Un hombre se encontraba frente a la casa de su madre, era Noche Buena. De afuera se escuchaba la risa y la música que acompañaba la ocasión; las luces adornaba la humilde morada, y en la puerta, un hermoso adorno daba la bienvenida a todo ser de bien, que deseara pasar a saludar en Navidad. No obstante, el hombre lleno de tristeza, veía sus manos vacías. Ese año había sido muy duro por la recesión económica mundial, por lo tanto, no tenía ni un presente para dar.
Lleno de tristeza dio la vuelta y se perdió por las calle de la ciudad. En su camino vio a mendigos durmiendo en el frió de la noche, hombres y mujeres ebrios, perdidos en su propia soledad. Sin darse cuenta, se encontraba en los lugares más oscuros del lugar, a la orilla del malecón, confundido entre el olor nauseabundo de la miseria de muchos, y el del mar arrogante que refrescaba la noche, tratando de limpiar el alma de los que había renunciado a su propio existir. Allí miraba sus manos vacías, que sólo se llenaban de su llanto, el mismo que se confundía con el salpicar de las olas, que con furia chocaban con las rocas.
El hombre, sumergido en su tristeza, se sentó en un muro, y decidió quedarse en la miseria que sentía propia; en ese instante, sintió el frío de la muerte, con una navaja que sutilmente rozaba su cuello. Era un delincuente, un hombre que buscaba lo que ni siquiera tenía, por lo tanto, levantó sus manos mostrando que estaban vacías. Con lágrimas recorriendo su rostro, no pidió por su vida, sólo le dio gracias por lo que él pensaba, era la respuesta a su salvación. Pero no, el grito de un niño, llamó la atención de unos policías de recorrida, que persiguieron en sus bicicletas, al hombre por el malecón.
El niño solitario, casi desnudo, con sus pies descalzos; tomó la mano del hombre y lo llevó a lo que para él, era su hogar. Una pequeña casa hecha con latones y cartón, con un nacimiento de barro y una comida vieja en el fogón. La madre preocupada, abrazó a su pequeño, que en su necesidad había salido a vender flores en Noche Buena. Ellos parecían tener menos que él, pero sus manos no estaban vacías, porque estaban llenas del amor que los mantenía unidos para seguir luchando por la vida, tal vez sin sueños, pero con suficiente fuerza para seguir viviendo.
La mujer recibió al hombre, compartiendo lo poco que tenía, su cena de Navidad. Se sentaron junto al fogón tratando de engañar al frió con una pocas chispas de calor; pero ella con sus brazos cobijaba a su hijo y con sus besos cálidos lo llenaba de su amor. El hombre se impregnó de ese sentimiento; se quitó su saco y decidió regalárselo a la mujer, cubriendo con ternura su cuerpo frío pero lleno de algo que él, había perdido mucho antes de la recesión. Esa noche había dado y recibido su primer regalo de Noche Buena, ya sus manos, no estaban vacías.
El hombre regresó a la casa de su madre y al llegar a la puerta, no dudo en tocar. Ella, aún lo esperaba con sus brazos abiertos, y al verlo lo abrazó. El tiempo se detuvo llamando los recuerdos, que se acumularon como un collage en el momento mágico del regreso. Su madre tomó sus manos y las llenó de besos, un abrazo de su hijo era lo único que ella pedía a Dios para Navidad. Dentro, estaba sus hermanos con sus hijos, que con gritos de felicidad corrieron para invitar a su tío a pasar; pero no, él se resistía a entrar, no sin antes tener un regalo para dar. El hombre, soltó a su madre y se alejó de la puerta, pero no para marcharse, sino para traer a sus nuevos amigos; una mujer con su hijo. Ellos, le habían enseñado el valor de la vida y el verdadero sentido de compartir en Noche Buena.
Sus manos, ya no estaban vacías, al contrario, siempre estuvieron llenas de lo que él jamás pudo ver, porque la vida se construye del amor que das y recibes; son esos sentimientos los que te ayudan a seguir en ella.
Hace poco sentí, que sería una Navidad muy triste, al igual que el hombre del relato, pensé que mis manos estaban vacías, pero a diferencia de él, al tratar de cerrarlas, no pude. Mis manos estaban llenas de recuerdos: de los que han partido, de los que aún siguen conmigo, y de los que ahora han llegado por una ventana virtual, no menos real, para brindarme sus vivencias con la magia de sus letras, motivándome a dar lo mejor que tengo, mis pensamientos vestidos de palabra. Para ustedes y por los que aún están por venir, ¡mil gracias!, porque un voto de ustedes, es más que un corazón…
Eva Franco
Derechos Reservados
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Comentario
EXCELENTE CUENTO!
CON UN GRAN MENSAJE
SIEMPRE QUE DEMOS AMOR, NUESTRAS MANOS NO ESTARAN VACIAS
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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