Para cruzar la profunda noche,
alcé mis alas girando hacia el abismo.
Hundí mis manos en la niebla pescando los recuerdos,
los años de la enfrenta, los días tenebrosos.
Hallé mis fuerzas sobre puestas al horror de las miradas
que atónitas buscaban retazos de mi alma.
Sorteando los caminos clamé en el silencio,
llegando con el viento los días de la calma.
Atrás quedaron los latigos sangrientos
perdidos en esquinas con cruces en la espalda.
Ahora mi alma es ungída de una vida nueva.
Ahora te miro, te siento luminosa,
y llegas después de mis esperas al denuedo febril que nos conforta.
Ahora somos la rosa de los vientos,
en cada esquina hallamos un camino, un aletear de rumbos nuevos,
un mirar a los ojos sin el miedo de congelar la luz en otro espejo.
Se fue... se ha ido la tristeza y un canto nuevo renace aquí en mi alma.
Están brotando solas las notas de mi piano,
se escapan cual palomas dejando entre tus manos las ansias del ocaso.
Ahora si te llenaré de sueños, te escribiré en sonidos goteando entre tus labios.
Ahora la amalgama de mis sentimientos se aquietará en tu oído
y escucharé tus pasos viniendo con los míos... los dos al mismo sueño.
Seremos eso y no otra cosa, un aletear, un vuelo de las mariposas.
Un sentirnos los dos sin ningún miedo de perpetuar amor como las rosas.
De estar ahí sin más penumbras sin más dolores en el alma,
estremeciendo piel entre murmullos para luego quedarnos en la calma.
Descoseremos nudos,
nuestras gargantas serán libres,
gritaremos nuestro amor con labios que ya no son de sal.
Nuestras almas bailarán su danza mientras tus ojos y mis ojos
se unirán en el cristal
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