CUENTO BREVE - CUIDADOS INTENSIVOS

[ALBERTO O. CABREDO ECHEVERRIA]

CUIDADOS INTENSIVOS

 -Recordaba con insistencia aquella vez que en su infancia, al borde de una ventana, jugaba con una gigantesca lata de leche Klim y se le escapó de las manos explotando contra el piso del patio y creando un sol gigante de color cremoso, lo que le arruino las vacaciones.

- Lucano lo recordaba para escapar del vacío y la angustia del sitio, deseaba mirar las calles por una ventana - atrapar un par de nubes con los ojos -, oír el ruido de la vida, pero no podía. Cómo hacerlo en aquella Sala de Cuidados Intensivos más fría que un congelador. En realidad, consideraba aquel su último deseo, porque ya esperaba la muerte con resignación. Habían pasado los días de la gran ola de frustración y rabia que le ahogó la fe en todo. Iba a morir (aquí quise escribir cantar el manisero, patear el balde, pelar el bollo, o tirar la toalla, pero pensé que sería un tanto impropio, considerando su malaventura).

-De tanto esperar el derrumbe, ya lo deseaba ansioso, y cada vez que se le acercaba un doctor o una enfermera, mientras le hablaban, él les miraba como si pusiera atención y se concentraba repitiendo mentalmente bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla … Le habían mentido suficiente y ya sabía el colofón de su obra de teatro en aquel nosocomio colapsado.

-Y es que en aquel sanatorio faltaba de todo: medicamentos, suministros, equipo médico, buena asistencia, salubridad y lo demás que requiere como mínimo un hospital que se respete - los intereses y la mala administración lo arrasaron -. Total, ni tú ni yo tenemos que asombrarnos, lo vemos a diario en las noticias: enfermos de toda clase protestando en las calles a causa de un sistema de salud resquebrajado.

-La dolencia de Lucano empezó con hormigueos, entumecimientos y picazón, pérdida de fuerza en los brazos y piernas, incluso trastornos del equilibrio. Así que sacó una cita y cuando al fin se la dieron, el médico que le atendió, sin voltear a verle – la cabeza enterrada en un expediente -, le preguntó cuáles eran los síntomas que le aquejaban y, luego de escucharlo se limitó a decir: - Eso puede obedecer a muchas causas, hágase estos exámenes y cuando los tenga vuelva. Se trataba de unos exámenes de sangre, así que fue a preguntar en Atención al Paciente cuándo podía hacerse los análisis y le dieron una cita y luego otra, y otra y otra y otra y otra, hasta que a falta de atención oportuna empezó a sentir parálisis en las extremidades inferiores.

-Más que asustado fue a urgencias del mismo hospital y le vio otro médico que mando los mismos exámenes, insistiendo que saliese del consultorio porque tenía demasiados pacientes. Los nuevos exámenes tampoco se los hicieron. Mientras, la enfermedad le atacaba el sistema nervioso central. Aquella argamasa avanzaba y le iba tomando todos los cuartos del cuerpo - no tocaba puertas, ni pedía permiso -, lo fue haciendo suyo hasta que logró destornillarlo todo. Entonces, llegó al Cuarto de Urgencias en ambulancia.

-Lo tomó desprevenido que en urgencias le dijeran que se había descuidado, que por qué no se había hecho algún examen, que cómo era posible que hubiese esperado tanto y que era muy probable que tuviese Esclerosis Múltiple crónica.

-De todo aquello ha pasado largo tiempo. La cama en que está en Cuidados Intensivos ya se la pelean otros pacientes, pero a él no le importa, no desea estar allí, solo quiere retroceder el tiempo a aquella mañana en que una enorme lata de leche Klim resbaló de sus manos.

ALBERTO O. CABREDO E.

[ALBERTO O. CABREDO ECHEVERRIA]

Muchas Gracias Elias Antonio Saludos siempre

[Elias Antonio Almada]