Ola
Era de agua y cristal, de alondras era;
festiva, transparente, temblorosa.
Escondida en mi abrazo
se le apagaba el mundo, tan absorta,
y erradicaba el mío de igual modo.
Entraba por mi piel como se aloja
la lluvia en el cultivo,
en compulsiva impregnación de esponja.
La amé como quien sabe introducirse
por su traslúcida fachada, y toca
con manos de ángel el terreno místico
de quien en su interior se desmorona.
Y la amé con la táctil diligencia
de quien recrea su aquiescente forma,
impúdico alfarero
de sus líneas curváceas y redondas.
No entendía el futuro,
ni siquiera el pasado. Era gaviota
revolando en las playas del presente,
era en único mar única ola,
en persistente ascenso
sobre la arena de mi piel, estrofa
de poema de amor interminable
creado en forma oral por ella sola.
Me decía: La playa no se mueve,
recibe el agua en fluidez o en tromba,
que avanza y se retira,
para volver de nuevo, hora tras hora.
Vendrá tu turno, y entrarás al agua
de este mar que te adora,
con tu braceo de hombre vigoroso,
y todos los recursos de tu alforja.
Pero éste es mi momento,
que sobre ti galopa.
Y a la inmovilidad me doblegaba,
a punto de estallido en cada gota.
Sufrí en esta quietud, yo, el hombre activo
que proyecta y dispone la tramoya
de la escena emotiva,
mas descubrí el placer de la gozosa
entrega que recibe arrebatado
tal avalancha de espontánea gloria.
Me cubrió con su espuma, se deshizo
sobre mi piel en pétalos de rosa,
nereida de mis sueños…
Aún escucho el murmullo de las olas.
Los Angeles, 5 de septiembre de 2010
Ver mi primer poemario de Septiembre en
"Como el agua"
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