Capítulo II
Samara se horrorizó ante lo que estaba escuchando y en ese momento se le vinieron a la mente las charlas con su difunta abuela, en las cuales Antonia terminaba quebrándose sin revelar la razón de su congoja.
El Dr. Farfán continuó…
-Esto me lo confesó mi padre apenas tuve capacidad para entender. Y ahora convendría que empecemos a tutearnos, al fin y al cabo somos familia, pues la mujer abusada era tu abuela Antonia, y quien la embarazó fue mi padre.
Samara ya suponía esto luego de haber hilvanado los hechos, pero ello no impidió que reaccionara dándole un cachetazo al letrado. A continuación le gritó en forma contundente, en tanto lo miraba con desprecio:
-¡Así que somos familia, mire usted!… ¡Y me lo dice con esa naturalidad!
-Comprendo tu reacción, mi querida sobrina… y ahora permíteme continuar. Según supe, tu abuelo contrajo una enfermedad que lo dejó estéril luego de que naciera tu mamá. Así que, como te imaginarás, tu abuela no podía presentarse ante él luciendo su embarazo. Tampoco estaba en sus planes practicarse un aborto, ¡Gracias a Dios!, de modo que tuvo que inventarse una excusa para ir a España a visitar a unos familiares. Aurelio no le puso objeción a eso, estaba demasiado ocupado con sus negocios. Luego Antonia fue estirando la fecha de regreso, recurriendo a otras mentiras; mientras tanto tu madre quedó al cuidado de una niñera. Y cuando tu abuela me trajo al mundo me dejó a cargo de una amiga, quien más tarde se comunicó con mi padre y lo puso al tanto del evento. Transcurrido un tiempo, esa amiga fue a visitar a tu abuela y cometió la torpeza de hablar sobre mí, sin darse cuenta de que tu abuelo estaba escuchando… y así fue como se enteró de la verdad.- explicó con sorprendente parsimonia el abogado
-¿Y cómo llegó esta foto a las manos de mi madre? – preguntó Samara en tanto la señalaba.
-La envió mi padre a tu abuela por correo, para que al menos tuviera un recuerdo del hijo que apenas llegó a conocer. Ignoro si tu madre estaba al tanto de mi existencia… Y ahora estoy aquí para reclamar lo que me corresponde y que me fue arrebatado injustamente – concluyó Farfán con descaro.
-Tu padre le arruinó la vida a mi abuela, la vi llorar hasta sus últimos días. ¡¿Cómo te permites hacer reclamos?! Incluso estoy empezando a dudar que la muerte de mis padres haya sido accidental – exclamó la chica sin tapujos - es más, considero que lo mejor sería acercarme a la Estación de Policía y averiguar si tienes algún prontuario, casi seguro que allí sabrán ayudarme para lograr esclarecer mis dudas.
Se levantó ofuscada, sus facciones así lo indicaban, ya en camino a la puerta de salida agregó en voz bien alta:
-Ya nos volveremos a encontrar… no aquí, de eso estoy segura, pero te garantizo que será en circunstancias diferentes… sugiero que te vayas preparando, no soy de las que dudan en cuanto a tomar decisiones.
El golpe al cerrar la puerta hizo vibrar las paredes, fue una prueba fehaciente de que aquella reunión había finalizado.
El abogado no alcanzó a salir de su asombro, al punto tal que -en un primer momento- no entendió la impulsiva reacción de la joven. La foto de aquel niño quedó grabada en su mente. Cavilando… analizó las consecuencias posibles si la Policía accedía a la petición de Samara. Cierta preocupación comenzó a crecer en sus adentros, era necesario tomar con fuerza el timón; pese a que el mar agitado beneficia la pesca, requiere de suma atención para poder afrontar los vaivenes que se avecinan.
Samara volvió a su casa. Los nervios la mantuvieron en un estado de tensión desconocido para ella, no sabía cómo calmarse y decidió darse una ducha de agua fría, quizás ayudaría...
Después del agua, que sirvió de mucho alivio, se calentó un vaso de leche y se sentó en la cocina; tomó su celular y llamó a Josecito, su querido amigo que siempre estaba dispuesto a escucharla y asesorarla.
Josecito -así le decían para diferenciarlo de José, su padre- conoció a Samara en un centro médico especializado en nutrición, adonde ambos asistían con frecuencia, debido a sus problemas con relación a la comida.
Poseían además otras afinidades que contribuyeron a fortalecer su vínculo, y por ello Samara no dudó en llamarlo.
-Hola, amigo, necesito tu ayuda. Tengo razones para sospechar que el tutor de mis bienes tuvo algo que ver con el accidente de mis padres, y pienso que tu padre, siendo fiscal, podría darme una mano para probarlo – dijo la chica
-Es una acusación muy seria ¿Por qué sospechas de él? – preguntó Josecito
-¿Recuerdas la foto del niño que te mostré no hace mucho? ¡Se trata nada menos que de Augusto Farfán!, es el hijo no reconocido de mi abuela Antonia y también heredero de nuestra fortuna. – dijo Samara, dejando boquiabierto a su amigo
-Ah… ya voy entendiendo. Siendo así, él tendría motivos suficientes para haber provocado el accidente. ¡Y mira qué astuto fue, además, al conseguir que lo nombraras tu tutor! Hablaré con mi padre y veremos si se puede hacer algo – respondió Josecito
-Gracias, amigo, sabía que podía contar contigo. Avísame apenas haya noticias – dijo Samara y dio por concluida la comunicación
Pero Samara no sabía que el destino le tenía preparada otra jugarreta…
Resultó que José Altamira, padre de su amigo, ya conocía a Farfán por haber cursado ambos en la misma facultad y haber coincidido en algunas materias.
El hasta entonces tutor de los bienes de Samara ya había tomado sus recaudos por si le tocaba ir preso, dejando vacía la cuenta bancaria de la menor. Luego ese dinero le ayudaría a negociar su liberación.
Y no se equivocó, ya que tuvo que ceder la mitad de lo robado para silenciar al fiscal y así continuar en libertad.
La chica debió recurrir a la venta de objetos de valor, que por fortuna eran muchos, y eso le permitió llevar una vida aceptable, aunque sin lujos, hasta su mayoría de edad.
Aunque eso no fue lo peor que le sucedió… ella ya no volvió a confiar en Josecito, pese a que él le jurara que no tuvo nada que ver con el accionar de su padre.
Y la sucesión de infortunios la llevó a recaer en su antigua adicción por la comida.
Samara empezó a distanciar las visitas al Instituto Alimenticio, pues no deseaba reencontrarse con su amigo, hasta que decidió abandonarlas por completo, al igual que su relación con Josecito.
Los tejes y manejes del abogado dieron como resultado que gran parte de la herencia familiar quedara en sus manos; la mansión y unos campos adyacentes a la propiedad fueron registrados a nombre de Samara.
Los años continuaron su derrotero…
El viento sigue soplando y oliendo a recuerdos.
Samara acaba de salir de la mansión, está lista para cumplir con el ritual que lleva a cabo tres veces al año, en cada aniversario.
Revisa el enorme ramo y se acomoda la ropa, intentando disimular sus kilos de más.
Se dirige al auto donde la aguarda su chofer; ella nunca quiso aprender a manejar después de aquel accidente que costara la vida de sus progenitores.
-Buenos días, Perkins, imagino que ya sabes adónde nos dirigimos… - dice ella mientras se ubica en el asiento trasero
-Good morning, Madam. Of course I know – responde él con su seductor acento escocés
Perkins entendía a la perfección el castellano, pero le resultaba complicado armar una frase por fuera del inglés.
Durante el trayecto al cementerio Samara aspira el aire de la ventanilla, el cual favorece la propagación del aroma floral; apenas llegan a destino divide el ramo en cuatro partes iguales, como suele hacer siempre, y luego desciende del vehículo.
Perkins enciende la radio, a sabiendas de que la espera será prolongada. Lo que no imagina es que ésta no será una visita igual a las demás.
El panteón luce cuidado con esmero, merced a las abultadas propinas que recibe el responsable de su mantenimiento.
Samara coloca los ramos en los distintos floreros, luego reza… y en ese momento se siente invadida por un halo especial.
La mujer que sale minutos más tarde del panteón ya no es la misma.
Una hora después, ya de regreso en su vivienda, sorprende a su chofer con una pregunta inesperada:
-¿Sabes bailar, Perkins? Salgamos esta noche ¿Qué te parece?
-I beg your pardon, Madam… - dice él, creyendo haber entendido mal, y a la espera de que ella rectifique lo dicho.
-I mean dance. Something like that… – responde ella en tanto menea sus caderas.
Perkins la observa estupefacto, pero complacido. Por primera vez ve brillo en los ojos de Samara. Y entonces acepta la propuesta con una sonrisa.
La noche los aguarda… los malos recuerdos quedaron atrás.
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Autores
Laura Camus (Argentina)
Beto Brom (Israel)
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*Registrado/Safecreative N°1811139031785
*Imagen de la Web con texto anexado
Comentario
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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