Hoy, después de mucho pensarlo y meditar en cuales palabras podrían ser las apropiadas para dirigirme a ustedes, encontré que no existen tales, dado lo poco servil de nuestro lenguaje y la diferencia crecientes entre ambos, y decidí entonces, olvidarme de todo, romper los manuscritos que minuciosamente trate de relatar en servilletas, sentado en algunos cafés o barras de bar, todos en busca de esbozar que decirles… ¡pero se acabo!, mejor me dejo llevar por el impulso de quien se obstina, y dirigirme a tan semejantes seres como ustedes, sin olvidar la diplomacia que el contenido de la presente amerita y lo cortez que pudiera resultar de nuestra relación.
Primero que nada y antes de que mi escasa elocuencia se preste a mal interpretaciones. Quiero dejar en claro que nada tengo en contra de ustedes, mas bien, me es grato saber que en la arrogancia del hombre corroído por la vanidad y el ego, que se jacta de educación y civilización, en verbigracia tal: Darwin con su evolución, de Rousseau y su contrato social de Einstein con su relatividad, de Neruda con su canción desesperada, de Hopkins con sus agujeros negros, de Gates con su procesador entre solo unos pocos; y de mi, un simple transformador de aire en dióxido de carbono, reconozco aunque sin mucha complacencia, la superioridad evolutiva de ustedes, mis amadas y a la vez odiadas amigas cucarachas,.
Pues siento que me encuentro en este apartamento un paso abajo de la cadena alimenticia, mientras ustedes se alimentan de mí por las noches literalmente.
Se que en el pasado hemos tenido roces que bien pudieron haberse arreglado con la diplomacia debida y a la que hoy me remito, pero entenderán ustedes que en principio y por razones naturales de mi instinto, al verme mas grande y fuerte que ustedes, pensé que era mi deber dominarlas y desocuparlas del territorio que seguramente por cientos o quizá miles de años han ocupado antes que yo, y admito que sin importarme esto y sin la mas mínima muestra de dar razonamiento, las he atacado una y otra vez con mis zapatos de patente, pisoteando tan fuerte la madera que una que otra vez me he quedado enganchado al piso corriendo detrás de ustedes, arrojando objetos de tal naturaleza que hasta la plancha ha quedado de adorno enterrada en el suelo de la cocina, no me jacto de haber asesinado a cientos de ustedes, lo admito, las he contaminado torturándolas con pesticidas y bombas de gas, que por una suerte de justicia poética, en dos ocasiones he debido salir de aquí en una ambulancia por envenenamiento. Y pareciera que mientras muere una, nacen otras cien, al tiempo que yo solo sigo siendo solo uno en esta guerra, aunque anteriormente éramos dos y saben bien de lo que hablo.
Pero nada las ha debilitado, algunos afirman que algún día dominaran el mundo, (pero solo sobre mi cadáver) al parecer la unidad que ustedes se profesan las hacen invencibles, incluso ya me entere que los terroristas de los ratones les han vendido de contrabando algunas pequeñas mascaras de gas con lo que neutralizan el pesticida; ¡con ellos arreglare cuentas mas tarde!, pero si pueden envíenle saludos a esa rata gorda y fea diciéndole que su madre yace muerta debajo de la nevera victima de una de mis trampas, jajajajaja, ¡solo para que sirva de ejemplo de que nadie me exige haya igualdad en la repartición de la dispensa de la cocina, y mucho menos un ser inferior a mi en la cadena evolutiva y en estatus social!, abracé visto semejante bizarreada.
Pero volviendo a ustedes mis asquerosas vecinas, es claro que sus intenciones de abandonar mi casa son nulas, y no tengo más remedio que el de capitular con ustedes en condiciones que creo son apropiadas en esta guerra a muerte.
Que quede claro que no me estoy preparando para una rendición, ¡he jurado matarlas y sacarlas por debajo de mi puerta colgando a Martínez (la cucaracha mayor) de un hilo de coser negro y ahorcarla sin justo juicio para ejemplo de todos ustedes también!.
Si bien el deseo de destrucción esta presente en nosotros los humanos, y en esto no pretendo justificar mis acciones, tengan en cuenta que también ustedes han provocado mi ira, y pagaran por joderme la vida en este pequeño apartamento.
Pido entonces en nombre de este, mí declarado territorio ratificado por la ONVU, (organización de necios vecinos unidos) les exijo:
1) La devolución de mi perro, el que fue secuestrado y llevado por ustedes quien sabe donde, el mismo día en que decidí nombrarlo ministro de defensa, ¡y eso que el pobre no sabia hacer mas que ladrar!... estamos convencidos que fueron ustedes los actores intelectuales de tan abominable hecho en complicidad con las ratas.
2) En contraprestación a lo exigido, doy mi promesa de que liberare a los prisioneros de guerra que tengo asinados en un frasco de vidrio.
3) Establecer criterios de cese al fuego al medio día a la hora del almuerzo, aunque no seria nada agradable que en vista de la misiva se sientan bienvenidas a mi mesa, como tantas veces lo han hecho causando el desagrado de mis invitados.
4) Establecer criterios de cese al fuego en fiestas conmemorativas para ambas partes. En mi caso, se acerca el día de celebración de la cena del Señor, y encontraría apropiado no verlas fornicar en mi plato principal, ni embriagarse con el vino de mi copa y mucho menos que en medio de su borrachera y lujuria, permitan que me las lleve a la boca sin advertirlo como ha sucedido en otras oportunidades.
Como ya lo dije anteriormente no tengo nada en contra de vuestra especie, es solo que me sois de mucha repugnancia y desespero, ¡si tan solo no se hicieran notar tanto!...
Aceptando esto, creo que podremos hacer un avance en las relaciones bilaterales entre ambos territorios, ustedes en la cocina y yo en mi estudio, de nos ser aceptadas mis capitulaciones dense por muertas dentro de 36 horas, todas ustedes, desde niños hasta ancianos, inocentes o no, no tendré piedad ni compasión, derribare cada uno de los muros de este apartamento en busca de la ultima de ustedes para aplastarlas con mis zapatos nuevos.
Y como muestra de mi buena fe y sinceridad en que lleguemos a un acuerdo, les envió como obsequio, una copia en miniatura que yo mismo transcribí, de el celebre libro de Kafka “la metamorfosis”, ha, y no se molesten en responder si no han de aceptar cada uno de mis términos, pues de lo contrario en vez de capitular, titulare la siguiente carta como decreto de muerte a las cucarachas de mi apartamento.
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