PARA EL CONCURSO DE CUENTOS CORTOS
“Cuando colgué mis patines”
por Enrique A. Meitín
Como ya se había establecido por costumbre, mi hermano y yo fuimos a patinar juntos, que valga decirlo, nos sentíamos muy bien compartiendo las diversiones. Mis compatriotas generacionales y yo, que en esa ocasión conformábamos un grupo numeroso de “mataperros” del barrio, como se les decía entonces a los muchachos que jugaban solos en la calle, nos reunimos en una de las calles preferidas para nuestros juegos. A sabiendas que aquel día iba a resultar ser un feliz acontecimiento, por el hecho de patinar en grupo. Debo apuntar, que además de lo desaliñados que estábamos con pantalones remendados y alguno que otro con la ropa sucia y descalzos, que nos identificaba en nuestra pobreza infantil. Las dos cosas que nos unía a todos, era que andábamos todos en patines. Viejos o nuevos, unos con sus correas originales pero la gran mayoría atados con cordeles.
Como suele siempre ocurrir siempre que hay más de uno en un grupo a alguien para “hacerse” el mejor y además por ser todos inmaduros e irreflexivos se le ocurrió la brillante idea de acometer una “acción temeraria”. Mi hermano, que era el mayor de todos, en aquel momento la catalogó de suicida. La misma consistía en bajar en grupos de a cuatro agachados y abracados por la cintura, en una especie de “gusano”, y a toda velocidad lanzarnos en patines por una de las calles, para rebasada la primera tomar la curva hacia la próxima cuadra donde la pendiente empezaba a reducirse. De hecho se reduciría también la velocidad de nosotros hasta perder el impulso y finalmente detenernos del todo. El bando que llegara al final con mayor número de integrantes ganaría… Raudo nos lanzamos hacia el triunfo.
Casi al arrancar se cayó un primer grupo completo, al perder el equilibrio uno de sus miembros y arrastrar al resto al suelo. El segundo, evadiendo chocar con el anterior logró deslizarse y tomar velocidad… para de inmediato, antes de llegar a la intercepción, caerse casi todos de culo, mientras que los dos “gusanos” que quedaban, ---donde estábamos mi hermano y yo---, logramos rebasar la curva para seguir “que jodíamos” cuesta abajo intentando virar a la izquierda como se había acordado, sin reducir la velocidad. Uno de los grupos soltó a dos de sus integrantes quienes arrastrados por el suelo atravesaron la calle, quedando fuera de la competencia aunque sin ningún contratiempo de consideración. Los que quedaron, bien agarrados, se fundieron en un solo bloque y continuaron descendiendo a toda velocidad en pos de la victoria.
El otro “gusano” en el que estábamos mi hermano y yo, él como número dos, tras el capitán y yo a su espalda logró por suerte virar a la izquierda. Digo por suerte, porque entonces quedó demostrado que la suerte existe. Sujetado a él, en mi veloz patinar, apenas pude ver, como todos los colores de las fachadas de las casas del vecindario, se fundían en el espectro cromático, tornándose en blanco, mientras a mis oídos llegaban las protestas de los transeúntes, recordándonos a nuestras progenitoras y lanzándonos los más diversos improperios. Al brincar un adoquín, con el impulso que llevábamos, el último de los elementos de mi grupo se cayó de manera estrepitosa y fue a golpear a una señora que transitaba por la acera, tumbándola “patas arriba”, y sacando de ella insultos, donde no faltaron sinnúmeros de “coños” y “carajos”.
Si bien el que estaba detrás de mí, antes de caerse, se aferró con todas sus fuerzas a mi cuello tratando de sujetarse, estando a punto de arrastrarme en su caída. Pude con gran esfuerzo zafarme de él y los tres a partir de ese instante hecho uno solo logramos salir de la dificultad y tomar aceleradamente el callejón, acercándonos a la meta. Sin embargo, la “felicidad en casa del pobre dura poco”, y al llegar a la siguiente calle, el impulso me lanzó fuera, esta vez a mí, que sin poderlo evitar agachado como estaba pasé por debajo de un camión que atravesaba entonces la vía. El resto de mis amigos, en solidaridad conmigo pararon como pudieron para ver lo que había pasado, pues todo parecía indicar que el camión me había arrollado. De hecho concluía así la competencia, sin vencedores ni vencidos… salvo yo.
Por suerte. Otra vez la suerte, no pasó nada, pero la emoción fue mucha. Debido al susto sin hablar siquiera con mi hermano, regresé en silencio a mi casa. Entré y sin decir ni “esta boca es mía” pase por al lado de mi madre para dirigirme a mi habitación. Allí, frente a una de las paredes, vi aquel clavo, donde habitualmente colgaban los guantes de boxeo con los que practicaba con mi padre. Los observé detenidamente, luego los tomé y los arrojé al suelo. Como yo no era boxeador, pero si creía ser un buen patinador, decidí retirarme de las competencias para siempre. Entonces fue “cuando colgué mis patines”.
Etiquetas:
MUY BUENO SU RELATO, ESCRITO CON EMOCIÓN QUE TRANSMITE.
VOY A INVITAR GLOBALMENTE A QUE LO LEAN.
UN ABRAZO.
RECUERDE QUE TIENE UN COMPROMISO ADQUIRIDO EN ESTE OTRO GRUPO: CLIC-http://unionhispanoamericana.ning.com/group/grupo-para-intercambios
Un tremendo aporte el que nos has dejado Enrique con un gran mensaje... Excelente!!! Mis saludos!
Robert
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
########
© 2025 Creada por MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI.
Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio