FIDELINA
Chicho sintió que los primeros raspes que le daba El Cuentero le hicieron un asiduo a las conversadas de limonada y maní tostado. Desde ese día, no dejo de ir por las tardes a “La Tarraya”.Aprendió a disfrutar de la acogedora sombra del aguacatero en el frente de la casa, sin menospreciar el lindo jardín de la casa.
Allí ocurren hermosos atardeceres de un profundo color naranja que se sumerge en el horizonte de pinos que bordean la parte occidental del paisaje.
Chicho, unas veces acompañaba a Braulio en las faena del campo y otras salían a caminar juntos por la campiña., siempre terminaban sentados bajo la sombra de un árbol , haciéndose cuentos entre ellos mismos.
Así comenzó esa amistad que no tiene fin. Chicho vivió y disfrutó del placer de aquellos sentimientos que tanto lo habían sorprendido en su vida.
Una de esas tardes vio a una guanaja de color cenizo que guiaba a diez pichones hacia el ateje. De inmediato, Braulio lo tomó del brazo y lo llevó hasta la sombra, donde la madre y sus pichones comían del rojo frutillo que caía del árbol, y le dijo:
-Aquí te presento al ave de corral más fiel de mi finca, por eso mi hija no se equivocó cuando le puso de nombre “Fidelina”. Hoy por hoy es la preferida , por su constancia ¡yo creo que hasta tiene su personalidad!
A Chicho le pareció que Braulio exageraba, y por su expresión de sorprendido el cuentero se dio cuenta de haberlo capturado “in fraganti” así, se aprovechó:
- Siéntate que vas a conocer una historia , pero como todas mis historias es la pura verdad, no lo tengo que jurar.
Recostado al tronco del árbol Braulio se frotó las manos con un gesto de alegría y comenzó:
“! Fidelina caray! Ahí donde tú la ves, llegó a mi finquita por un capricho: Resulta que un día de feria agropecuaria nos fuimos para el mercado en busca de las cosas necesarias para la casa, tú sabes: sal, azúcar, ropas y algunas conservas, lo que nosotros no podemos hacer acá, ni salen de la tierra. Nada, que andando y mirando por las tarimas: Tina, mi niña le cogió lástima a una guanajita to despluma , la agarró y se la puso debajo del brazo con la decisión de traerla pa la finca. No hubo Dios que le quitara la idea y mientras más tratábamos de convencerla ¡más plantá la chiquilla!, hasta que se le encaramó a la cabeza lo de rubia y en una ráfaga de palabras me dijo:
-¡Mire papá si usted no la compra yo me gasto el dinerito que tengo ahorrado para mis quince, y me la llevo!
– Yo no se que le vio ella a ese bicho porque estaba feo a más no poder, en fin, la compré y aquí está, tan Fidelina como ella misma.
Chicho se impacientó, por que Braulio no acostumbraba a introducciones tan largas , eso lo hacia desconfiar un poco, sin temer a un reproche del cuentista, lo conminó a seguir.
-Esta bien pero no te impacientes,.
“La verdadera complicación en la historia de Fidelina comenzó cuando se enamoró de un guanajote grandísimo que empezó a darle vueltas todos los días por la orilla de la presita. El animal impresionaba a cualquiera, se inflaba y abría las alas como un dragón y no cesaba de gritar el “Glu- bu- bu- lú” como advirtiendo a los otros animales que el era el dueño y señor de Fidelina. De más estaría decirte que se aparearon y como todas las guanajas, Fidelina empezó a prepararse para tener familia”
- ¡Ahí la tienes, esta es su cuarta generación de guanajitos! dijo Braulio satisfecho y orgulloso a la vez.
“- El asunto se siguió complicando al darnos cuenta de que Fidelina desaparecía de la finca todos los días, desde que amanecía hasta que comenzaba el anochecer. Llegaba al gallinero desatinada, cansada y las plumas alborotadas, casi no comía y enseguidita se subía en su lugar de dormir. Al otro día volvía a hacer lo mismo. Así estuvo un tiempo hasta que decidí seguirla. Muy preocupado esperé al domingo.
Al cantío del primer gallo me tiré de la cama y sin tomar café me aposté en la guardarraya, detrás del mango macho, para que Fidelina no me viera siguiéndola. Pasó por mi lado como alma que lleva el diablo y enfiló camino al paradero del tren. El animalito llegó justo con el pitazo de la locomotora para salir, y se subió al cabú con increíble destreza. Tuve que apurarme para poder subir en el último vagón y observarla .
Dos horas duró aquel viaje, yo no pude ver que hacia en el cabú durante el trayecto pero cuando el tren se acercaba al paradero de Artemisa y disminuyó su marcha, vi como Fidelina se lanzó al crucero de los caminos que van hacia Cayajabos, un pueblecito cercano a la ciudad de Artemisa. Me tiré del tren y seguí a la guanajita por más de cien metros monte adentro, hasta que llegó al patio de una casa grande con un portal corrido y techo de guano. Una vez allí desapareció, y no tuve otro remedio que esperar hasta la hora del almuerzo. Los dueños de la casa estaban para las faenas del campo.
“ ¡ Porque yo tenía necesidad de que saber! Había hecho el viaje y a esa hora ya estaba con los sesos en agua, sin encontrar una explicación lógica para ninguna de las preguntas que se me ocurrían”.
Braulio se quitó un momento el sombrero para rascarse la cabeza y cambiando el tono de su voz, comentó:
- ¡No, si cuando yo lo digo! –Mira pa´cá –dijo, tocándo la rodilla a Chicho y siguió-¡Nada hay en el mundo más efectivo que un ratico atrás de otro! ! que un día atrás de otro! ¡que un año atrás de otro! ¡El tiempo lo dice todo! ! lo descubre to-di-ti-co! Sólo tuve que esperar a que aparecieran.
“- El primero en llegar fue el señor al que Tina le compro la guanajita despeluzá. Venía riéndose con la mano extendida, como si me reconociera, ¡pero no! Es que los guajiros acogemos las visita con mucho entusiasmo.
Después de explicar a la familia completa lo que me había traído a su casa y de soportar sus carcajadas, me invitaron a saborear un rico plato de harina con boniato y manteca de puerco. ¡Que bien venían a esa hora! Durante el almuerzo, los muchachos de la casa no dejaban de reírse. A cada momento uno de ellos se soltaba a reír y los demás lo seguían hasta llegar al llanto. Ya eso me molestaba .
Fue el mercader quien me tiró el brazo por encima y me llevó hacia el patio, más atrás de la arboleda de mangos donde estaba el gallinero y me dijo:
- Mire Braulio, todos los días, poco después que se siente el pitazo del tren , se nos aparece la misma guanaja que usted ha venido siguiendo. Llega con mucho apuro y se sube al cajón de las ponedoras y ahí se pasa el día echada hasta que siente el regreso del tren y sale como una tromba rumbo al crucero y se va. Todo esto lo sabemos por que también nos picó la curiosidad y durante varios días los muchachos la estuvieron siguiendo. ¡Claro, hasta ahora no sabíamos de donde venía! Sólo llegaba, ponía su huevo y en la tarde se iba. Nunca le cerrábamos las puertas del gallinero !por si las moscas! ¡Mírese usted! ahora se me aparece y resulta que es el dueño. Y también nos propusimos respetar a… Fidelina ¿dice usted que así se llama la guanaja?
- ¡Si…si!…ese nombre se lo puso mi hija, la misma que se la compró a usted en el mercado de La Línea.
- ¡Valla usted a saber por qué ese animalito ha seguido viniendo hasta aquí!- exclamó el hombre.
Braulio se levantó de su asiento y dando pequeños paseitos de impaciencia trató de concluir su historia.
“Lo cierto es que nunca más nos hemos vuelto a preocupar por el viajeteo de Fidelina. Cada vez que se pierde, sabemos que comienza a poner y sólo tenemos que ir a la finca del mercader a recoger la cría cuando saca sus pichones, nada más que para ayudarlos a subirse en el cabú del tren, pues los guanajitos son muy pequeños.
¡Para decir la verdad! Yo siempre he pensado que esa actitud de Fidelina no es otra cosa que su apego por el terruño en que nació. ¿Acaso no tienen su orgullo los animales?”
Braulio terminó la historia y quedó en silencio durante un rato, como si sintiera el deseo de seguir meditando acerca del asunto.
Chicho no tuvo ningún comentario que hacer, pero cuando decidieron regresar a la casa, iba cabizbajo pensando en su vida, en el futuro. La historia de Fidelina le había causado un alto sentimiento de amor por el mundo que le rodeaba.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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