UN CUENTO DE NAVIDAD
Mi llegada a Buenos Aires, por cuestiones de trabajo, me obligó a un cambio de hábitos. Mi vida en la provincia tenía otro ritmo, otras pausas, otros valores. Pero, muerto mis padres poco tiempo atrás y con mi hermana en Estados Unidos desde su boda, nada me ataba al terruño. Hasta llegué a concluir que esa experiencia me ayudaría a tomar distancia de los apegos. La casa de la familia albergaba demasiados silencios y, los ambientes, muchos fantasmas.
Entre las horas de oficina, a veces extendidas por la necesidad del trabajo, y las horas de descanso, sólo me quedaba tiempo para relaciones eventuales. Pero, para un tipo como yo, criado en las costumbres de antaño, Diciembre fue llegando rápido y el clima habitual de las fiestas, algo que no había tenido en cuenta, quizás para no atormentarme con las ausencias, se fue acentuando.
A fines de noviembre había sido invitado a la fiesta anual de la empresa. Más que nunca, me di cuenta qué sólo iba a pasar la Nochebuena. Muchos de los presentes eran mi única relación en la ciudad y ninguno representaba algo tan serio que ameritara compartir las fiestas.
Me propuse entonces algo íntimo y loco. Repetiría viejas ceremonias de la familia. Comida fría, para que nada complicara a la hora de festejar; el mejor vino, para darse un gusto, y armar el árbol, el ocho de diciembre.
Compré lo necesario para armar ese escenario y encargué la comida y el vino para ese día. Solo por el hecho de sentirme acompañado, encargué un poco de más. También compré una pavada para mí y tres regalos, para imaginarios invitados, que luego dejaría en alguna iglesia, para quien lo necesitara.
Llegado el veinticuatro, me dediqué a limpiar el departamento como si estuviera esperando visitas y preparé todo. Alrededor de un centro de mesa del que sobresalía una vela roja, puse cuatro platos y los cubiertos. Abrí el vino y llené solo una de las cuatro copas. Apagué la luz y el departamento se iluminó por las centellantes luces del árbol. Tomé la copa de vino y fui hacia la ventana. El reloj marcaba las diez y cuarenta y cinco de la noche. Desde el primer piso, la calle se observaba vacía. Imaginaba el clima de fiesta en las mesas familiares, cuando algo me estremeció. Una persona, que empujaba un carro con cartones, seguida por un niño, se había detenido a revisar la basura. Era una mujer.
Sin pensar demasiado, dejé la copa sobre la mesa y bajé corriendo las escaleras. Fui donde estaban. La mujer me miró y siguió con lo suyo. Intentando tomar contacto, le dije:
- ¡Feliz Nochebuena! –
La mujer no dijo nada. El niño contestó:
- ¡Feliz Nochebuena, señor! –
Le sonreí y me devolvió la sonrisa. Hubo un silencio. Con la sensibilidad al extremo, le pregunté a la mujer si no querían compartir la Nochebuena conmigo. Sin más, me mandó de paseo y me pidió que no me burlara de ella. Le dije que hablaba en serio.
- Estoy trabajando, señor. Hoy va a haber mucho cartón y botellas de vidrio en la calle – Me dijo.
No insistí. Le pedí entonces que me espere. Volví corriendo al departamento. En una bolsa puse toda la comida que pude y en otra puse el vino y un pan dulce. Tomé los regalos, miré por la ventana para asegurarme que continuaban allí, y bajé como subí.
- Es para ustedes ¡Feliz Navidad! – Les dije
La mujer lo agradeció. Se limpió las manos, refregándoselas por el pantalón, y me dio la mano. Sin dudar, le di un beso en la mejilla e hice lo mismo con el niño. Ellos acomodaron las cosas que les había llevado y siguieron con lo suyo.
Volví al departamento. Seguía iluminado por las luces del árbol. Tomé mi copa de vino, bebí un trago largo y luego de brindar frente a una vieja foto de la familia, volví a pararme frente a la ventana. Todavía estaban allí. Alcé mi copa y brindé por esa mujer y su hijo. La luz de la calle los iluminaba de manera especial, mientras el niño y su madre compartían una porción de pan dulce. La Navidad había llegado.
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Carlos, gracias por tus palabras. A veces vamos tán rápido que no vemos el entorno. Quiera Dios que en estas Fiestas podamos mucho más que reflexionar y hacer que el espíritu navideño se nos incorpore como estilo de vida. Muchas Felicidades a tí y a los tuyos.
Carlos M. Valenzuela Quintanar dice:
Norberto muchas felicidades, es un cuento realmente lleno de imágenes y de emociones y con una narrtiva muy sencilla y en su sencillez lleva toda tu sensibilidad. Feliz Navidad y que bueno que nos permitas reflexionar ante una fecha tan importante para el mundo, que a veces nos perdemos solo en nosotros mismos, cuando existen tantos seres que requieren de una mano amiga.
Gracias, María. ¡Brindemos por todos los que dan AMOR sin esperar nada más que la felicidad del prójimo! ¡Muchas Felicidades!
maria alicia del rosario dice:
Hermoso relato amigo. Jesús está presente cuando los otros están presentes en nosotros. ¡Brindo por tu creación!
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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