas encendidas; instantes previos se introdujo un trozo de tela, empapado en un líquido inflamable, en la boca del difunto. El hijo acerca las antorchas y procede a encender el cadáver. Uno de los acompañantes también se acerca y arroja varias antorchas sobre distintas partes del cuerpo, y debajo del mismo.
El fuego rápidamente abraza las maderas, las llamas ascienden alto alto, llenándose toda la zona con un especial olor muy característico.
Todo esto se desarrolla a la par de lo que acontece alrededor, la vida transcurre en las escalinatas que descienden al río en una forma normal como si nada hubiese pasado. En las cercanías, no más de cincuenta metros de distancia, un colegio cuyos alumnos, aparentemente en el recreo, juegan a la pelota; mujeres y hombres suben y bajan por las escalinatas, van o vuelven de la casa de rezos cercana; los vendedores ambulantes continúan molestando a los turistas ofreciendo toda suerte de chucherías, recuerdos e inclusive ungüento especial para dolores de espalda.
La ceremonia finalizó. Los acompañantes desparraman las cenizas en el río. Unos metros más atrás, está, a la espera, otro cadáver.
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Comentario
Elías y Martín, agradezco vuestros comentarios.
Shalom, amigazos
Excelente amigo BETO BROM.
REALMENTE IMPRESIONANTE
GRACIAS POR COMPARTIR ESTAS COSTUMBRES
EN ESTAS CULTURAS.
¡¡¡ FELICITACIONES !!!
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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