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A la mente le ruego que te olvide, que disipe tu imagen, que sofoque el eco de tu voz, que aún persevera.
Y me responde que ella no decide, que sólo el corazón, frente a un estoque penetrando en sus músculos, pudiera.
2277 Leñador persistente, el tiempo abate la vida que dio al árbol su belleza, desangra su humedad, lo descorteza, y extingue el pulso que en su tronco late.
Yo tuve un árbol en tu fe arraigado, crecido en casi bosque su ramaje, y es hoy espacio hueco en el paisaje, tras ser astilla, hollín, fuego apagado.
2278 Nunca tu amor se me hace suficiente, pues mi capacidad de recibirlo se dilata, como hace el universo.
Amplía, intensifica, que envolvente tu espíritu me englobe, y al sentirlo conjugue lo divino y lo perverso.
2279 Cuando te amé, cuando me amaste, el mundo no era nada, un corpúsculo, una idea; y hoy que el amor es fuego moribundo, sigue siendo un erial que me rodea.
2280 No es quien se aferra al desertor más fuerte; fluyen las cosas, el amor se esfuma, somos ríos, o nubes, o sonidos.
La fortaleza está en desentenderte de quien se va ausentando, aunque consuma lo que te queda de alma y de sentidos.
- Ver el resto del primer poemario de mayo: "Pasos"
- Francisco Alvarez Hidalgo
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