Actos del alma

[Abraham Arteaga]

Lo que más temía era caminar con sus recuerdos que no lo dejaban ni hablar estando una persona a su derecha que no existía una completa sombra que iba tomando forma.

 

Atraído por su silencio había algo que si sabía pero tampoco lo sabía. Secretos que eran guardados se habían desnudado por completo en el viento, le hablaban y besaban su esencia. En una mano sostenía una promesa en la otra una cicatriz que fue forjada oír el perfume de su cuerpo, sus manos, sus ojos, su pelo, su piel.

 

Sentado permanecía junto al mar, el tiempo se había escondido, el cielo se había marchado el eco de mar abrazaba todo, quizás eso era lo único que cargaba consigo mismo.

Oscuro y tranquilo se veía a su alrededor miro con serenidad esa callada imagen que reflejaba una mujer.

Minutos atrás se ya todo se había hecho polvo.

Su Utópica ilusión se había hecho piedra esa voz dormida que retumbaba en su cabeza lo había llevado sobre aquella imagen de esa mujer que había tomado vida.

Nunca había contemplado tanta melancolía junta era como que su dulce voz caminara en su pecho deseaba tocar sus manos y juntarlas con las suyas

Absorber ese frio tan ingrato que la quemaba por muchos años de tanta soledad.

 Su cuerpo era la Cruz de lo prohibido y lo inadvertido un suave veneno tocado tocado por la cicatriz. Ambas miradas fingían razones, sus labios decían lo contrario la cristalina mirada de sus ojos deseaba escapar pero a la vez no, mientras ella sonreía dolorosamente el miraba como ese retrato de sepia se mantenía inerte.

Todo se veía indiferente al  igual el mar, el viento, la ausencia de la luz, de la nada de todo y de sus mudos testigos lo que ahí despertaba ahí moría. Lo que más deseaba era ser llevado y volver.

[Norma Cecilia Acosta Manzanares]