Obed González Moreno
Sociedad General de Escritores de México (SOGEM)
Resumen
Tomando como premisa una frase de cierto tutor el cual enfatizaba que: “El primer título que un maestro debe obsequiar a su alumno es el de ser humano”. Realizo un análisis con relación a la creación de una cultura que posee como base fundamental para la realización personal una educación que promete privilegios impredecibles a futuro. Una cultura que no es congruente con la realidad y que su función verdadera queda fuera del contexto por el cual se estudia cierta o ciertas áreas del conocimiento. La visión ilusoria y no razonada que algunos padres y maestros crean en los infantes y que a la postre recaerá en frustración y resentimiento al no obtener los privilegios e inmunidades prometidas.
Palabras claves: Educación, humano, académico, realidad, frustración.
Abstrac
Taking like premise a phrase from certain tutor who emphasized that: “The first title that a teacher must flatter his student is the one of being human”. I realize an analysis in relation to the fundamental base for the accomplishment through an education that promises unpredictable privileges to future. A culture that is not congruent with the reality and that its true function is outside the context by which studies certain or certain areas of the knowledge. The false and not reasoned vision that some parents and teachers create in the infants and that in the end will fall to frustration and resentment when not obtaining the privileges and engaged immunities.
Key words: Education, human, academic, reality, frustration.
Introducción
“La obra maestra de una buena educación es formar un hombre racional”
Jean Jacques Rousseau
El término “educar” posee dos vertientes etimológicas latinas, una es proveniente de Educare que significa: criar; cuidar, alimentar y formar o instruir, que está relacionada con ducere que significa: sacar, conducir, y en la voz pasiva significa crecer. Y la palabra Educere que significa sacar o extraer, avanzar, elevar. Entonces educar es “extraer del lo interno del humano lo más valioso y mostrárselo para conducirlo hacia una actividad de servicio para crecer”. Entonces un educador puede ser un pedagogo; pero no siempre un pedagogo puede ser un educador. Si un educador extrae lo mejor de las personas para un beneficio de éstas y los demás ¿por qué no se realiza ésto en la educación? ¿Por qué en la pedagogía este concepto se limita a instruir solamente? ¿Por qué no se conoce el interior del niño para educarlo? ¿Para qué reducirse sólo a aleccionar para lo externo?
El dramaturgo Bernard Shaw aseguraba que su creatividad se detuvo cuando ingresó a la escuela. En congruencia con esta confidencia podemos discutir con relación a la educación, el aprendizaje, el humanismo y el razonamiento.
Alguna vez escuché decir a mi maestro Jorge-No recuerdo el apellido, perdóname querido maestro-en segundo grado de primaria, que el primer título que un maestro debe obsequiar a su alumno es el de ser humano porque sino todos los que vengan más adelante podrían ser una considerable amenaza. A través de los años estas palabras han sido examinadas y lamentablemente confirmadas a través de la observación, el análisis y recolección de datos por parte de quien escribe. Una educación del egocentrismo llamo a este ensayo-estudio puesto que he confirmado que para muchas personas es más importante obtener la envidia -no la admiración- de los demás que un mérito por su aprendizaje, una cultura de parlanchines crea parlanchines como escribe Rousseau, o sea una cultura de mitómanos crea mitómanos. Una educación donde es más importante el tener que el ser donde lo intelectual y humano es algo sin importancia. Una cultura la cual manifiesta un juicio de valorización y evaluación precarias donde la capacidad de análisis y autoconocimiento es deficiente.
Desarrollo
He conocido personas notables que están en congruencia con su autosignificación. Academia y humanismo lo practican y renuevan constantemente, y como personas y profesionistas son excelentes. En comparación con otras que su nivel de maduración es comparable con la de un párvulo. Su toma de consciencia para la comunicación intrapersonal e interpersonal es nula y al no encontrarse a ellos mismos germina la semilla de la duda y la ambigüedad y posteriormente la aparición de emociones negativas o pensamientos inútiles como describe Bertrand Russell como son la soberbia, la envidia, la ira y la gula entre otras que a la larga producen frustración. Una educación sólo de instrucción es irracional, al niño debe enseñarse como principio axiológico un conocimiento de sí mismo para que a través de la vida tenga un autoconcepto real de su persona y no se convierta en una amenaza.
Proporcionarle una educación que le permita ser individuo, no un ser alienado, sino un humano que tome sus propias decisiones confiando en la filosofía del respeto, que posea criterio propio para el desarrollo de su personalidad.
El “No ser”: educación de instrucción
Un individuo que “no es” vive un vacío existencial inmutable, coexiste con la constante separación del sentido de vida, jamás se vuelve a reunir con ella, no llega a la revelación poética como lo manifiesta magistralmente Octavio Paz. El vacío le crea crisis de ansiedad que culminan en angustia para comenzar a transformarse en paranoia, su egocentrismo le crea apariciones; quimeras, deformidades y otras aberraciones que lo mantiene a la expectativa de un ataque, un abuso o una palabra amenazante en contra de su posición y fortuna. Su autoconcepto es exiguo, se siente excluido del universo, la envidia lo convierte en un desollado que con el menor movimiento del aire se hiere, se duele por todos lados, por todos y por todo. No vive, la frustración le provoca vómito negro y la alegría del otro le ulcera la estima. El sentimiento de justicia le cierra la posibilidad de razonar otra posibilidad que no sea su justicia, y -como explica Freud- sólo es el resultado de una envidia original que un niño experimenta con respecto a todos los demás niños que poseen más que él. Utiliza un caparazón de soberbia y prepotencia porque tras esa estructura se encuentra un ser pequeño, débil e indefenso. Estas personas enferman y contagian a sus alumnos, a sus hijos, a sus familias... a sociedades completas. La vida es una condena para ellos y un castigo para los demás. Por una cultura del egocentrismo países enteros viven en la miseria, ulcerados por la ignorancia.
Esta situación contemporánea logra en las personas una actitud de abandono interno, por lo mismo la juventud actual vive en un vacío persistente y prefieren dirigir toda su energía a fuentes exteriores que le aprueban fantasear y crear una cultura de la esperanza y la desilusión, que lo único que logra es que el individuo busque su seguridad edificando una estructura autártica, autosuficiente donde considera al amor y otras manifestaciones sensibles una amenaza para su seguridad. Individuos que crean conflictos para sentirse vivos y experimentar la reconciliación como un signo de vida. No comprenden su interioridad porque son ignorantes de ella, andan como un pequeño descontrolado y perdido dentro de un laberinto de sí. Esta condición sólo refleja un egocentrismo infantil que no permite diferenciar entre el Tú y Nosotros porque sólo existe el Yo. Cuando otra persona difiere con sus conceptos y deseos toman una actitud hostil y a veces hasta peligrosa y su lengua se transforma en un puñal que pulveriza dientes, tritura huesos y despedaza almas.
Por una educación humanista y académica
Todo niño es educable y todo maestro tiene una visión del pasado, del futuro y sobre todo de la humanidad del niño como escribe Carlos Fuentes en el libro “Por un progreso incluyente”. Entonces el educador tiene la responsabilidad de una vida en sus manos, mejor dicho en su pensamiento y palabras. Si los valores del educador están fincados sobre la empatía, el valor, el amor y la confianza, el niño se desarrollará de una forma más comunicativa y comprensiva; pero si estos están edificados en la frustración y el resentimiento creará un Frankenstein que a la postre se saldrá de control y atacará a él mismo y a los demás.
Gastón Bachelard sugiere una pedagogía que reafirma la imaginación, que lejos de ser una maestra del error y la falsedad, construya una facultad necesaria para el conocimiento de lo real para que abra las vías de una cultura personal donde la libertad no contradiga la exigencia del pensar bien. Recordemos lo dicho por el educador en el libro escrito por Rousseau con relación a Emilio: “Lo llevo al teatro, no para que estudie la moral, sino el gusto, que aquí es donde particularmente se manifiesta a los que saben reflexionar... No hay escuela donde también se aprenda el arte de agradar y de interesar el corazón humano”. Si incluimos dentro de la educación el concepto de experiencia estética en los niños, su capacidad de análisis intrapersonal se ampliará y su valoración por la vida será más comprensiva, la evaluación sobre el pensamiento abstracto constituirá una fuente de un gozo especial que sólo se percibe cuando una persona ha llegado a esta experiencia, que es una especie de alimento del alma y se cumple a través de los sentidos estimulados por la música, la pintura, la danza y de cierta forma con la palabra. Contrario a este pensamiento ahora al niño se le asegura que al obtener un cierta posición económica va a alcanzar reconocimiento; riqueza, poder y una vida desahogada; pero no se le explica que para ello tiene que comulgar primero consigo mismo. Que tiene que aprender a aprender y cómo aprender a aprender. Si no se le explica y no se le hace incluyente en la educación al llegar a la adultez y no logre obtener todos aquellos privilegios prometidos durante su infancia, se sentirá traicionado y será un ser fracasado que fundará pensamientos destructivos que no le permitirán ser feliz y por consiguiente comenzará a afectar a los que estén en su entorno y en el menor de los casos a él mismo. Erich Fromm en el libro “El arte de amar” comenta: “Amarnos a nosotros mismos no puede lograrse sin la capacidad de amar a los demás”. Por tanto debemos experimentar el amor hacia nosotros-no hablamos de la locura de rendirse tributo y sacrificio a sí mismos-para lograr que amarme sea un amarnos. Fromm también reflexiona al considerar que el problema del amor consiste en ser amado y no en amar, valorando aspectos como el éxito, ser poderoso, rico, ser atractivos, en definitiva, una mezcla de popularidad y sex-appeal; el hecho de creer que amar es fácil y lo difícil es encontrar a quien amar, la importancia del objeto frente a la de la función, la suposición de que el problema del amor es el de un objeto y no de una facultad; la confusión entre la sensación inicial del "enamorarse" y el permanecer enamorado cuando la otra persona ya no es desconocida y se pierde el halo de misterio inicial. Tal vez por error de concetualización existen personas que aunque sean favorecidos con un buen puesto de trabajo lo sienten pequeño porque sus padres y maestros les crearon en su pensamiento un futuro construido con cimientos de utopía y paredes de fantasía. El que ama siempre es más favorecido que el objeto de amor porque conoce la divinidad.
Mario Bunge enfatiza que el humano para enseñorearse crea un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamada ciencia que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. La ciencia no está apartada del humanismo, son engranajes de un mismo mecanismo que anda en búsqueda de una realidad. La ciencia pretende apartar lo divino de ella; pero su principal preocupación es la explicación de su existencia.
Deber ser y saber ser mantienen una constante construcción en un individuo y en una sociedad. La queja permanente de las sociedades se debe a la cascada de promesas no cumplidas de sus líderes. Si esa es una causa de desordenes sociales, imagínense ¿que pasará en el interior de una persona que siente que la vida lo traiciona?
Globalización: Hacia una cultura de la envidia
Una educación del egoísmo contribuye al retroceso de los pueblos, es una trampa para quienes no lo razonan. El maestro puede ser cómplice directo por una sola razón... la ignorancia. Los maestros tienen-tenemos, también me incluyo-, tenemos la obligación de observar, investigar, razonar y concluir que cada uno de nuestros alumnos son los conductores de su futuro y que decidirán cuál será su profesión y su lugar en el planeta, qué oportunidades les ofrece la vida y cómo tienen que desarrollarlas. Los maestros gozamos de la responsabilidad para motivarlos conscientemente hacia la proyección de su futuro, construirle una realidad con relación a sus decisiones y su responsabilidad y beneficio en concordancia con una comprensión real, sentida y analítica. Para ser personas autocríticas que faciliten la fluidez del desarrollo de ellos mismo y el mundo.
Que no sean seres resentidos y excluidos del universo, recordemos el reclamo de Calibán a Próspero en la obra “La tempestad” de William Shakespeare cuando éste en un acto de desesperada angustia lo culpa por el conocimiento adquirido, el cual no pidió y su resentimiento manifestado hacia el objeto de su discernimiento el cual cree jamás debió conocer. Calibán simboliza el inconsciente y por lo mismo al ello, la locura del creer saber. La educación narcisista crea calibanes que se resienten porque en su pequeño pensamiento les explota la no aceptación de una realidad que no es congruente con el mundo que se crearon en su infancia o etapa de ignorancia. Lo mismo sucedió a Séneca con Nerón.
El nivel educativo debe estar a la altura del nivel humano. Con respecto a esto Fernando Savater reflexiona: “Yo creo que este crecimiento paralelo entre la tecnología y la consciencia es uno de los problemas que se plantean en el fin de siglo”. Y por consiguiente se tiene que implantar en este siglo.
Envidia proviene de los vocablos latinos in-video, que significa literalmente “el que no te puede ver”. Lo más paradójico de este modo actual de vida en las sociedades modernas de occidente es que se envidia lo que no existe.
En el mundo a través de la creación de una cultura de la envidia donde es más importante hacer sentir al otro pequeño e impotente más que admirarlo, se fundan nuevas escalas de valores que sólo sirven para la inflación del ego de quienes los pregonan. Tanto medios como estructuras sociales y políticas proporcionan a sus partidarios una especie de otorgamientos que los hace sentir una generación de semidioses, ejemplo inmediato la creación de la internet, que es una biblioteca infinita que con un uso consciente de ella se pueden realizar sueños antes impensables, pero que para la mayoría de jóvenes funciona como un oráculo moderno donde la formación del yo está en serio peligro.
Es tan simple verificar estos moldes impuestos con sólo ver en cualquier medio una pasarela, en la cual se puede verificar que los cuerpos de las modelos no están diseñados para la admiración, el gusto y deseo de los hombres, sino para causar la envidia de otras mujeres. Fernando Savater comenta en un ensayo sobre la envidia que: La envidia es muy curiosa, porque tiene una larga y virtuosa tradición, lo que parecería contradictorio con su calificación de pecado. Es la virtud democrática por excelencia. La gente por ella tiende a mantener la igualdad. Produce situaciones para evitar que uno tenga más derechos que otro. Al ver un señor que ha nacido para mandar dices, “¿por qué estás tú allí y no yo? ¿Qué tienes que yo no tenga?”. Empato en criterio con esta reflexión, pero si es un origen de democracia, también recordemos que, quien comienza la revuelta siempre lo hace por un beneficio personal y el envidioso por ende no busca partidarios puristas, sino cómplices, como también lo subraya Savater en el mismo ensayo: “El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el otro no merece sus bienes. De esta actitud se desprende la mentira, la traición, la intriga y el oportunismo”. La cultura moderna inventa falsas realidades donde es muy fácil involucrarse con su seudofilosofía hedonista pero de justicia y a la vez se crea también una cultura de error. El mismo autor escribe delibera: “En esta sociedad lo primero que hay que lograr es crearse la fama de que eres algo, sin necesariamente serlo. La creencia de los demás de que el otro es exitoso es lo que fomenta una cadena de errores, y de envidias añadidas. Un amigo que tenía un éxito apabullante con las mujeres, siempre me decía: “Lo importante es que crean que eres irresistible. Entonces se acercan a ti para saber qué tiene este tipo”. Por lo mismo en la actual sociedad se manipula a las personas a través del ego, se siembra la idea de que se debe ser famoso para que valga la pena vivir, ya no sirven de nada los cinco minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol. Su obsesión por los reflectores llega a la locura y se consideran vacíos sino existe quien les aplauda sus logros-también creados por cierto-. Están más preocupados de lo que haga el otro que lo que hagan ellos mismos. Muchas personas son personajes creados por otros o sí mismos, no disfrutan de sus propios logros. Carecen de personalidad propia, es más importante lo que crea el otro de ellos, que lo que ellos confirmen de sí mismos. Examinando esta concepción del término envidia, sé que sin la existencia de este sentimiento o emoción algunos pueblos no hubieran progresado; pero también sé que algunos otros no hubieran desaparecido.
A manera de conclusión
Al realizar una reflexión y un análisis -Desde mi punto de vista personal-no creo que haya un decremento de los valores, sino más bien una proliferación de valores devaluados y deformados en los cuales caemos por no evaluarlos conscientemente. Valores creados para beneficio de cierto grupo de personas donde el centro de proyección es la fama y el dinero (Ese código que es parte fundamental del Yo, y que es vital dentro de cualquier individuo: el reconocimiento) como sinónimos de libertad, convirtiéndola en una prisión de sí mismos.
La cultura de papel o del papel no permite en algunas personas comunicarse y pueden ser humanos que dentro de la ciencia y la tecnología estén muy adelantados a su edad y época; pero en el ejercicio de la vida todavía sean niños indefensos que necesitan de una madre que los proteja ante las circunstancias agresivas de la vida moderna, de la cual ellos son unos ojos temerosos tras las cortinas de una ventana.
Todo reconocimiento es saludable mientras no exceda el límite de la razón. No les heredemos a nuestros infantes vacíos, ni una cultura de autoflagelación, sino una cultura de la transformación y el ejercicio de lo aprendido a través del pensamiento crítico, analítico y sentido. El maestro debe ser factor importante en la formación de sus alumnos y tiene que comprender que mientras mas dé a sus discípulos más se alejarán de él porque están aprendiendo a ser individuos y a no ser vulnerables ante el medio ambiente donde se desenvuelven, a forjarse así mismos. Por eso estoy convencido que el primer título que debemos dar a nuestros alumnos es el título del “Ser”.
Bibliografía
• Fernando Savater: El arte de vivir. Arias, Juan. Planeta. México. 1996.
• Por un progreso incluyente. Fuentes, Carlos. Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América. México.1997.
• Bachelard: La infancia y la pedagogía. Jean, Georges. Fondo de Cultura Económica. México. 1989.
• El arco y la lira. Paz, Octavio. Fondo de Cultura Económica. México.1985.
• Psicología. Gutiérrez Sáenz, Raúl, Ed. Esfinge, México, 1985.
• El miedo a la libertad. Fromn, Erich. Ediciones Paidós Ibérica. México. 2000.
• Emilio. Rousseau, Juan, Jacobo. Colección “Nuestros clásicos”. Tomo II. Universidad Nacional Autónoma de México. México. 1976
• El hombre en busca de sentido. Frankl, Víktor. Herder. España. 2004