EL LIENZO DE NUESTRO CUARTO

[Beatriz Teresa Bustos]

 

Esta noche la vigilia aprieta mis párpados y mis ojos se esfuerzan por hallar la senda onírica, absorta veo otro cielo que pende de la pared, ignoro qué mano lo ha creado.

Desde mi lecho recorro las formas, mundos al desencuentro preanunciado  por las circunstancias.

Me desbarranco  aferrada a una lágrima por las severas rectas perpendiculares  y caigo sobre las pinceladas coloridas que se me antojan  multifacéticos semblantes.

Ondulantes líneas  me regalan un mar quieto, navego en él, subo y bajo monótonamente.  Círculos, rayas, soles, ondas  en la blanca tela. Días, horas, segundos, minutos; improntas en mi mente en blanco. Esferas, mundos que se cruzan compartiendo sólo una rebanada de piel y otro mundo pequeño y oscuro con sus alas cercenadas, intenta elevarse sabiendo que esta sujeto al equilibrio real del tiempo. Gaviotas, tú y yo distantes, por ese infinito pequeño que tiene la dimensión de una palabra.

Hasta esta noche había otro cielo para mí, sembrado de ojos, espiando la soberbia soledad del cuarto. Ahora elijo este cielo blanco que me regala ritmos entre colores y márgenes definidos  y un vibrante horizonte a buscar,  enlazado por una plegaria vertical.

En esas figuras autoras de mi desvelo descubro la abstracta composición de la vida.

Profundamente suspiro y me esperanzo que cuando el sueño me visite, andaré descalza sobre una playa de azahares azules y luego me sentaré al borde de mi amor a contemplar tu rostro y te besaré los labios quedamente para no quebrantar tu paz.

La mañana me recogerá con un nuevo cielo de eterno fondo blanco y te voy a contar que el cielo que vemos en nuestras noches no es real. El cielo es estar despiertos en el perdón, la caricia, en el beso.

La vigilia aprieta mis párpados y mis ojos buscan los tuyos. Ellos están allí aguardándome.

– El cielo que vemos en nuestras noches no es real -,  me dices besándome la mejilla.

Y otra vez nuestros mundos fusionándose  en contornos, amor y piel.