Vicente Antonio Vásquez Bonilla
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Prudencia y Mórtimer cursaban la maestría de Ciencias Ecológicas en la Universidad de San Carlos. Ella fue la que se interesó en el estudio y motivó a su amado esposo para que la acompañara.
—Somos un matrimonio unido —le había argumentado—, a ambos nos gusta el estudio y uno nunca sabe cuando le puede ser de utilidad lo que se aprende. Además estaremos juntos, lo cual nos servirá a la hora de los repasos y las investigaciones. Obtendremos un postgrado y esteremos al mismo nivel, ninguno será más que el otro.
Mórtimer accedió a acompañarla, no era su campo, pero era un reto a su inteligencia.
En el salón de clases ocupaban pupitres vecinos, tal como corresponde a dos personas que se aman, aseveraba Prudencia. Participaban con pasión en las discusiones académicas, aunque no siempre sostuvieran el mismo punto de vista. Ella entusiasmada por estar enriqueciendo su acervo sobre el tema en que trabaja, y él comprobando y demostrando que su intelecto se mantenía incólume.
Sus condiscípulos los envidiaban, porque ante sus ojos eran un matrimonio unido en busca de su superación, cumplían con las tareas, presentaban los trabajos con puntualidad y eran apreciados por los maestros, por su entrega al estudio. En los cuatro meses que llevaban en la Maestría, habían demostrado su prevalecía en el quehacer estudiantil.
Un día, después del periodo de clases, Prudencia y Mórtimer salieron de la universidad. El vehículo marchaba con lentitud en esa interminable cola de estudiantes motorizados que día a día invaden las instalaciones de la Alma Mater. Eran las nueve de la noche, el hambre y el cansancio los acosaban pero eran molestias irrelevantes ante la satisfacción que sentían, ese día les habían dado los resultados del primer examen y ambos obtuvieron un excelente.
—Que bueno que estamos estudiando juntos, ¿verdad?
—Así es, Pruden. Claro, yo lo hago por acompañarte.
—Gracias mi amor y te lo agradezco.
Prudencia, retiró una mano del volante y tomó la mano de su esposo con cariño y le dio una dulce mirada.
—Te fijaste —dijo, Mórtimer—, somos el único matrimonio que está en la maestría y te apuesto doble contra sencillo a que piensan que te acompaño por celos, para no dejarte sola.
—Que piensen lo que quieran, tu sabes que no es así. Es porque ambos disfrutamos de nuestra mutua compañía.
—Si claro —respondió Mórtimer, con un dejo de burla— y para que te haga las tareas.
—No seas así, mi amor. Es cierto que éste ensayo me lo hiciste tú, pero toma en cuenta que trabajo y estudio. No me lo puedes negar.
—Sí. Pero qué me dices de las otras investigaciones y demás tareas que te he hecho en el pasado.
—Bueno, ha sido por falta de tiempo, no es que me aproveche de ti, como creería cualquiera que te escuchara.
—Sabes qué –respondió Mórtimer, con seriedad—, mejor dejémoslo ahí.
—Mas te vale, —acotó Prudencia y continuó conduciendo en silencio, rumbo al hogar.
Ambos prosiguieron con los estudios de la maestría, con la misma rutina y entrega del inicio. Sus compañeros continuaron admirándolos, porque veían en ellos a la pareja enamorada y feliz, que además, luchaba por su mutua superación.
—Seguimos siendo de los mejores. ¿Verdad mi amor? –dijo, Prudencia—. Formamos un buen equipo.
—Si –le respondió Mórtimer—, yo trabajo al doble y tú cosechas.
—Seguís con lo mismo –le reprochó, enojada—, somos esposos y tenemos la obligación de ayudarnos o es que sólo me consideras útil para la cama.
—No es eso, pero siempre tengo que hacer las tareas dos veces, me las tengo que ingeniar para que no se parezcan y lo que dejo de poner en una lo pongo en la otra. Mi calificación sería mejor si todos los conceptos los pusiera en una sola tarea.
—Ahora me vas a resultar egoísta también.
—No es egoísmo. Es el cansancio de hacer todo por duplicado. Si seguimos así, podré decir que cada curso lo gané dos veces.
—No seas injusto, Mórtimer. Tú trabajas sólo medio tiempo mientras que yo trabajo jornada completa y después todavía tengo que atender las labores de la casa, tarea nada fácil y cuando creo que todo ha terminado, si se te antoja, todavía tengo que atenderte como mujer.
—Espero que cuando dices “si se te antoja”, no sea un reproche, porque para hacer los trabajos de la U dos veces, me desvelo y muchas veces me acuesto cansado.
—Pues interprétalo como quieras. Creo que fue un error fijarme en ti.
—Y no te has puesto a pensar que el error pudo haber sido mío.
Al final, dieron por terminado la disputa y se fueron a dormir sin dirigirse la palabra y se durmieron dándose la espalda mutuamente.
Las peleas se fueron multiplicando y subiendo de tono, lo que no pasaba desapercibido para los vecinos.
Un día de tantos, un amigo de Mórtimer que pretendía irse a los Estados Unidos, estaba vendiendo todas sus pertenencias para agenciarse de fondos para el viaje; le llegó a ofrecer varios artículos usados, entre ellos una pistola tipo lapicero. Era un arma de un solo tiro, que por su acabado y belleza pasaba desapercibida. Le gustó y la compró, y de ganancia recibió seis balas. Para sentirse protegido, ante la creciente delincuencia, la cargó con uno de los proyectiles, le colocó el seguro y la instaló en su bolsillo.
Al llegar a casa, Mórtimer dispuso enseñarle a su amada el objeto adquirido, con la intención de presumirle y para dejarle un mensaje subliminal.
—Mi amor, mira lo que compré —dijo, al momento que le mostraba el arma.
—¿Qué? Un bolígrafo.
—No, Pruden. Es una pistola tipo lapicero.
—¿Y para qué la quieres?
—Para protegernos de los delincuentes y fíjate que el cuate que me la vendió la usaba para amenazar a su novia, le decía que si no se portaba bien o si lo traicionaba la iba a matar con ella.
—Machista el tipo, como todos los que creen que con esa clase de actitud está resuelto todo.
—No sé si sería machista, pero que le daba resultado, le daba.
—Dejemos por un lado ese tema que sólo nos va a conducir a otra discusión –luego, agregó—. Es bella, ni parece que fuera un arma, la quiero ver. Dámela.
Prudencia tomó el artefacto y sin hacer gala del significado de su nombre, vio el extremo del lapicero, el que servía de cañón. Mórtimer ante el inminente peligro, quiso quitarle el arma y en el intento y sin percatarse, quizá por desconocimiento, removió el seguro y el arma se disparó. La bala perforó el cráneo de su esposa.
Ante la magnitud de la tragedia y el escándalo que armaron los vecinos al escuchar el disparo, Mórtimer asustado, salió huyendo. Sin tener conciencia del rumbo a seguir. Caminó, caminó y caminó, y mientras lo hacía se acusaba de asesino. Por momentos dudaba que hubiera sido un accidente. De repente –se decía— las cosas que se piensan en un momento de enojo, suceden, porque uno mismo las provoca.
No se creía capaz de enfrentarse a la realidad y mucho menos a la justicia para responder de su imprudencia. Sin saber que rumbo tomar, continuó caminando. En su deambular y sin darse cuenta llegó al Zoológico La Aurora e ingresó en busca de un remanso de paz, que lo sustrajera del infierno que llevaba en su mente. Ya se imaginaba los titulares de presa del día siguiente: “Asesino capturado, mató a su esposa de certero balazo” o “Marido celoso, mata a su esposa”, o “Prófugo de la justicia, tras crimen pasional”
No, él no estaba capacitado para enfrentarse a la justicia. Había sido un accidente, pero no hubo testigos y mientras se averiguaba iría a la cárcel, a limpiar inodoros con sus propias manos o quizás, hasta ser violado por los degenerados de la prisión.
Caminó como sonámbulo, su conciente no registraba lo que sucedía a su alrededor, se había encerrado en la pequeña cárcel que delimitaban sus pensamientos y deseaba escapar de ese infierno.
Cuando a su mente llegó un destello de la realidad, se percató de que estaba frente al foso de los tigres de bengala, así lo anunciaba el rótulo y otro letrero que estaba a la par decía: No le dé de comer a los animales. No lo pensó dos veces, prefería para mañana otros titulares de prensa y haciendo caso omiso del letrero de prohibición, se lanzó al foso.
Comentario
ESTUPENDO CUENTO, Viecente Antonio... mantienes al lector pegado a las lineas de tus escritos... y el suspenso termina en la forma menos esperada...
Bendiciones incesantes
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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