Alfredo Amado del Pozo
Lima (Perú) 06/06/1944
Santa Cruz (Bolivia) 20/02/2015
Por René Aguilera Fierro
Retornaba de Ecuador, había asistido a un Encuentro Internacional de escritores en Guayaquil, ahora estaba en Santa Cruz de la Sierra, hospedado en el Residencial “Fabiola”, propiedad de mi sobrina Hortensia Álvarez Aguilera, ubicado en la Calle Sara, casi esquina Florida. Me disponía a dar la última vuelta la llave de la puerta, cuando la conserje me comunicó que me buscaba un señor; miré la hora, eran pasadas las ocho de la noche de ese día jueves 19 de febrero, el aviso me sorprendió puesto que no tenía concertada ninguna entrevista o reunión con nadie. Bajé las gradas del primer piso, atento a la sala de recepción. Me causó alegría la presencia de Alfredo Amado del Pozo, poeta peruano y excelente amigo, compañero de muchas andanzas culturales.
Estaba allí parado, sonriente como siempre y, sin preámbulos, me invitó a cenar en el “Rincón Peruano”, como yo estaba saliendo en busca de un restaurante, acepté gustoso, no sin antes acordar que yo invitaría la cena y el consumo. En retribución a sus anteriores invitaciones.
El elegante restaurante peruano, estaba muy concurrido, paseamos nuestra mirada por el entorno y, no cabía duda, el ambiente estaba agradable. Dejó estacionado su viejo automóvil en las proximidades y nos instalamos en una mesa lateral. La comida fue abundante, nos bebimos como media docena de cervezas, el clima se prestaba para beber y entre charla y bromas, recordamos los casi cuarenta años amistad, desde el año 1977 que llegó por primera vez a Tarija, ocasión en la que yo le hice un reportaje en el periódico “Noticia”, allí lo conocí e hicimos amistad, lo propio con su compañero de viaje.
En la velada, Alfredo Amado del Pozo, recordaba sus viajes por Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina y Paraguay, en cada lugar había sucesos que marcaron huella en su vida, lo que también aconteció en sus visitas por todo el territorio peruano. En uno de sus viajes, decidió afincarse en Bolivia, eligió la hermosa ciudad de Santa Cruz de la Sierra; allí primero vivió en hoteles, luego alquiló una casa, hasta que finalmente con su esposa Ilianne y sus hijos Jessica y Javier lograron adquirir dos terrenos y, poco a poco, construyeron las casas para sí y para sus hijos.
Alfredo Amado del Pozo, autor de una docena de libros publicados y exitosos, tales como “Leyendas de América” y “Poemas de ayer y hoy”, este último tuvo como medio millón de ejemplares vendidos en América del Sur, es probablemente el escritor peruano no clásico más vendido en el exterior. En homenaje a su obra literaria, difusión cultural, defensa del medio ambiente, educación; aporte a la unidad de los pueblos del mundo y la paz mundial en sus escritos, la Unión de Escritores y Artistas de Tarija le dedicó el “Sexto Encuentro Internacional de Escritores”, editando un afiche con su imagen y, en el acto inaugural, se le concedió el Grado Honorífico de Embajador Universal de la Cultura y la Gran Medalla de Oro Castillo Azul; presea que la lució con orgullo en los diversos países que estuvo. Durante su visita a la ciudad de Paracas (Perú),invitado por el Municipio de esa ciudad en recordación del desembarco de José de San Martín en su lucha libertaria, recibió una condecoración, la que luego la agregó a las otras medallas que sabía apreciar. En esa ocasión, participó en el Palco Oficial junto al Gobernador, Honorable Alcalde y cuerpo Diplomático y autoridades Departamentales.
Por sus méritos culturales, se institucionalizó un Concurso Literario en el Departamento de Tarija que lleva su nombre; en la actualidad, son varias las versiones que se desarrollaron en el ámbito estudiantil.
Luego de varias horas de libar y conversar, exponer nuestras ideas y proyectos, la noche se hizo corta y agradable; en el largo trayecto que distaba entre el Restaurante y el Residencial, continuamos conversando; al llegar, me dejó en la puerta del hospedaje, sería como la una y media de la noche, más bien, de la madrugada del día viernes.
En mi habitación, pensé llamarlo para saber cómo había llegado a su casa, puesto que su domicilio es bastante lejos del centro de la ciudad, pero debido a lo avanzado de la hora, creí prudente hacerlo una vez que amanezca.
Ese día, camino a la imprenta, serían como las nueve de la mañana, recibí una llamada a mi celular, era Jessica, hija mayor de Alfredo Amado del Pozo que me hablaba a gritos, aterrada, le pedí que se calmara y me repitiera lo que estaba sucediendo.
-¡René… René..! Mi papá está muerto, íbamos a la población de Warnes, vimos que su auto se estacionó a orillas de la carretera, nosotros que íbamos por su detrás, hicimos lo mismo, fuimos a verlo, estaba con la cabeza apoyada en el volante…
-Estimada Jessica, puede que este inconsciente… -manifesté
-¡No... No René! Te estoy hablando desde la clínica, el doctor, el médico dijo que esta sin vida.
-¡Dios mío! Será que le hizo daño lo que comimos y bebimos anoche o, será la trasnochada que nos dimos en el restaurante peruano… -volví a opinar
-¡Queeé..! René, ayer hemos estado trabajando en el encolado y colocado de tapas de libros, estuvimos los tres toda la tarde y hasta pasada la una de la madrugada… papá no salió anoche para nada de la casa.
FIN