Cuyo nombre es olvido
“Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”
“Oh, vosotros que entrais, abandonad
toda esperanza”.
(Dante: Divina Comedia, Infierno)
Frente a la puerta del Edén persiste,
como dragón de fuego, amenazante,
y espada de oro al puño,
en su misión de centinela, el ángel.
Sin prevaricación fui desterrado
del vergel que fue mío, y hoy, errante,
llevo la marca de Caín trazada
sobre la frente, y a mi lado, nadie.
No puedo regresar, se han abolido
mis derechos de ayer, y tal dictamen
comporta extrañamiento permanente.
Edén perdido no es recuperable.
Ni la serpiente me embaucó, ni el fruto
del árbol de la ciencia, aunque a mi alcance,
entrañó tentación. Mantuve firme
mi actitud integral de fiel amante.
Mas no fue suficiente.
Y un día de esos de caricia de aire,
de transparencia azul, de golondrinas,
a la sombra serena de los sauces,
cuando nada es hostil en el ambiente,
me dijo adiós. Era su tono afable,
como si un pétalo cayera en tierra.
Eran las siete y media de la tarde,
hora en que salen los enamorados
a empedrar de propósitos las calles.
‘Vosotros que salís de este recinto,
perded toda esperanza’. Se comparte
la magia de una etapa de dos vidas,
se alumbra un fuego, se navegan mares,
se cabalga en el lomo de una nube,
el sí es global, el no inimaginable.
Y de repente somos vagabundos
sin tierra propia, y el sublime enclave
que llamáramos nuestro, defendido
por la espada fatídica de un ángel
cuyo nombre es olvido, mas no el nuestro,
pues miramos atrás a cada instante.
Los Angeles, 2 de octubre de 2010
Ver resto del primer poemario de octubre:
"Brisas"
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