Confianza

[Ricardo Arregui Gnatiuk]

 

     Yerba y azúcar. No creo que interesen para un cuento. Pero es lo que hay. Más el mate y un termo. Conversan. Tienen ya más de cincuenta. El hombre recuerda que, cuando se conocieron, tenían veinte y pico.

     Habla y su mujer escucha. Y de vez en cuando asiente con un: “Ajá. Claro que me acuerdo...” Siguen mateando. Y conversando. Es decir, él parlotea su monólogo. Y cuando recuerda el accidente que lo dejó ciego, ella responde: “Ajá...”

     De pronto, él pide que lo acompañe a la orilla del mar. Es el atardecer. La hora en que la hostia del Sol es devorada por la profunda garganta de la oscuridad.

     Al llegar, tantea la cintura de su mujer y la aprieta en un abrazo mientras busca su boca frenéticamente. Ella responde con empeño. Y luego de un largo beso que él todavía no entiende, la que fue su lazarillo durante más de veinte años, lo empuja desde el acantilado, sabiendo que morirá al chocar contra las piedras, mucho antes de haber llegado al agua.

     Y, si... Ocurre que el hecho de ser ciego no fue un impedimento para haber sido toda la vida un terrible hijo de puta.

 

 

Ricardo Arregui Gnatiuk

Poeta del Mundo

De mi “Relatos inverosímiles”

 

[Bethzaida Montilla Aparicio]

Me quede fria, de verdad que es inverosimil su relato poeta.

[Nelson Lenin Aguinaga Ortiz]

Reflexivo relato que nos lleva a laberintos de insondeables conclusiones de las cuales se pueden derivar algunas, pero el maltrato, la desidia y el desdén desembocan en finales como el expuesto, interesante y saludable leerte amigo poeta, saludos a la distancia   

[Ricardo Arregui Gnatiuk]

¡Gracias Hugo! Por leer y tomarte el trabajo de comentar con tanta generosidad. Así es amigo. Hay situaciones perversas que llevan a la gente a vivir con indignidad.

[hugo]

Acaso la decisión de la mujer, indignada y hastiada por las actitudes violentas de su ingrato compañero, resultó una salida forzosa ante la opción de ser ella misma quien se arrojara al mar. La sociedad hipócrita suele juzgar muy mal a mujeres como esta de tu relato, querido Ricardo, que no pueden abandonar a su maltratador por temor a un juicio que las enviaría a la cárcel, aún siendo propietarias de su hogar. ABRAZO Y MIS FELICITACIONES.

[Ricardo Arregui Gnatiuk]

¡Gracias amigas y amigos! Por leer mis simples letras y además, comentar con tanta generosidad.

[Trina Mercedes Lee de Hidalgo]

Impresionante relato con un final sorpresivo y sangriento Como dice el refràn DESPUÈS DE UN BUEN GUSTO, UN BUEN SUSTO, aunque èste no lo pudo apreciar.

Me ha encantado leerte.

[Elias Antonio Almada]

[Jesus Quintana Aguilarte]

Mi estimado Ricardo como le dije antes su cuento corto me encantó, la vida a veces nos muestra lecciones que no debemos juzgar desde nuestro punto de vista, nadie experimenta el dolor en carne ajena, esta mujer se cansó del maltrato y decidió liberarse solo Dios puede juzgarla. Gracias.