EL LAMENTO DE UN LIBRO
Autor: Eliseo León Pretell
Houston TX, EE UU
Enero del 2009
Mucha gente no lo sabe, ni siquiera se imagina
como sufro en esta esquina, sobre el mantel de un librero,
en el calor y aguacero, medio empolvado y umbrío
cerrado, triste y vacío, esperando un hospedero.
Nunca tuve un casillero, ni estante ni biblioteca
mi autor de cabeza hueca, no me engendró con motivo,
me escribió sin atractivo, desde el comienzo al final
me condenó al arrabal, sin causa y sin objetivo.
Como un hijo putativo, diferente a mis hermanos
gimo al sentirme en las manos, de un ávido intelectual,
cuando su gusto especial, se queda sólo en mi nombre
lloro maldiciendo al hombre, más próximo al animal.
Yo no quiero un pedestal, ni anaquel churrigueresco
porque tan sólo merezco, un mantel y una vereda,
soy mediocre que me queda, frente a la letra genial
sólo el frío sepulcral, de una estatua en la alameda.
Nadie ofrece una moneda, por mi nombre sugerente
no soy digno de la mente, del más humilde labriego,
nací para leña y fuego, polilla, moho y ceniza
para polvo de repisa, o la lección de un borrego.
Hombres escuchen mi ruego, no más libros sin sentido
yo no debí haber nacido, para dormir en el suelo,
sin caricias, sin consuelo, nada de padre ejemplar
un tanteo visceral, de un fatuo con falso anhelo.
El libro he de ser modelo, que sólo enseñe lo bueno
debe ser útil y ameno, al burilar una vida,
la deliciosa bebida, en esa sed de saber
justa razón del que hacer, en una mente dormida.
La lectura entretenida, que solaza hasta el ensueño
le pertenece aquel dueño, cultivado con pasión,
es fruto del corazón, del que acentúa sus huellas
jugando con las estrellas, sin buscar ningún pendón.
Desde mi pobre rincón, de tristeza y de desvelo
quiero asistir a mi duelo, como el último que queda,
adiós piso, adiós vereda, adiós librero informal
no es el nombre comercial, lo que del libro se hereda.
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