18. TRAS LA ROJA ESTRELLA

[Gerak Jairo Millalonco Velásquez]

Una blanca estrella que con más que esfuerzo le daba letras y pan a sus crios. Inculcándoles amoríos por los valores de diciembre. Entre estos hábitos inculcados y quizás inspirados por María Goretti, estaba el de los rezos; y la inclusión en los rezos a las estrellas, de los menos afortunados. Eran las oraciones, sólo agradecimientos a quien fuera alguna vez un cuerpo, nuestro amigo celestial.

 

A pesar de las humildad de ellos y siendo siempre escueto lo compartido en la mesa, brillaban los ojos de los niños por el ejemplo de madre presente, y cada noche no como rutina sino como placer unas manos juntas y ojos al cielo, agradecían por lo lindo (aunque sacrificado) que es vivir.

 

Un mal día, justo para el 24 de este mes bendito, la armonía de los villancicos se vería interrumpida. Era una muchedumbre donde ella cruzaría, y por ayudar a alguien en peligro en la mitad de esta manada humana encontraría el final de sus horas... Contaría como, pero las lágrimas mojarían estas hojas, y no quiero compartir dolor en estos tiempos de adviento.

 

Los críos de la madre muerta han quedado sólos, y el despecho por el destino invadía su dulces ojos. Por qué nuestra madre si es tan buena, porque ha de morir justo en este día, de seguro Dios no nos quiere, y la traicionó.

 

Un silencio, enfrió hasta las moscas.

 

Trajgandose las palabras y sacando pena por las aguas de los ojos, comprendían el mensaje de la fecha, y poniendo en práctica lo aprendido eso de juntar las manos y mirar a lo divino, y de incluir en los rezos a los menos afortunados, recuerdan lo humano y lo enseñado: Consecuencia y no claudicar ante la adversidad.

 

Y aunque la blanca estrella de navidad, por la sagre de la madre ahora se vuelve roja, las manos casi benditas de sus niños, siguen hacia el cielo trasmitiendo los valores aprendidos, entendiendo que su madre dio la vida sin rencor, recordando los hábitos pulcros de su vida, entendiendo el mensaje, de nuestro gran Jesus.