VIII Demasiado desconocida
es para el hombre la caridad.
¿Qué Universo deleita las esperanzas
el haberlo seguido, cual viento corre
tras el amante desgraciado de pasiones?
Y tú, mujer,
que te debates entre los cielos y la tierra,
tu espíritu es como el agua,
libre, sin ataduras.
Y como ella, se arremansa,
se desliza y cuando hay pendiente corre
y siempre va perfecta.
Con feliz naturalidad
fluye por el cauce de la vida.
¿Es tu fuerza la que impele a seguir luchando
hacia delante, forjando conciencias?
Porque lo sabes, y yo lo sé:
¿Dónde está la escuela que enseña al hombre
lo que es el hombre?
¿Dónde la que enseña al niño
lo que es la vida?
Han cambiado la Fuente de Castalia
que rezumaba el agua que inspira,
y purificando la pitia,
por las aguas saladas y caóticas
del despropósito
y del dominio temporal.
¡Se mintió la historia!
¡Sicarios, hijos míos..!
¡Dejen de matarnos!
La virtud triunfa
siguiendo las aguas del saber,
Las otras,
son aguas abismales contra la corriente.
Amada mujer,
tu alma es el Océano Primordial
donde libera el agua dulce de Apsú,
y las aguas saladas de Tiamat,
que fecundas, engendrarán
la sabiduría en los recién nacidos.
Fertiliza el pensamiento
con esfuerzo en la Tierra,
las dos caras de madre son una.
Si de la calma viene la creación
y en las agitadas la destrucción,
el agua quemada por el fuego
dos reflejos tiene que suben a los cielos
y que cae presurosa
para derramar su ceremonia de bautismo
donde germinará el niño nuevo.
Que no te preocupe el mediocre;
caído en desgracia solo tiene una pasión:
¡El odio a todo lo bello!
IX No hay descanso en la miseria,
nadie se queja del temor extremo.
El hombre es la escoria de la negra justicia.
¡Sicarios!
¡Dejen de matarnos!
Niño guerrero que el temor
le hizo tomar la rama seca
y hacer un círculo de fuego.
Fuego que espanta a las bestias
y sobre el pedregal,
la tierra seca o el lodo del mundo,
milenrama en presente
a solicitud del futuro.
Guerreros, templarios,
llamados a convertirse en divinidad,
tan cotidianos, tan vívidos y satisfechos,
siguiendo al águila emblemática
de las legiones del poder,
del imperio.
Con su batir de alas al viento
es la nobleza
hereditaria de la sangre
por una guerra
de la que serán cancerberos.
¡Sueños!
¡Círculo rojo!
En la semilla de la palabra está su poder.
¡Kéter! ¡Képher!,
Hiciste rodar
la esfera donde nace la vida.
¿Ese niño, realmente eras tú o era yo?
¿Acaso éramos ambos?
Recuerda el Tratado de la Flor de Oro
con la perfección imperfecta del autodominio.
¡Kéter! ¡Képher!
Como el escarabajo;
“El discípulo; cuando abra mis alas, resucitará”.
¿Cuántos muertos hay en tus manos hoy?
¿Cuántos cadáveres inocentes hay en tus ojos?
Son los sueños confinados al Sur,
Sudamérica, la patria del oprobio
y sobre el espejo ocre, verde y amarillo,
cabalgan los cadáveres.
Debes consagrarte al nuevo día,
perpetuarte en un hijo.
irás poco a poco, como el escarabajo,
estirando sus élitros,
masa pesada con sus garras
pegadas al suelo que dejará sus marcas
y se levantará para volar
hacia el otro círculo, poderoso;
el Sol.
Tu compañera habrá de concebir.
como un símbolo de resurrección,
como ese Sol,
mutando imperfecciones,
Porque tu espíritu busca altura,
un principio seráfico
y entonces, el Caballero del Águila,
el guerrero selecto entre los selectos,
será una pequeña avecilla
iniciadora de la nueva Tierra
para volar libre,
absolviendo antiguos dolores
con el perdón de tus muertos.
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL