DIARIO DE UNA NIÑA DULCE E INTELIGENTE
Un domingo, 6 años de edad:
Dormía la niña profundamente después de haber almorzado y en su rostro se dibujaba una sonrisa de felicidad. Tal vez soñaba que paseaba por el parque con su perrito salchicha, Goli, y que iba mirando a las mariposas cuando revoleteaban sobre las flores. El parque era su lugar favorito pues allí se sentía libre y podía correr, saltar y jugar con otros niños. O tal vez soñaba que estaba en la playa nadando con su hermano, Braulio, en ese mar azul, con el fuerte sol y la blanca arena a sus pies.
Su mamá, Lisbet, la despertó con un beso para que saludara a sus primos que habían llegado a visitarla y para que no tuviera una siesta muy larga que le impidiese ir temprano a dormir para despertarse muy tempranito y llegar puntual a la escuela donde cursaba el primer grado. La niña, Amanda, abrió sus ojos grandes y azules, abrazó a su mamá y fue después corriendo a saludar a sus primos. Ya en el jardín, se reunieron los cuatro niños, Amanda, los dos primos, Dani de primer grado también, y Carlitos, de segundo grado. El cuarto era Braulio, que al igual que Carlitos, se consideraba grande pues ya estaba en segundo grado.
- No es más inteligente un niño que otro por tener más edad o estar en un grado superior, argumentaba Amanda.
- Los que estamos en segundo grado ya sabemos leer y contar hasta el 100 por lo tanto somos más inteligentes que los que no han llegado aún a ese grado, señalaba Carlitos.
- Papá dice que para ser inteligente no basta estudiar, hay que pensar y demostrarlo, se defendía Dani.
- Bueno, vamos a hacer una competencia los de primer grado contra los de segundo para ver quiénes son los más inteligentes, propuso la niña.
- Aceptamos, repitieron a la vez los tres varones.
- Yo comenzaré a hacer preguntas y después cada uno hará otra y cuando lleguemos a 8 preguntas paramos y contamos quiénes tienen más respuestas inteligentes, propuso Amanda. Si todos aceptamos este juego, yo les preguntaré: quién es el hijo de mi padre y de mi madre que no es mi hermano?
Los dos niños de segundo grado se miraron y al final respondió Carlitos:
- No hay nadie que sea hijo de mi madre y de mi padre que no sea mi hermano.
- Te equivocas, dijo la niña. La respuesta es que soy yo. Y si tú haces la pregunta entonces eres tú.
- Vaya, más que una pregunta era una trampa, replicó Braulio. Ahora me toca a mí: Quién descubrió a Cuba?
- Muy fácil, respondió Dani, fue Colón pues la maestra nos dijo que el que no supiera eso no sabrá nunca historia. Y ahora me toca a mí:
- ¿Dónde termina un caballo?
- En la cola, señaló Braulio. Y hago la pregunta: ¿Cuántas letras tiene el abecedario?
- Tiene 28 letras, respondió Amanda, eso lo estamos estudiando primero para después aprender a leer. Yo pregunto: ¿Qué le pasaría a la Tierra si no hubiese Luna ni Sol?
- Sin Luna, podemos vivir, sin Sol, no es posible pues nos congelaríamos, respondió Carlitos. Mi pregunta: ¿Qué pesa más un kilo de plomo o un kilo de pluma?
- Un kilo de plomo, gritó Dani.
- No, los dos pesan iguales, estamos empatados. Hagan otra pregunta, solicitó Carlitos.
- La haré yo, afirmó Amanda: ¿Quién es más importante para la familia, el hombre o la mujer?
- Los dos son importantes dijo Braulio. En cada casa hace falta un papá y una mamá, de lo contrario no está completa la familia. ¿Cómo un ciego apaga una vela?
- Soplando, es ciego pero puede por el calor saber donde está la vela y después soplar hacia esa dirección, respondió Dani.
- Ya hicimos las 8 preguntas y estamos empatados así que los niños de primero y de segundo son inteligentes no por el grado sino por lo que sepan, piensen y digan.
En la escuela al otro día la maestra llevó los niños al parque y allí les habló de la naturaleza, de la necesidad de mantener limpia la ciudad para no enfermarse y para que fuera más bella, y de otros temas interesantes. Al volver al aula, les pidió a los alumnos que dibujaran sobre lo que más les había gustado y que al otro día trajeran el dibujo como tarea de clase pues conversarían sobre ellos.
Al llegar a sus casas los niños hicieron sus dibujos y cuando regresaron el martes a la escuela, fueron entregando sus trabajos y la maestra los fue revisando. Después comenzó a preguntarle a cada uno por su dibujo:
- Ernesto, tu pintaste unos niños jugando en el parque, dinos algo sobre él.
- Maestra, todos jugamos y aprendimos en la visita al parque, respondió Ernesto.
- Marta, tu dibujo muestra un sol muy brillante y un cielo azul.
- Es que el día era muy bonito y así fue el paisaje, dijo Marta.
- Amanda, tu dibujo tiene a una maestra sonriendo y a unos niños felices al lado de ella.
- Maestra es que usted en el aula nunca se ríe, siempre está sería. Pero en el parque sonreía siempre y así es como a mí me gusta pintarla pues todos somos felices cuando usted ríe.
Los niños se pusieron de pie y aplaudieron el dibujo de Amanda demostrando que estaban de acuerdo con lo que había dicho. La maestra la abrazó y les prometió a sus alumnos que cada día sonreiría para que todos fueran felices como ella lo era en ese momento pues había recibido una lección de lo importante que era sonreír en la vida.
Un jueves en la tarde, aún 7 años:
Amanda se puso a correr tras su perrito salchicha y sin querer rompió un jarrón chino que tenía su mamá desde hacía muchos años. La madre se puso muy enojada y le dijo a la niña:
- Vete para tu cuarto y hoy no verás los muñequitos en la televisión, como castigo por lo que has hecho.
La niña estuvo muy triste por el regaño y por lo que había hecho. Sentía mucho la pérdida del jarrón pero no podía hacer nada para remediar la situación. Cuando llegó la hora de los muñequitos, fue a la sala y se sentó de espaldas al televisor.
- Mamá te castigó y dijo que no podías ver los muñequitos hoy, le advirtió su hermano.
- Yo no los estoy viendo, solo los oigo. Mamá no dijo que no podía oírlos.
- Bueno, si tú lo dices.
Un viernes por la mañana:
Amanda se miraba frente al espejo y modelaba de un lugar para otro mientras cantaba una canción que había hecho en esos días:
Pienso en ti.
Después que me dejaste ir
todo en mi vida se puso gris.
Pienso en ti durante el día
y por la noche no puedo dormir.
Cuando estuve contigo
sentí lo que era el amor.
Era muy grande y hermoso
y aún lo guardo aquí en mi pecho.
La madre desesperada porque no acababa de desayunar e irse para la escuela, fue a su cuarto y cuando la vio me dijo:
- Hija, pero se te hace tarde para llegar a la escuela. Tienes que apurarte.
- Hay mami, que puedo hacer. Es un don que me dio la naturaleza. Eso de poder modelar, componer, cantar. Los otros niños son felices con ir a la escuela y jugar a las muñecas o a la pelota pero yo tengo que hacer todo porque me nace, nací para ser una estrella.
- No será mejor que uses tu inteligencia en el estudio?
- Estudiaré también, las estrellas tontas son las que se caen y no se mantienen allá en el cielo.
- Quién te enseñó esas palabras?
- Mamita, mamita, eso lo oí en una novela venezolana. Suena muy bonito. Tú te acuerdas de la adivinanza que te hizo tu amiga sobre el hijo de tu padre y de tu madre. Pues bien, me tuviste que repetir la adivinanza cinco veces y cuatro veces explicármela, pero se la hice a mi primo y se quedó con la boca abierta. Verdaderamente es para la gente adulta. Vamos a la escuela, que llegaremos tarde.
David Paulovich
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