BARRIO DE SAN GASPAR
"La tienda de mi barrio"
Literatura folklórica,
histórica y
auténtica.
En mi bella Guatemala al igual que en el cofre
de mi abuelita, hoy de mi propiedad, se conservan
muchos recuerdos y costumbres que no necesitan creación
poética. En esta asoleada ciudad guatemalteca
que cuenta hoy con mas de diez millones de habitantes,
hay algo más que habitantes, está llena de situaciones
sociales y de costumbres; dentro de ésta una
que inadvertida pero pujante cubre una necesidad
socio-económica de gran soporte para la economía
nacional, "es la tienda", no el supermercado
ni la abarrotería, sino que la humilde tienda de las
cuales millones, se disputan entre sí a la clientela
en abierta competencia, llenando un lugar social para
todo aquel que se precia de ser buen proveedor
para su hogar, siendo además la tienda, base firme
para la economía y alrededor de las mismas nosotros
vamos creciendo y dejando en la tienda de nuestro
barrio, un pedazo de corazón, por su historia, para
ejemplo... un botón:
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"El niño Paquito"
En los primeros años de mi vida -tal vez seis-
despertaba por las mañanas con los agudos, sonoros
y alegres tañidos (que se deslizaban ondulantes) de
las campana, colocadas en dos altas torres en la
Iglesia de Santa Cecilia, las que madrugadoras e in
trusas se colaban por mi ventana, invitándome a dejar
mi tibio lecho.
Mi sueño tranquilo e insensible -hasta para
los terremotos- se veía súbitamente interrumpido
como que si todas las montañas se estuvieran
derrumbando, aun así, soltando de mala gana las
suaves y tibias mantas que me cubrían, me deslizaba
perezosamente tratando con mucha dificultad
de despertar...
--Vamos niño paquito, bribonzuelo, -exclamo
mi nana Licha- "levántate", depositando, a la
vez un beso en mi frente.
- Ya, ... Yaa, ; ; Ya a a ... vvo o oy.
--levántate mi niño, son mas de la cinco
y se nos hace tarde, allí detrás de la puerta, en
la mesita dejo el guacal con agua, el pichel y el
jabón. Levántate pronto que ya nos tenemos que ir.
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Iglesia de Santa Cecilia
Así sucedía todos los domingos, exactamente como
que si fuera una película repetida, pero que al
final tenía algo especial, es un poquito difícil
explicar el por qué me sentía profundamente des-
cansado, satisfecho, alegre... en paz.
DESPUES DE LA MISA y alimentado espiritualmente
con las palabras del Padre Cordoni algunas veces
y otras del Padre Ambrosio, salía a toda prisa y
cruzando la plaza de la libertad, la dejaba desva-
mecerse a mis espaldas. En esta plaza, frente a la
iglesia, nacía la avenida de San Gaspar, para morir
en la entrada de "las cinco calles" del Barrio
del Calvario, al norte; al sur había dejado el
Guarda del golfo o Guarda Viejo; Al oriente el
nada oloroso rastro de ganado mayor; y al poniente
el Barrio del Carbonero o Santa Marta.
aroma de pan horneándose...
Ya había total claridad pero el día se
enroscaba dentro de un abrigo demasiado fresco y algo
nublado. De las casas se escapaba el delicioso aroma
del café hervido, en algunas de ellas se deja oír el
palmoteo de las madrugadoras tortilleras, de una chimenea
salen serpenteantes gruesas bocanadas de humo
espeso, es de la panadería "Las tres Coronas" que a
varias cuadras a la redonda, homogenizan aromas
del pan horneándose con el de humedad de la tierra
evaporada con los primeros rayos del sol.
Mi pantaloncito corto
deja enfriar mis delgadas piernas, que mas
parecen unos huesitos cubiertos de piel canela, y
que por la boca abierta de mis zapatos se cuela indis-
cretamente la humedad, apretando el saco sin botones
contra mi pecho corro avenida abajo, peinando con
mis manos los rebeldes cabellos que reaccionarios vuel-
ven -aun mas rápido- a su siempre revuelto sitio.
Un lugarcito muy especial
Es domingo, día especial, mi nana Licha, me llevaría
a la tienda de Doña Conchita "La Mexicana"
y me dará una moneda de a dos len, para que me compre
todito lo que yo quiera. ¡Esa no era una tienda como
todas! esta tienda tenía todito lo que pudiera
haber en el mundo, me empinaba por querer observar
todo, de puntillas, sobre el piso de cemento rojo,
que mas parecía un espejo, y hechizado, embelesarme
viendo los surtidos y grandes estantes lleno
de raros botes y frascos de todas formas así como
paquetes grandes y pequeños, largos los unos redondos
o cuadrados los otros, de las esquinas colgaban
bolsas de papel manila, ramos de ajos, cebollas
barriletes, flores de papel, delantales, almanaques de
"Sánchez & de Guise" coronas de difuntos, y millones
de cosas inimaginables que cuidadosamente igual
que estanterías y mostradores todo esta cómodamente
dispuesto, de destaca un cielo de estrellas del que
cuelgan cositas sin fin... bueno, yo creo que allí
había desde una bolita de cristal -canica- hasta una
locomotora. Al pie de los mostradores descansaban
perezosamente varios costales de frutas, verduras
y granos de arroz, fríjol, maíz, café, sal,
carbón, papas... y mucho mas. Sobre el mostrador
varios frascos dejaban ver: queso, crema, achiote,
cacao, chocolate y no faltaban infinidad de dulces.
Doña Conchita, despues de mi compra, con una
sonrisa -revelando la pureza de su alma- extendía
su mano sobre el mostrador, sin dejar por eso
de alisar su delantal con la otra, y me obsequiaba
un dulce de los de a ocho por len (un centavo)
pagándome así mi perseverante asistencia dominical.
¡Así era Doña Conchita! regalaba siempre
pétalos de su corazón, e interrumpiendo a cada
rato su quehaceres domésticos para atender a la
clientela que a cada rato abarrotaba el diminuto
local...
...los rumores eran ya muy sonados
-- Guenos días niaconchita, decía una vieja clienta,
inclinando todo su peso sobre el vidrio del mostra
dor; Ya lo vido quiotra guelta quedo destripado un
Chiriz por los de la Cipa. Yo quiero unos mis cinco
len aceite del gueno.
- Buenos días tenga usted doña Carmencita, esos ca
mioneros ya no tienen ni nombre. cuénteme como siguió
don Francisco?.. va mejorando? .Ahora mismo
le doy su aceite.
--Pues afigurese aste qui asigun como syga lo voa
llevar alla porel Barrio de Candelaria, con don
Legario, que dicen quesrre gueno pacomponer esas
cosas de la pansa.
- Le aconsejo que mejor lo lleve aquí cerca en donde
el doctor Chávez, pero en fin, allá usted, llévele
esta agüita, se llama sangre de Drago, me la
trajeron de Coban, le da veinte gotas en un vaso
de jugo, tres veces al día y despues de diez días
me lo va a contar. Aquí esta su aceite!.
-- Gracias niaconchita, ay me lo apunta, loye.
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-- Guenas niña, que dice mi ama que si liace la ca
ridá, que le mande quince len de pan (diesiocho
panecillos de dos onzas cada uno) y que aquista
la libreta.
- Mira hijita, anda dile a tu mamacita que es es
mucho lo que me debe y no se si podrá pagarlo?.
-- Es que dice, que afigurese asté, que a mi apa
ya van pa'dos meses que no le pagan en el correyo
pero dice quiauste es la primera que leva venir
pa'pagar.
- "Bueno" "bueno", Ay Dios mió! me estas dando tu
Bendición al puro fiado; Esta bien, dile a tu
mamacita que se cure para que la vea por aquí,
en esta bolsa va su pan y una bolsa de café
para los niños.
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-- Muy buenos días doña Conchita; Hoy si traigo de
todo y a muy buenos precios, como don Rafita me
pago ayer, le puedo dejar todo lo que me pida,
además usted y "La Mandarina" tienen cuello.
- Hoy no... pero... déjeme ver... de todas formas
siempre déjeme, dos quintales de azúcar, una caja
grade de huevos (veinte docenas), dos cajas de
jabón, doce galones de aceite, seis quintales
maíz, seis de arroz y seis de fríjol.
militar retirado, le comentaba que los rumores
para derrocar al presidente eran ya muy sonados,
que se esperaba algo feo y a corto tiempo>.
-- Ahora mismo le traigo su pedido Doñita. Jacintooo!
Jacintooooo..! mira vos donde jodido te habías
metido, pone aquí enfrente el camión. Como le
decía, hoy si traigo de todo, usted como que
ya se olió eso de las bullas, ¿Será cierto Doña?
-una vecina que estaba atenta para echar "Pan en
su matate" y a correr a contar los chismes por
las vecindades, se metió en la conversación... -
¡Ay de mi, Don! que la boca seliaga chicharron
deben ser puras bolas, mas mejor no hable babo
sadas y dígame uste, donde loyó?
pa'decirle a mi Juancho quisíande con cuidado y
a lo mejor le meto miedo y deja de seguir chupando.
-- No, no, no, no, doñita, lo que pasa en que en las
tiendas le tienen tomada la medida a todo y así como
vemos el movimiento, así conocemos la situación, pero
lo que soy yo, mejor, "machete estate en tu vaina".
acomodada en el cuartito de atrás de la tienda, y
que le fuera firmada la factura, se fue, meditando
que la compra que doña Conchita hiciera, era más
que una confirmación a lo que se rumoraba.
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Fecha, que es historia
No quiero enredarme en fechas, pero era el principio
del mes del rosario (Octubre) y en casa de doña
Conchita todos los días se rezaba el rosario del Sagrado
Corazón de Jesús, era ya costumbre que al finalizar
el rezo, la señora regalaba cafecito caliente con
pan recién salido del horno -hecho por ella misma-
¡Era el mes de Octubre! (1944)... y despues de la
gran cuetearía, la tienda ya no abrió.
....Por las mañanas solía yo sentarme en una grada
muy alta que hay detrás de la sastrería del señor
Soto, y desde allí, frente al aserradero Suárez,
-antes fue un gran palomar- y vecina a la tienda de
vestidos de doña Maty, estaba situada la tienda de
doña Conchita que tenia por nombre "La Mexicana"
y a cuyas espaldas, majestuoso y vigilante se dejaba
ver el fuerte de San José, que al norte llega hasta
la plaza del Amate.
A pocos días de haber pasado la Revolución del
44, se veía deambular, por la calles carentes de
pavimento, a montones de gente fuereña, indios y
campesinos que se -ó los- habían metido a soldados, iban
errantes por las calles, sin zapatos, sucios, la ropa
hecha tirones, ora halando cerdos, ora halando carretas,
suplicando la caridad pública a la vez que cumplían
con el deber de registrar casa por casa localizando
las armas del cuartel destruido.
Yo todavía no me respondo, de donde había salido
tanta gente, era como que si todos los pueblos se
hubiesen trasladado a las calles de la ciudad.
En esos días, doña Conchita salía a cada rato,
cuando pasaban los soldados, ella les regalaba bolsas
mas tarde comprendí que contenían alimentos-
y cuando varios días mas tarde la tienda se reabrió,
los estantes estaban vacíos. A doña Conchita no le
importo quedarse pobre y ayudo a los hombres de
uniforme, y los que visiblemente fueron los damnificados
por la libertadora revolución.
Al invierno le siguió una estación muy fría...
ya había pasado "El Cordonazo" y principiaba Noviembre.
Hoy mi cabellera comienza a recibir los rayitos de
plata, claro reflejo de la juventud ya pasada: son
algunos cuantos y pico de inviernos de que el nombre
del General Ubico, forma la historia.
Muchas cosas olvidamos en nuestras vidas, otras no,
¡quedan indelebles! yo no podría olvidar la felicidad
que encendía a mi alma, la sonrisa -y los dulces-
de doña Conchita, todavía me embeleso al rememorar
aquella época, y al igual que a mi madre...
a ti,¡Oh! TIENDA DE MI BARRIO
" TE LLEVO EN EL CORAZÓN".
Rafael Merida Cruz-Lascano
"Del libro" El Canto de Minerva.-