La niña de Guatemala
Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda. ...
Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores. ...
Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.
Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida! ...
Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!
Poemas de José Martí José María Izaguirre nos provee información de la relación entre María García Granados, “La Niña de Guatemala”, y José Martí: ...“Entre las familias más entusiastas por él se contaba la del general Miguel García Granados, distinguido por su valor, ilustración y patriotismo, y por haber libertado a su patria de la teocracia en que la tuvieron sumergida por largo tiempo los fanáticos gobiernos de los presidentes Carrera y Cerna. La familia del general García Granados era numerosa y se hacía notar por su cultura y amabilidad; presentado Martí a ella, fue recibido cordialmente, y pronto llegó a ser uno de sus amigos más adictos. “Entre las hijas del General había una llamada María, que se distinguía de sus hermanas como la rosa se distingue de las otras flores. Era alta, esbelta y airosa: su cabello negro como el ébano, abundante, crespo y suave como la seda; su rostro, sin ser soberanamente bello, era dulce y simpático; sus ojos profundamente negros y melancólicos, velados por pestañas largas y crespas, revelaban una exquisita sensibilidad. Su voz era apacible y armoniosa, y sus maneras tan afables, que no era posible tratarla sin amarla. Tocaba el piano admirablemente, y cuando su mano resbalaba con cierto abandono por el teclado sabía sacar de él notas que parecían salir de su alma y que pasaban a impresionar el alma de sus oyentes. “Tenía veinte años de edad, y hasta entonces había permanecido insensible a los tiros del amor. Su familia era su encanto y a ella consagraba los tiernos afectos de su corazón. Sin embargo, desde que Martí frecuentaba la casa, se notó en ella cierta tristeza que nadie se explicaba, así como el silencio en que se encerraba delante de el. Era evidente que algo pasaba en su interior; pero ese algo nadie se lo explicaba y quizás ella misma ignoraba la causa de lo que le pasaba. “Lo que sí sabía ella era que cuando veía a Martí experimentaba un deleite supremo y que cuando él estaba ausente su tristeza aumentaba, su ansiedad de verlo era mayor y no cesaban estos tormentos hasta que él se hallaba de nuevo en su presencia. “Este sentimiento, desconocido para ella, fue creciendo de día en día hasta tomar los caracteres de una verdadera pasión, y aunque ella lo disimulaba por el recato propio de una joven educada en el amor a la honra, bien comprendió Martí lo que le pasaba. Caballero ante todo, y ligado por igual sentimiento a otra mujer a quien había jurado ser su esposo, se abstuvo de fomentar con sus galanterías o con demostraciones de afecto aquella pasión que parecía próxima a tomar las proporciones de un incendio. Su papel se limitó desde entonces a tratarla simplemente como amigo, y fue separándose de la nasa poco a poco para que María comprendiese que no debía entregarse al sentimiento que la dominaba, pues por más que él reconociese sus merecimientos, como los reconocía, y que simpatizase con ella, no podría corresponder a su pasión.”