Casi estoy
en el ocaso de mi vida
y mis pies…,
mis pobres pies
aún pisan la tierra
que mañana los ha de cubrir,
sin calzado
que los cubra.
Están cansados
de sentir el abrazo
que lastima y que duele
de la tierra amada.
En verano queman la piel
el caliente suelo,
y en invierno
a sus gritos los ahoga
el viento que baja de la sierra
gélida, como la misma tierra
que lastima mis sufridos
pies.
Cuantos años de dolor,
de esperanzas muertas
y miradas, que se las han
llevado los sueños
año tras año.
¡Y sigo sola, igual como ayer!
sin nada que cubra
mis ansias, las menos imaginadas
y a mis miedos los he sofocado.
Sola aquí…,
meciendo mis sueños
rodeada de una pobreza
inimaginable para algunos
pero tan real como el sol
en mí vida, hace años.
Mecen mis sueños
solo una vieja hamaca
colgada de los palos
de lo que parece ser una choza
y en ella solo desnudez,
la misma que pisan
mis cansados pies.
Me pregunto
¿es que dejé volar mis sueños?
y otros ¿supieron hacer
con ellos,
lo que yo no supe hacer?
Espero día tras día
y noche tras noche
que esta vieja hamaca
siga meciendo mis sueños,
si es que aún los tengo,
cansados de sufrir
curtidos del dolor y
abrazados ellos a mí
pobre humanidad y
aferrados a no sé que cosa.
En el ocaso…,
mece mis pies
la raída hamaca colgada
en la vieja ramada
que remeda ser mi hogar,
¡aquí, en la intolerancia de la
necesidad!
donde no hay nada
que pueda cubrir expectativas;
igual llueve adentro que afuera
igual hay sol dentro que fuera
igual cala el frío adentro que afuera
lo único…,
es que estoy dentro yo
casi en el ocaso de mi vida
con los pies al aire,
mis cansados pies
pisando la tierra
que en ella se habrán de perder.
Hermosillo, Son. a 26 Octubre de 2009
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