ENSEÑANDO A VIVIR UNA NAVIDAD CON AMOR.
De Marga Mangione
Cada vez que se acercaba Navidad, mi padre insistía con pasar la Nochebuena en casa de sus hermanos, pero mamá quería estar con los suyos. Nunca se pusieron de acuerdo en alternar un año con unos, y el siguiente con los otros, lo que ocasionaba las consabidas peleas entre ellos, colmándonos de tristeza a mis hermanos y a mí…
Éramos chicos aún, tendríamos entre cinco y ocho años, pero cansados de esa situación, decidimos que esa vez, no estaríamos para asistir a la discusión previa al viaje a casa de los tíos.
Mamá nos bañó y acicaló con nuestras mejores galas, mientras por sus mejillas rodaban lágrimas de pena y de rabia. Creo que tal vez ambas eran la misma cosa para ella. Cuando se dirigió a su habitación para vestirse, aprovechamos para salir sigilosamente sin hacer el menor ruido. Nos fuimos a casa de doña Lucía, una mujer bonachona y alegre, que había sido amiga de nuestra abuela Rosa, ya fallecida.
Ella solía cuidarnos cada vez que nuestros padres tenían algo urgente que hacer y no podían llevarnos. Mamá nos daba una notita, y ella nos atendía hasta que volvían a buscarnos. Mi hermana mayor se había guardado una de esas notas, que rescató la última vez que estuvimos allí. La había guardado doblada con prolijidad en uno de sus bolsillos, para utilizarla cuando fuese conveniente. La ocasión había llegado…
Al llegar a casa de doña Lucía se la entregó con su mejor sonrisa. A ella le extrañó que justamente esa noche no pudiéramos estar con nuestra familia, pero yo me apresuré a decirle que un tío lejano había sufrido un grave accidente, y tuvieron que viajar con urgencia a La Pampa. No sé cómo se me ocurrió esa provincia, pero mi respuesta fue tan convincente, que la señora nos hizo pasar con un gesto de pena, mientras nos acariciaba la cabeza con ternura…
Su casa era enorme y estaba llena de gente. Abuelos, padres, hijos, nietos, primos, tíos, todos contentos y felices de reunirse en familia para una fecha tan importante. Había comida y bebida en cantidades impresionantes, nunca habíamos visto una mesa con tantos manjares juntos.
Corrimos a juntarnos con los más chicos y nos divertimos como locos. Al llegar la medianoche, todos retiraron sus regalos, colocados debajo del enorme árbol armado en un rincón del gran comedor. También hubo para nosotros, pues doña Lucía era previsora, y siempre ponía algo de más por si llegaban visitas inesperadas.
¡Jamás habíamos pasado una fiesta más feliz! Estábamos tan contentos, que ni siquiera se nos ocurrió pensar en el dolor y el miedo por el que estarían pasando nuestros padres.
Muchos familiares de doña Lucía se quedaron a dormir allí, ya que pasadas unas pocas horas, disfrutarían juntos del almuerzo. Se acomodaron y nos acomodaron a nosotros en camas y colchones tirados por todas partes. El calor reinante no fue obstáculo para que todos nos durmiésemos como lirones de inmediato.
Serían más o menos las diez de la mañana cuando escuché gritos airados en el patio. Me pareció que una de las personas que gritaba era papá. Me apresuré a despertar a mis hermanos y juntos corrimos a escondernos detrás del sillón donde dormía el hijo soltero de doña Lucía. Temblábamos de miedo mientras nos mirábamos sin saber a qué atinar... Miguelito me dijo comenzando a llorar:
-Me hice pis…
Era lógico. Sus escasos cinco años no pudieron soportar tanta tensión. Lo abracé con fuerza. Mi hermana y yo lo habíamos arrastrado a esa aventura que tal vez nos traería terribles consecuencias… Alicia salió delante de nosotros y encaró a papá con el rostro impasible. Habló sin inmutarse:
-Está bien papá. Ya nos encontraste. No le digas nada a doña Lucía. Ella no tiene nada que ver. ¡En casa hablamos…!
Ocho años tenía mi hermana querida. Tan sólo ocho años, pero era muy valiente. Tomándonos a ambos de la mano, salió de allí con la cabeza en alto. Jamás olvidaré el rostro de asombro de mi padre. No hablamos en el camino. Al llegar, encontramos a mamá deshecha en lágrimas. Su rostro estaba descompuesto, sus cabellos desordenados, jamás la habíamos visto así. Recién entonces tomamos conciencia del mal que habíamos hecho… La pobre nos abrazó con desesperación. Feliz de estar otra vez con sus hijos adorados.
-¡Quiero ya mismo una explicación! -exclamó papá-
Alicia tomó la palabra:
-Es muy simple papá. Nos cansamos de sus peleas. Nosotros tenemos derecho a pasar una Navidad feliz, no entre gritos tuyos y llantos de mamá. Decidimos que esta vez iba a ser diferente, por eso nos fuimos a lo de doña Lucía. Allí todo es alegría, hay amor, se divierten, nadie grita… Si quieres castigarme, hazlo…
Mamá preguntó con asombro:
-¿Cómo hicieron para que ella no se diera cuenta que se habían escapado?
-Le dimos una notita tuya. Era de la última vez que fuimos. La guardé por si algún día la necesitaba. -¿Quién de ustedes planeó todo eso? -inquirió papá, todavía furioso-
-¡Yo solita! -dijo Alicia- Los chicos sólo me acompañaron… Mamá y papá se miraron. Ambos tenían los ojos llenos de lágrimas. Ella dijo con pena:
-¿No pensaron en el dolor que nos causaban?
-¿Ustedes alguna vez pensaron en el dolor que nos causaban a nosotros? -preguntó Alicia desafiante- ¿Pensaron alguna vez que la Navidad es la fiesta del amor y la familia, no la de los caprichos y la soberbia?
-Es verdad Marta. –dijo papá con tristeza, pasando su brazo sobre los hombros de mamá, y apretándola contra su cuerpo con cariño- ¡Nunca lo pensamos! Tienen que perdonarnos chicos. Desde ahora en adelante, en esta casa la Navidad será la fiesta de la familia por excelencia. La pasaremos aquí, y recibiremos a todos los que quieran unirse a nosotros. ¿Les parece bien?
-¡Siii...! -gritamos contentos los tres-
-¡Bueno! -exclamó mamá riendo- ¡A lavarse las manos que prepararé algo para comer!
En ese momento sonó el timbre. Eran nuestros tíos y nuestros primos. Todos. Los de la parte de papá y los de la parte de mamá. Se habían enterado de lo sucedido y venían trayendo la comida que tenían en sus casas, para que todos juntos, pasásemos una hermosa Navidad. Transcurrieron más de sesenta años desde aquél día, pero mis hermanos y yo, jamás lo olvidaremos… ¡Fue la primera de las mejores Navidades de nuestras vidas!
Marga Mangione
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hermosa historia Marga, llega un día que los niños enseñan a sus padres y si eso sirvió a toda la familia , tanto mejor.
en tu relato luce la figura de una chiquilla muy valiente e inteligente que supo buscar la estrategia para un cambio
felicidades.
Marisa
Gracias Marisa!
Escribí esta historia pensando en la diferencia que existe con los niños de ahora, a la época cuando nuestros padres o nosotros éramos chicos... Antes, por lo general, los hijos no tenían derecho a opinar, pero esa niña tuvo la valentía de enfrentar la situación. Gracias a Dios ahora los padres escuchan a sus hijos.
Un abrazo
Marga
Hermosa historia de Navidad, Marga. Quiera Dios que en las mesas de Nochebuena, las familias estén en Paz y Armonía. Felicitaciones.
Marga ¡ que buena historia! Tanta gente se identificará con tu relato... Espero para todos nosotros una Navidad en Paz, con mucho amor, salud y felicidad.
Hola amiga, verdaderamente los padres cometemos errores debido a nuestra inmadurez, pues cierto es que aprendemos a ser hijos cuando somos padres y a su vez siendo abuelos comprendemos el significado de ser padres. Las discusiones, los desacuerdos casi siempre son por vanalidades por que muchas veces desconocemos ese valor tan importante en estas fechas que es la generosidad pues si lo conocieramos estariamos dispuestos a dar en lugar de exigir el cumplimiento de nuestros deseos o necesidades. Amar es ser generoso y humilde principalmente con quienes se ama.
Felices fiestas amiga mia.
me gusto mucho el cuento y encuentro que deja interesantes enseñanzas.
Tal como comentas los niños de hoy expresan sus sentimientos y sus inquietudes cosas que nuestra generación no hacia.Felicitaciones por tan lindo trabajo
Felicitaciones Marga. Parece que los argentinos hemos sido bien recibidos en esta Navidad. Que Dios te dé todo lo que deseas y te bendiga abundantemente. Beso.
Hola Marga, os felicito por tan merecido premio. Te abrazo.
Querida Milagros! Qué gran alegría me has dado con este premio! Muchas gracias! Me siento muy honrada al recibirlo. Esto me da fuerzas para seguir adelante, mejorando cada día más mis escritos!
Un abrazo enorme a los miembros de SVAI y muy Felices Fiestas para todos!
Marga
Gracias querida Vilma! Muy Felices Fiestas junto a tus seres amados!
Vilma Lilia Osella dice:
Marga ¡ que buena historia! Tanta gente se identificará con tu relato... Espero para todos nosotros una Navidad en Paz, con mucho amor, salud y felicidad.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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