25. NAVIDAD ALEGRE SILENCIOSA

[Carolina Valerio]

NAVIDAD ALEGRE SILENCIOSA

Carolina Valerio Mateos

México,  Veracruz.

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Ahí está  parado, entre un día lluvioso, con los pantalones rotos, ladrillo tras ladrillo, sus manos son ásperas dolientes, sucio, cansado, conforme, cada vez que lo miro desde el rincón donde me encuentro, desde mi ventana larga y sucia, lo contemplo entre las ramas de los árboles que en las afueras se nota,  los días pasan y pasan y no acaban, que la barda, que la losa, que los muros, que los castillos, veo que las casas empiezan a tener luces de multicolores, la algarabía de la gente en la calle, comprando y corriendo, el puntual siempre llega al mismo lugar.

Ahora toca  la pintura, colores vistosos, morados y rosados,  lilas maravillosos, casi está por terminar, se ve bien desde lejos, parece que está quedando confortable la casa, yo  diría algo majestuosa.

            Ahí está él, día tras día, siempre trabajando, siempre puntual, semana tras semana, ya lleva muchos meses, sus pantalones han dejado de tener color, se nota de lejos el cemento pegado, los multicolores encima, la tierra, la mezcla, que si las antenas no están bien colocadas, que suba al techo, que la loza hay que impermeabilizarla, que si ya no me gusto ese color, el cumple todos los trabajos caprichosos y deseables, siempre silencioso, activo, parece alegre, lámparas y candiles, todo es brillante y rebosante.

            Siempre silbando, pintando, cantando, se ve ya todo bonito , desde aquí, algo paso, me desconcierta, todos corren, gritos, llega la ambulancia, no veo más, esta ventana sucia que no me deja ver, los árboles se mueven, hay polvo y neblina afuera, me quedo intrigada, estas ventanas largas que no me dejan ver con claridad.

Hoy no lo veo, ahora es la majestuosa casa, la residencia donde cargadores corren de un lado a otro, han llegado a habitarla, adultos solemnes, solo un anciano serio, se oyen voces de niños,  la pintura perfecta el salón de juegos, que bien se mira desde lejos, todos parecen felices, los muebles nuevos, un majestuoso árbol de navidad, las televisiones enormes, el jardín, estrenan la alberca, hasta aquí me llega el olor a carne asada y pavo en el horno, la alegría, los gritos, huele como a fiesta, ¡ qué casa!, que bien le quedo, cuanto trabajo, cuantos días, cuantas noches, hora tras hora, siempre silencioso.

 Esferas por toda la casa, regalos, arreglos de renos y miles de luces multicolores, todos están felices, ropa con olor a nueva, zapatillas rojas, vestidos entallados.

Pero el vuelve a llegar, entra, aparece otra vez sucio, el pantalón roto, aun con cemento, él nunca estrena nada, ni siquiera en navidad,  el día está lluvioso, camina lento, conoce esa casa palmo a palmo, parece que se escucha a sí mismo, con pesados botes de cemento, sobre sus hombros, corriendo entre las escaleras sus manos maltratadas están ahí en cada ladrillo,  en cada muro, en cada castillo, en cada brochazo de pintura, nadie lo recibe, nadie le da las gracias, nadie se alegra al verlo,  nadie le abre las puertas ni le invita un café, ni le da un regalo de navidad, pero el llega se mete por todas partes, camina, acaricia con su mirada la casa, admira su obra,  las luces multicolores  iluminan todo, su rostro parece feliz, traspasa silencioso nuevamente las paredes y se va, nadie lo mira.