MI TEMPLE

El tren  en una hora partía, pero el tiempo pasaba sin demora  y  los zapatos sobre  la cómoda seguían, algunas prendas  sin colocar en la  maleta continuaban, en el bolso de manos  había apenas  una cuarta parte de los objetos personales porque  se encontraban  dispersos por todos lados, la pequeña habitación era un enorme placard colapsado y desordenado.

Llovía tan fuerte que no se escuchaba  nada más que el golpe del agua, mire el reloj y la hora había pasado como centella, el corazón  latía desesperado ante sus apuradas huellas,  a medio maquillar, guardando mis pertenencias como pude   y colocándome los pendientes subí al carro que me llevaba a la estación,  el susto por llegar a horario me dejaba sin aliento y así quede... exhausta en el asiento del tren.

Respire profundo y me relaje, subió el guardia y con voz alta anuncio que por el clima se aguardaría un poco más en la estación y que quizás en una hora saldría, tome mi cartera, busque el teléfono móvil para avisar a mi prometido que el viaje se había retrasado   y que  en vano me había apurado, busque y nada… “el celular no estaba” muy desesperada hablé con el  guardia le conté que viajaba a mi compromiso porque  con mi novio decidimos que en el  almuerzo  del  cumpleaños de su  madre anunciaríamos nuestros planes de bodas,   entre lágrimas  volví a casa y debía regresar en menos de una hora, fui en un taxi y halle mi móvil sobre la mesa, mi peinado desarmado con el cabello empapado  y el maquillaje corrido por la fuerte tormenta, pero volví a la estación y mi equipaje con el tren partió.

Con un estrés descomunal llame a mi hermano y llego en su auto, emprendimos el viaje a la siguiente ciudad donde el tren tendría una breve  parada, lo alcanzamos justo y angustiada le pedí al  guardia me deje pasar,  pasé y volví a respirar relajándome de a poco, hable con mi futuro esposo y todo volvía al foco.

Pedí  un café y en un brusco movimiento lo derrame sobre el vestido, el cual quedaría perpetuado en nuestras fotos de compromiso, que,   decidí después de  luchar con mi gusto indeciso lo escogí, otra vez mis lágrimas eran como gotas de lluvia, nada de lo que había planeado salía, luego de sollozar por un rato quede  dormida mientras miraba  el nuboso paisaje.

 Desperté serena, mire la hora y era muy tarde  para el almuerzo que anunciaríamos nuestro compromiso, pensé que en la cena podríamos anunciarlo mientras volvía lentamente  el  angustia  al sentir arruinado el momento anhelado que queríamos vivir.  

Y llegue… despeinada, despintada, con el vestido manchado con café, apenada que hasta el regalo para mi novio olvide… pero llegue, descendí y también llovía, abrí la sombrilla  y mientras caminaba para refugiarme en  la estación en un costado del tren cerca de la vía lo vi,  de traje y más buen mozo que nunca con un ramo de bellas  y rosadas  rosas  en una mano y en la otra, las alianzas, sorprendida y emocionada corrí hacia él y nos entrelazamos en un profundo abrazo,  su aroma  invadió de amor mis sentidos, embeleso mi razón  y el calor de su cuerpo emociono  mi corazón y  me olvide de todo lo que había pasado, fue mágico, todas las dudas  se esfumaron, todas mis incomodidades se olvidaron… así fue, mis queridos hijos… es en esta  foto que decidí perpetuar de nuestro compromiso 30 años ya, después  del viaje y…

¿Saben qué? No se ven las manchas del vestido ni  las ojeras del maquillaje, tampoco se ven mis cabellos desgreñados,  fue todo perfecto, es perfecta la  foto que  nos sacó el tío Tom y 30 años después  debo decirles que su padre  sigue siendo la serenidad y emoción de mi corazón. Él, los cimientos y ustedes completan mi templo, que sería de mi sin mi… (besando la frente de sus dos hijos) sin mi  temple.

Mamihega.