No había en Maracaibo, barrio que se apreciara que se atreviera a no celebrar la tradicional Quema de Judas en Semana Santa. Judas representa al traidor que vendió a un precio muy barato a nuestro Señor. Era muy común que se extraviara de manera extraña algún paltó, camisa, pantalón, sombrero, un par de zapatos o alguna ropa interior de un personaje emblemático de nuestra comunidad que predeterminaba a la victima de turno.
La comunidad se vengaba de manera graciosa de los políticos, funcionarios públicos u otro personaje del mismo barrio que se destacara por algún hecho negativo o de ofensa a las personas de nuestro entorno. Se fabricaba un muñeco, a escala natural, se procedía a vestirlo con ropas y accesorios donados por la propia gente o robado de alguna percha, escaparate o cuerda de secado de alguna familia desprevenida.
Se vestía el muñeco en cuestión, se cuidaban los detalles, en algunos casos los problemas comenzaban desde el mismo momento de la fabricación del monigote. Los imputados se reconocían en algún detalle, prenda o comentarios. Curiosamente, nadie llegó a reclamar la prenda que se le colocaba al Judas, y que habían sido sustraídas de su closet, quizás con la complicidad con alguna persona de su propia casa.
Lentes, sombreros, zapatos, paltos, pantalones, ropa interior, cigarrillos, y no podía faltar una botella de ron o de caña Doble u en el bolsillo trasero del pantalón. Se le introducían en el relleno algunos cohetes y muchos fuegos artificiales que le darían al traidor un efecto extra, que haría más emocionante el acto de la quema.
Se sentaba al maniquí en un lugar público, para poder provocar con anterioridad con su presencia en las calles del barrio, al personaje aludido en esa quema tradicional del tristemente celebre personaje bíblico. Todo el mundo en el barrio conocía con mucha anterioridad el nombre de la persona electa para ser quemada simbólicamente en esa ocasión. Casi siempre la victima no sabía que había sido elegido de manera popular, para ser objeto de la burla y del escarnio público.
Se procedía en nuestro barrio a hacer una encuesta, para elegir de manera democrática el nombre de la persona que se le iba a poner al muñeco que inocentemente recibía dicha identidad. Eran elegibles, como dijimos, diversas personas, hombres o mujeres, personajes públicos fueran políticos, funcionarios del gobierno, de la gobernación o del Consejo Municipal.
También eran elegibles muchachos o muchachas de mal comportamiento, personas que eran infieles a sus parejas, malos vecinos y hombres violentos que irresponsablemente castigaban a golpes a sus hijos, hijas y esposas. Los más famosos eran los personajes políticos y las personas del barrio de mal carácter y excesivamente religiosas.
Todo el mundo se congregaba frente al muñeco en cuestión, no hacia falta algún tipo de convocatoria. El solo hecho de conocer que personaje era la victima ese año, de tal burlesca representación, era suficiente estimulo para que todos y todas estuvieran presentes. Era verdaderamente un acto muy popular, una especie de Carnaval en medio de la Celebración tan solemne como era la Semana santa en nuestro país.
Algunos evangélicos del barrio, consideraban a esta una actividad “pagana” y manifestaban su total desacuerdo con esa práctica. En este parecer también se le unían los católicos más conservadores de nuestro barrio. Sin embargo, era conocido que protestantes y católicos, todos y todas, de una u otra manera disfrutaban también de tan importante evento, aunque fuera a escondidas.
Lo central de la Quema de Judas, era la lectura del testamento que el finado muñeco dejaba a la posteridad ese año. En el hacia todas sus confesiones mas intimas y legaba todas sus pertenencias a cada personaje del barrio. Por esta misma razón, la quema terminaba en peleas por el honor propio o de algún familiar, novia o novio, esposa o esposo.
“Unas pantaletas con huequitos, para la señora fulana que no usa calzones en días de mucho calor en Maracaibo. Un serrucho para don fulano, para que se corte los cachos que le pone su esposa con el popular Chuleta de mosquito. Una bacinilla de peltre, para la señora tal, para que no salga a orinar a media noche al patio de su casa sobre todo en estos días de muchos rateros, que se meten en las casas a robarse las ropas tendidas en las cuerdas. Una lima de buen tamaño y bastante afilada, para el señor fulanito, para que se afile la lengua cuando vaya a la tienda La Campeona, a hablar mal de todo el vecindario”.
Quienes organizaban la Quema de Judas, eran nuestros hermanos, hermanas, primos, primas, y amigos mayores. Ellos y ellas preparaban el evento, construían el muñeco que representaría al Judas traidor y vendido, elaboraban el infaltable testamento. Ellos y ellas habían convertido este acto cultural universal en una tradición importante e imprescindible en nuestro barrio. La Quema de Judas llenaba de alegría una celebración tan sobria como las Semanas Santas que se celebraban en esos tiempos de los años sesenta en nuestro país.
Algunas veces en la quema de Judas, se descubrían los noviazgos escondidos, a los amantes más secretos del barrio. Salían a relucir los chismes más interesantes, los secretos mejor guardados. Menos mal que todo mal entendido y toda pelea se desvanecían con el tiempo. Todos y todas volvíamos a ser amigos y amigas, sin guardarnos ningún tipo de rencor, hasta la próxima quema de Judas.
Lo interesante del día de la Quema de Judas, era comenzar a buscar desde ese mismo momento, los chismes y las victimas del próximo año.
Obed Juan Vizcaíno Nájera
03 de Septiembre 2009.