EL HIJO

[Carlos Aníbal Arboleda Martinez]

Cuando llegaba a la casa un presentimiento le golpeó el pecho...

La puerta estaba abierta y los vecinos ausentes.
Se paró en el umbral, vio todo revuelto, los paquetes que traía se le cayeron al sentir el grito de ¡Alto! A sus espaldas.

Entonces apareció el oficial, un tipo rubio de mentón cuadrado, ojos celestes y sarcásticos.

-¿Así que también tenemos a la palomita?-

Dos soldados terminaban de derribar un mueble lleno de platos. El ruido retumbo en toda la calle.

-¡A ver, recluta!, acompañe a la señorita al camión, ya hablaremos luego...-

La bajaron de una patada, la violencia le provocó náuseas, un chorro de agua sucia arrojada a la cara le borró los restos del vómito.
Quiso preguntar; el rostro impávido del soldado no permitía ningún cuestionamiento.
(Donde esta Pablo)... (Mi Papá, mis hermanos, Pablo, Pablo...).
Fue llevada a empujones al escritorio del oficial al mando del procedimiento.

Bueno, bueno, aquí tenemos a la palomita, ¡¿Dónde fue la reunión del domingo, cuántos integran la célula, quién es el contacto directo?! ¡Hablá, hablá carajo!-

El cachetazo tuvo como consecuencia que al caer rompió parte de su ropa.

-Así que la paloma tiene lo suyo...-

-¡Recluta lleve a la señorita a que se arregle un poco!...Esta noche me la trae...-

Fue largo el tiempo de torturas diversas. Allí supo del asesinato de Pablo, la desaparición de sus hermanos, la muerte de su padre en tortura.
Después de unos meses los malos tratos se aplacaron. Estaba embarazada, la violación cotidiana de los primeros días dieron su fruto.
Al nacer la criatura, se la quitaron, una pareja de carceleros se hizo cargo del paquete.

Eran los finales de la dictadura.
Por un acuerdo oculto entre los militares y un grupo de civiles que pasarían a gobernar en democracia, se arregló que los presos que aun quedaban fueran puestos en libertad.
Un luminoso día salió de la cárcel con otras mujeres.
Pero todo no fue tan fácil. Los verdugos cumplieron con la consigna de:

“Si no los matamos los vamos a volver locos”.

Silvia fue considerada enferma psiquiátrica y entró en un programa de recuperación.
Luego de unos años comenzó a colaborar con un grupo de madres que perdieron a sus hijos en dictadura.
Se tomo en serio la lucha y poco a poco se fueron poniendo en claro varios casos.
Unas amigas que sabían de lo suyo iniciaron, bajo cuerda, una investigación que dio con el paradero del hijo de Silvia.

Eduardo, en Argentina lideraba un grupo de hijos de padres desaparecidos.
Al nacer fue adoptado por unos funcionarios con más lacras que virtudes.
Cuando tuvo la mayoría de edad se escapó iniciando una vida más provechosa en la que incluyó la averiguación de sus orígenes.
Una ves en contacto con el grupo de madres uruguayas cooperó con los procedimientos que incluyeron documentos, análisis de sangre, etc., etc.
Después de verificados todos los informes, se instrumento el encuentro.
Los amigos de ambos se hicieron cargo del choque emotivo que ocasionaría el descubrimiento.

-Tu hijo es estudiante avanzado de abogacía y líder de un grupo de Hijos de Desaparecidos en Bs. As.-

-Tu madre es una de las más grandes luchadoras de los derechos humanos en Uruguay -.

Se acordó el encuentro en un lugar tranquilo y acogedor, la casa de uno de los médicos de la agrupación.

Eduardo, ansioso, miraba la puerta detrás de la cual su madre sentada ante una mesita, esperaba retorciendo un pañuelo con los ojos cargados de ternura.

La puerta se abrió, la esbelta figura del joven entró en la habitación y la madre levanto lentamente los ojos...

En su interior empezó a nacer un grito angustioso y se desataron los mil demonios de la locura.

Eduardo era la viva estampa de su padre…

Carlos Arboleda

09 / 06

[Carlos Aníbal Arboleda Martinez]

Como homenaje a tantas madres que aun sufren el dolor de haber perdido el derecho a la felicidad por unos innombrables delincuentes "dueños de la verdad" y sus cómplices...

[Josefina Camacho]

!!SIN PALABRAS!!! abrazo compañero ...hasta siempre.