UNA NAVIDAD MUY ESPECIAL

[Federico Landaeta]

UNA NAVIDAD MUY ESPECIAL

 

Hace cerca de 40 años, en la costa oriental del Lago de Maracaibo, tuvimos la experiencia navideña más maravillosa de nuestra vida… trabajábamos en Aerotécnica, una empresa de servicios que realizaba vuelos en helicópteros a las plataformas de las diferentes compañías petroleras de esa época y como vivíamos en un tráiler donde el espacio era muy limitado, habíamos alquilado un apartamento en el centro comercial de Lagunillas para realizar nuestras diarias meditaciones.

En el inicio, comenzamos asistiendo solos a nuestras citas con el Eterno Bienamado… pero un día salió de lo más profundo de nuestro Ser, el intenso deseo de que ese lugar no fuese disfrutado exclusivamente por nosotros, sino que todo aquel que buscase a Dios de todo corazón, pudiese acercarse y asistir a nuestras devociones… y… milagro!!! En cuestión de días la gente no cabía en el local y muchos tenían que quedarse a las puertas por no haber llegado con suficiente tiempo.

Nació así una hermosísima fraternidad entre todos los asistentes y ese año, cuando se aproximaba el tiempo del nacimiento del Niño Dios, empezamos a discernir cuál podría ser la mejor forma de honrar tan magna fecha… se escucharon las diferentes propuestas, hasta que llegamos a la conclusión de que podríamos hacer un censo de los niños que vivían en un pueblo miserable… vestigio de lo que fuera un campo petrolero que fue abandonado porque las casas se estaban deteriorando… y así continuó su deterioro hasta el momento de parecer un pueblo fantasma… casas derrumbadas y a medio caer, calles de tierra y muchos niños descalzos y con ropitas viejas…

Al poner manos a la obra nos presentamos una buena tarde y fuimos, puerta por puerta, recabando nombre, edad y sexo de cada niño de dos a once años. El siguiente paso fue clasificar el número de juguetes que habría que comprar para poder ir a una tienda y adquirir lo necesario para alegrarle la navidad a todo un pequeño pueblo de personas casi en la indigencia.

Ya con los regalos debidamente adquiridos, dedicamos una tarde dominical para empacarlos en vistosos papeles con motivos navideños… y una vez que todo estuvo listo nos fuimos a hablar con el cura que iba semanalmente a decir la Santa Misa en la capilla del caserío, para exponerle nuestra necesidad de que nos prestara la capilla para hacer la entrega de los regalos el día de Navidad… San Nicolás vendría en persona para llevar a cabo este hermoso acto. El cura aceptó gustoso y entonces nos dimos cuenta de que faltaba algo muy importante: un sistema de sonido con altoparlantes y micrófono para llamar a los niños e irlos pasando al interior de la capilla una vez que hubiesen recibido su obsequio de manos de Santa.

Al fin llegó el tan ansiado día… los juguetes fueron embarcados en un pequeño camión y fueron trasladados y bajados en la capilla, el sistema de sonido fue debidamente instalado, nuestra barba, negra en ese entonces, fue debidamente pintada de plateado y nos pusimos el tradicional traje de San Nicolás que había sido confeccionado especialmente para esta ocasión.

Cuando llegó la hora, todos los niños estaban luciendo sus mejores galas y esperaban impacientemente a las puertas de la capilla, donde los altoparlantes emitían las dulces notas de los villancicos… los miembros de la familia de meditadores estaban en sus puestos para ir pasando los regalos, para mantener el orden en la cola, para atender que la música adecuada lanzase al aire sus melodiosas notas, dándole un ambiente festivo a tan importante día y llenando de ilusiones los tiernos corazones que de otra forma tal vez la hubiesen pasado con lágrimas en los ojos.

Al llegar la hora, Santa subió al puesto de mando de uno de los aparatos voladores que se encontraban en la base de helicópteros, a su lado iba otro piloto para que llevara la máquina de regreso al helipuerto. El helicóptero sobrevoló la capilla, dando un par de vueltas sobre el pueblo y luego aterrizó en el muro de contención que impide que el agua del lago entre en los campos petroleros que se encuentran por debajo del nivel del mar. Santa descendió del helicóptero y se echo al hombro una bolsa llena de caramelos… los meditadores casi no podían contener a los chiquillos… y una vez que el helicóptero hubo partido, corrieron a rodear a Santa, quien feliz, regalaba caramelos a manos llenas…

Llegar hasta la capilla le tomó como media hora, a pesar de que apenas habría unos cien metros de distancia, pero el revoloteo y la algarabía de los niños apenas si le permitían adelantar unos pasos y muy lentamente…

Al llegar a la puerta principal de la capilla, “Santa” se colocó a un lado, donde se encontraban los juguetes amontonados y el micrófono listo para comenzar a llamar a los niños por sus nombres. A medida que recibían sus regalos y las caricias de Santa, los niños pasaban al interior de la capilla, donde abrían sus paquetes con avidez y grandes sonrisas. De vez en cuando, Santa se daba cuenta de que algo suave le rozaba la pierna derecha y al voltear hacia abajo, veía a un niño de color que, con sus grandes ojos cuyo blanco brillaba como la nieve, le acariciaba y le veía con una mirada cargada de Amor. Santa le acariciaba la cabecita y continuaba en su misión de repartir juguetes y más juguetes… pero en una de esas veces que volteó a ver al angelito negro, éste le preguntó con voz casi imperceptible:

¿De dónde vienes tú?

Y Santa, sin pensarlo dos veces, respondió:

“Del Cielo”.

La cara del angelito era de indescriptible alegría… una inmensa sonrisa llenaba toda su humanidad y unos ojos que brillaban como luceros, dejaban ver, sin lugar a dudas, que había recibido la respuesta que estaba esperando con ansias…

Al menos un niño pobre había logrado su sueño esa Navidad… y nosotros, con lágrimas en nuestros ojos, continuamos la dulce misión de San Nicolás… pero jamás podríamos olvidar aquel rostro angelical…

Federico Landaeta

Diciembre de 2012

 

[Federico Landaeta]

MIL GRACIAS A ADELAIDE Y JHONNY

POR SU VISITA Y COMENTARIOS

Bendiciones incesantes

[Jhonny Olivier Montaño]

Gracias amigo Federico por regalarnos este hermoso relato lleno de experiencias aleccionadoras y muy emotivas...

[Federico Landaeta]

 

GRACIAS ANA MARÍA E IRIS, POR SU VISITA A MIS LETRAS...

ALTAMENTE AGRADECIDO

 

Bendiciones incesantes

 

[Adelaide Vilela]

Estimado Federico espero que su salud, con la gracia de Dios, se recupere bien pronto. Muchas energias positivas y mucha ternura le mando desde Montreal, Canadá.

Sobre su cuento de Navidad me ha dejado emocionada con lagrimas en los ojos. He estado en Angola asta los 20 años con muchos angelitos negros, hoy en día voy llorando por no poder verlos mas.  Un encanto, un regalo para el corazón, también puede hacer pensar a algunos.

Abrazo de Adelaide

[Iris del V. Ponce P.]

 

Muy hermoso, tierno y conmovedor relato Federico, digno de tu persona y de tu forma de ser con Dios nuestro señor siempre en tu mente, en tus actos y en tu corazón.

Que momento mas glorioso que ver los ojos brillantes de un niño emocionado al escuchar las palabras que quería oir.

Gracias por traernos este lindo recuerdo de una etapa de tu vida.

No sabía lo de tu operación. Me alegro que ya te sientas recuperado como para continuar deleitándonos con tus escritos.

Un abrazo de corazón.

!Feliz Navidad!

 

[ANA MARÍA HERNÁEZ]

QUÉ BELLEZA AMIGO CON EL VERDADERO ESPÍRITU DE LA NAVIDAD TE FELICITO