EL BURRO DEL BUEN GASPAR...

[Francisco Molina Infante]

EL BURRO DEL BUEN GASPAR,

LLEVADO CON BUENA ESTAMPA
A LA ENTRADA DEL FERIAL

Parecerá un chiste torpe:
Muy lejos de la realidad;
pero fue cierto entonces
en mi propia localidad.
Aconteció un 13 de Agosto,
de un año tan lejano,
que ya ni se recordar.
A la entrada de la feria
del pueblo de Colmenar,
se situó un buen hombre,
por apellido Gaspar...
Era un labriego pobre,
pero con ganas de triunfar
y tuvo la ida sublime
de atar jamones con cuerdas,
no muy lejos del pajar.
En su mente calenturienta,
no dejaba de cavilar:
la forma de hacerse de cuartos,
para hacer aquellas vigas temblar...
Se armó de una idea firme,
que matizó en real,
y no fue otra,
que la de poner a su burro histórico,
al pelo de buen jumento,
como estampa del ferial.
Se armó de grande hidalguía,
llevo la silla de anea
-aquella de su olivar-
que tanto sufrido empeño,
se entretuvo en fabricar.
Estuvo temprano al sitio,
no se lo fueran a quitar
y con un ardíz de buen compadre,
pintó un letrero descomunal,
en el que decía,
sin faltas de ortografía:
cien duros apuesto al mozo,
que haga a este burro rebuznar...
A media mañana,
ya perdía un capital...,
estuvo ojeroso y triste,
hasta las once -no más-
y nuevamente, con gran valentía,
se quiso recuperar
de aquellas pérdidas imprevistas,
que nunca pudo imaginar:
Cambió el letrero entonces
y no dejó de cavilar,
ideándose otra forma,
más difícil de alcanzar.
Con un rotulador más grande,
tachó lo de rebuznar
y con más grueso fijó:
doscientos duros me apuesto
con aquél que haga reír al burro.
Llegó Frasquito Sarmientos,
con cara de desleal
y después de pocas palabras:
aceptó la apuesta tal...,
se estrecharon hasta las manos,
en prueba de conformidad,
y acercándose a la oreja del burro,
muy quedo en su platicar,
algo le dijo al oído,
que el burro rió sin más;
sorpresa se llevó el tal Gaspar,
que viendo reír al burro,
casi se echó a temblar,
y viendo su hacienda menguada,
a ese mismo Frasquito retó,
aumentando la apuesta al doble:
si hacía al burro llorar.
Nuevamente se aceptaron,
en apuesta tan cabal,
y yéndose el tal Sarmiento
a una esquina del soportal,
se llevo al burro a la mira,
para a nadie más soliviantar:
se desabrochó la bragueta,
para a ese burro admirar,
y quedó tan perplejo el pobre,
que se le puso a llorar.
¡Ay Gasparete pobre,
iluso de fáciles cuartos ganar,
que fuiste por lana al torpe
y saliste trasquilado...

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