CAPÍTULO 1
Llegó hasta la puerta de acero cerrada. Aguardó el clic viejo y conocido, era ya la segunda vez que lo escuchaba. Despacio, como si dudara de su cometido, la pesada puerta empezó a retornar sobre el riel mientras el sol de la fresca mañana decía presente ante sus ojos. Esperó hasta escuchar la voz del parlante que anunció ¡¡¡Hasta la próxima, Fierrito!!! Sonrió con un gesto de sarcasmo, muy propio en él, y traspasó la raya blanca, que señalaba el paso a la libertad.
***
Optó por caminar los tres kilómetros del camino de ripio que llegaba hasta el miserable pueblo “El viejo tuerto”, muy apropiado el nombre, sin duda; no quería llegar hasta allí en el destartalado ómnibus del presidio, que por supuesto atraería los sedientos ojos de los pobladores, ansiosos de disfrutar un poco de acción a sus desgastadas vidas.
Provisto de una simple y bastante descolorida mochila colgada de sus hombros, al llegar, decidió tomar algo caliente y dirigió sus pasos hacia el único bar existente.
Para su asombro, varios de los parroquianos ya estaban visitando el lugar, la mayoría individuos con años de vida y mucho tiempo disponible. Se acercó a la barra, donde un obeso personaje lo miró con recelo…
-¿Qué quiere que le sirva, forastero?
-Un café negro, bien fuerte, y lo agradezco.
-Puede sentarse, elija la mesa, ya le llevo su pedido.
Prefirió una mesa al lado de la ventana del fondo, le pareció lo más prudente, pues desde allí podría dominar todo el recinto.
Obviamente una decena de ojos lo acompañaron en el trayecto. Escuchó un nada disimulado cuchicheo, inclusive alguna que otra risotada. Hizo caso omiso de todo ello, se sentó, hizo un vistazo general y esperó su café.
Llamó su atención una mujer ubicada a escasos metros de su mesa. Sus pelos no estaban del todo alineados, llevaba una desarreglada camisa de cuadros grandes, vaqueros que hace tiempo vieron agua y jabón, botas de altas y un cigarrillo entre sus labios. Había una serie de mapas esparcidos sobre la mesa, estos ocupaban su tiempo junto a un vaso de cerveza a medio tomar. Todo en ella se destacaba en el ambiente de aquel austero bar pueblerino.
Quizás al sentir la mirada sobre ella, su vecina de mesa levantó la cabeza, enfocó sin escrúpulo alguno sus negros ojazos hacia el reciente cliente, y sin siquiera sacar el cigarrillo de su boca, le arrojó una arriesgada indirecta…
-¿Solo y sin apuro?
Como hombre acostumbrado a no dejar pasar por alto ninguna oportunidad, se levantó, acercó su silla a la mesa de la dueña de la pregunta, se sentó y en el mismo tono en el que fue interrogado, respondió…
-Sí, pero espero que no por mucho tiempo, me llaman Fierrito, mis amigos y conocidos, pero en verdad mi nombre es Sebastián, ¿y el tuyo?
Ella, sorprendida ante la velocidad de la reacción del interpelado, sacó el cigarrillo que ya estaba quemando sus labios, lo apagó en el cenicero, titubeó un murmullo, pero casi al instante refutó…
-¿Estás disponible para arriesgarte a una aventura?, Ahhhh… llámame Bárbara, me gusta ese nombre…
Se acercó el dependiente del bar trayendo el humeante café, -¿Quiere algo para comer?
No alcanzó a responder, pues la aventurera se interpuso en la conversación…
-Dele a probar uno de esos emparedados como me trajo a mí, están buenísimos.
-De acuerdo entonces, que así sea, acepto la sugerencia, espero no arrepentirme.
Cruzaron sus miradas, la de ella transmitía interrogación, y él levantando las cejas expresó…
-Admiro a las mujeres decididas que se hacen valer. Me gusta tu tipo, Bárbara. ¿A qué aventura te refieres?
La reacción que él vio en los ojos de ella no dejó dudas sobre su intención, y en pocas palabras Bárbara le reveló su plan.
La charla duró una larga hora, en la que se juntaron muchas botellas en un costado de la mesa, y se escucharon varias risas.
Se levantaron, cada uno se hizo cargo de sus gastos, y salieron al aire libre.
-Sígueme compinche… te mostraré mi caravana, vieja, un poco sucia, pero responde a mis necesidades, y no hace mucho le cambié el motor, o sea que nos llevará donde queramos.
A primera vista parecía un trasto viejo, quizás de colección, pero por dentro tenía una serie de detalles, que permitía, así lo pensó, adecuarse a un largo trayecto.
-Te diré que me arriesgaré a ser tu acompañante, es más, te comento que hubo un tiempo, que trabajé en un taller de reparación de coches, así que por ese lado seré de gran ayuda.
-Un momento, nada de acompañante… hemos acordado que seremos socios en esta flamante empresa, por así llamarla, o ya antes de empezar te achicas… quiero entender…
-No me gusta que me apuren, el hecho de que acepté tus condiciones no te da derecho a sobrepasarte, por lo tanto debemos aclarar ese punto de antemano, y deberás respirar hondo y acostumbrarte a que, de ahora en más, no viajas sola y somos dos los que tomamos las decisiones.
Luego de algunas palabrotas subidas de tono, incluido algún que otro grito, los viajeros partieron con rumbo norte, hacia Formasón, el pueblo distante unos cientos de kilómetros.
Durante el trayecto Sebastián puso en conocimiento de su colega algunos pormenores de su estancia en la cárcel. En un momento dado Bárbara, que era el nombre que había inventado en el bar, dudó si la elección del hombre que viajaba a su lado habría sido la ideal, no obstante, acostumbrada a las aventuras, dejó que el tiempo decidiera por ella.
CONTINUARÁ
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Autores
Laura Camus (Argentina)
Beto Brom (Israel)
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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