Dandy era una oruga chiquitina que comía golosamente, creciendo por minutos. Vivía en una ramita dependiente de otra rama mucho más grande de una gigantesca mata de morera, que como una gran ciudad albergaba a cientos de otras orugas.
Vorazmente ingería cada hoja. Únicamente se detenía cuando sentía en sus pequeñas mandíbulas un dolor de cansancio incontenible. Cierta vez que había comido demasiado, se encontraba reposando y sintió la voz conocida de Polina, su vecina y hermana.
- Hermana Dandy ¡Qué bueno fuera volar! Así iríamos hasta el racimo de flores olorosas de la palma real o subiríamos a la cúspide azulosa de aquella colina donde amarillean los romerillos y otras flores.
- ¡Vaya ocurrencia! Eso sería muy bueno, pero, es imposible, dijo la golosa oruga.
- ¿Imposible? ¿No oíste lo que dijo la paloma el otro día?
- La paloma está loca de atar. Dijo no se cuantas bobadas, sobre las escuelas y el hombre. Ay Polina, hazme el favor de no ser tan boba. Dime una cosa, si el hombre se hubiera desarrollado tanto con las escuelas y los inventos ¿Por qué se matan unos a los otros? ¿Tú has visto algo semejante en el reino de las orugas?
- Claro que no, pero las orugas no están enfermas como el pobre hombre, con esa terrible hinchazón que tienen en el cerebro y que un día se le curará. Entonces si que todo será paz y tranquilidad, sin esos ruidos infernales que producen cada día. Además nosotras hemos creados nuestras propias escuelas y tenemos por maestro al colibrí, considerado como muy sabio por todos los animales.
- No poli, a mi no me gusta otra cosa que comer y dormir. Esos libros aburridos son insoportables, luego está eso de estar ahí atendiendo casi cuatro horas al colibrí ese, que se cree el mejor. ¡Por nada del mundo iría a la escuela!
- Vamos Dandy, yo se que te pesará después, insistió Polina.
- Ya dije que no y es no. No me molestes más.
Cuando terminó de hablar se puso a comer porque se le había pasado el cansancio de las mandíbulas.
Polina y las demás se matricularon y cada día se preocupaban por llegar temprano a la escuela y realizar todas las tareas que le dejaba el maestro.
A veces sentían deseos de quedarse durmiendo un poco más, irse de paseos por las otras ramas de la morera o hacer simplemente como Dandy, comer y comer sin preocuparse para nada de la vida, entonces, no más que alguna recordara las enseñanzas del maestro: “Todo con esfuerzo puede lograrse” para que las otras comenzaran a prepararse diciendo:
- Si queremos volar sobre los mares para ir al circulo polar ártico donde el sol se ve por muchos meses sin ocultarse, o ir a Australia donde los árboles mudan la cáscara y no las hojas, o simplemente hasta aquellas flores que ahora nos parecen inalcanzables tenemos que seguir aprendiendo.
Mientras Dandy se reía sin parar de comer y hablando con la boca llena, decía:
- Se van a volver locas por gusto. Mírenme a mi cuanto he crecido. No hay nada mejor en la vida que comer y dormir.
- Pero si se puede comer, dormir e ir a la escuela. Todavía estás a tiempo.”Conocer es tener libertad”, le decían tratando de convencerla.
- Ya dije que no quiero ir a la escuela, ni aprender. Así como soy estoy bien y punto.
Pasó el tiempo montado en su carro sin marcha atrás y las orugas terminaron de estudiar.
Un día Dandy cansada de comer decidió ir de visitas por la rama de Polina y al verla gritó:
- ¡Uy que horror! Yo pensé que te volverías loca. Pero, te has quedado tiesa, como un zapato viejo. Poli, Pooliiiii…. ¿Has ensordecido?
Poli no respondía. Se había fijado a un tallo muy fino y su cuerpo se fue cubriendo de filamentos extraños.
- Eso está bien que te pase ¡Qué cojan escuela! Aprender… ¿Quién dijo que para vivir hay que estudiar tanto? ¡Meno mal que no le hice caso! Bueno… y ¿Qué será de la vida de Lucecita, Chispa, Zulfy y las demás? Quién sabe si así, se dejen de bobadas y no vuelvan a la escuela. Hoy mismo las voy a visitar para decirle en…en el caparazón en que se ha convertido nuestra Poli.
Cuando las visitó vio con horror que todas estaban encerradas en una singular cápsula.
Una mañana Dandy se despertó sin deseos de comer, se fijó que el sol teñía de rojo el horizonte detrás de las palmeras y sintió unos deseos inmenso de contemplarlo todo de cerca. Era la primera vez que despertaba sin deseos de comer, últimamente todo se le antojaba amargo ¡Qué sola se sentía ahora que no podía conversar con nadie porque sus hermanas estaban convertidas en esos extraños….!!Ay! ¿Qué estaba viendo? los rayos de luz y el viento que silbaba entre las hojas de la morera le decían que no era un sueño, pero ella no podía creerlo.
De la cápsula había salido Poli, aún la podía reconocer por las rayas amarillas de su vientre, pero, ahora llevaba las más hermosas alas que puede construir un sueño. Varias veces se pellizcó cerrando fuertemente los ojos y cuando los habría, allí seguía ella, adornada con colores mucho más lindos que los del arco iris y más brillantes que las perlas del rocío que por las mañanas colgaban de las hierbas. Era algo que jamás había imaginado, mucho más hermoso que cualquier adjetivo y sin querer comenzó a balbucir:
- Poli…Po…li…yo… ¿Puedes oírme?
- Claro que si. Estoy esperando que el sol seque mis alas para volar sobre el lago, ir de flor en flor…
- Ay Poli, me estoy muriendo de envidia yo… ¿No podré ir a la escuela ahora? Recuerda que soy muy inteligente.
- Dandy, siempre hay un tiempo para comenzar de nuevo, pero tienes que esperar hasta el próximo año.
- No, mejor no. ¡Un año es demasiado! Ya siento que el tiempo pasado es mucho. Mira mi piel cuan arrugada se ha puesto, no tengo fuerzas para comer y todo lo siento muy amargo. Dentro de poco moriré, por eso quiero que escribas esta historia para que de hoy en adelante todas las orugas vayan a la escuela y aprendan a volar. Hasta siempre Poli. Despídeme de las otras.
- Dandy… escucha… yo puedo enseñarte...o Zulfy…
Pero ya Dandy no la oía porque sus ojos se habían cerrado para siempre. El tiempo no tiene marcha atrás.
Así fue como Poli con la colaboración de las demás orugas escribieron esta historia que yo te cuento para que siempre, no importa que tengas ocho u ochenta, siempre busques la manera de aprender.
Esto ocurrió hace muchos, muchos años y desde entonces todas las orugas saben convertirse en mariposas.
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