VISTA DEL DILUVIO DESDE LA VÍA ESPAÑA
Las lluvias torrenciales se habían generalizado en todas las zonas de clima tropical. El mar rugía amenazante en las costas y parecía querer invadirlas de nuevo con fuerza arrolladora. Los noticieros dan cuenta de una permanente concatenación de catástrofes climáticas a nivel global. Las enfermedades y las muertes se esparcen a cada palmo con tenaz consistencia y los congresos, reuniones internacionales y dictámenes de expertos se suceden sin solución a la vista. La Tierra sufre los excesos a que le hemos sometido sus habitantes.
Acostumbrado a leer entre comillas y escuchar las noticias con un escepticismo más que justificado, no me queda otra cosa que sufrir aquellos aguaceros que terminan por perderse en los rincones del tiempo, borrando los días y los meses. Mientras, remo en mi balsa por plena Vía España (otrora gran avenida comercial), para realizar mi faena, si a dicho oficio puedo llamarlo un trabajo.
Empecé por establecer un plan de supervivencia, no quería aparecer en la sección de páginas y páginas de obituarios que ahora contiene el único periódico que existe. Ni hablar de los cables internacionales que anuncian dudosas soluciones, la evidencia contra toda aquella propaganda que yo denominé “calma pueblos” sigue siendo el desastre cotidiano.
Para bien o para mal, preferimos hundirnos en los actos cotidianos, aturdirnos en el esfuerzo y apostar a la esperanza, pienso que es una especia de acto reflejo. Pero no creo que sea un desatino especular que nos acercamos al final. Sí, sí, al final. Para qué mudarme de ciudad, de país, cuál sería la diferencia. Todos estamos empantanados en el mismo problema. Cambiar de hábitat no es fácil, cómo voy a sobrevivir. Por lo menos aquí recibo un pago por lo que hago. ¿Qué cual pago me preguntan? Bueno, unas exiguas raciones alimenticias, ropa y medicamentos.
Por cierto, no les he contado mi labor. Es una encomienda del gobierno dada a algunos que como yo tenemos conocimientos en buceo, navegación o cualquier cosa similar. La tarea consiste en recoger cadáveres (¿repugna no?). Cadáveres que flotan o no por toda la ciudad. Es imperativo eliminarlos, perdón, darles digna sepultura con el fin evitar brotes epidémicos. Generalmente los arrojan en fosas comunes y luego les prenden fuego.
Al principio, me resultaba una actividad horrible, pero a todo se acostumbra uno. No hay nada más elástico que el hombre. Con la práctica, se me ocurrió que a causa del tamaño de mi embarcación debía conseguirme una soga y atarle varios ganchos. Allí engarzo los cuerpos y con el bote los arrastro. Flotan tranquilos en una larga fila que apenas deja una pequeña estela en la quietud del agua. Ondas perplejas por el horror que reina.
Recoger aquellos cadáveres no es fácil, se empecinan en permanecer trabados en algún escombro allá en el fondo. En aquellas ocasiones tengo que luchar por destrabarlos. Es frecuente que algún miembro quede adherido para festín de los peces, pero me es imposible permanecer mucho tiempo bajo el agua. Y es que en aquellas oquedades de edificios destrozados en las profundidades del descuido universal habitan toda clase de especies marinas y no cuento con equipo apropiado para defenderme de los depredadores. En días de suerte, logro recabar hasta seis o siete infortunados. Por los niños me contabilizan medio cuerpo, pero me resisto a dejar de recogerlos - cosa que con frecuencia veo hacer a otros -. Siempre he creído que ellos me indicaban su ubicación haciendo ondular sus cabellos sobre la superficie o allá en el fondo.
Muchos miran mi labor con desprecio. Yo procuro repetirme que cumplo con una labor de salvaguarda, pero la verdad ya estoy cansado del desprecio de los vivos y del horror que con frecuencia me ocasionan los muertos. No es grato, ya lo dije, ¿lo dije no? manejar aquellos cuerpos desfigurados hasta la irrealidad.
Creo que mi tiempo en este oficio se va terminando, ya hasta me asquea tocar otro ser vivo. Tengo que buscar otra cosa que hacer y pronto. Pero qué otra actividad podría realizar en medio de toda la destrucción que me rodeaba, y qué futuro nos deparaba la existencia a los sobrevivientes. No se la respuesta a esta preguntas, pero tengo que luchar por sobrevivir, ¿tengo otra alternativa?
El sol se oculta tras los edificios que aún se mantienen en pie, hay que apurar el paso. Los dejo, si sigo hablando con ustedes seré presa fácil de aquellos que salen a cazar de noche.
Corran a esconderse...
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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