Se suele decir que ya se ha escrito todo sobre el genial Gabriel García Márquez porque su obra ha sido tratada desde los más diversos ángulos por los críticos literarios de distintos países. Pero siempre puede decirse algo más.
Son por demás jugosas las conversaciones que versan en torno a Gabo y su Cien años de soledad. Puede uno encontrarse con las expresiones de algunos escritores que afirman haberse sentido muy tristes cuando leían determinados párrafos del libro.
Es posible enterarse de la existencia de gentes que iniciaron un nuevo estilo en su escritura al verse “atrapadas” por el realismo mágico de Gabriel.
Definitivamente, los escritores le deben mucho a aquel colombiano nacido en Aracataca hace 85 años, pues de aquella emanación casi natural de imágenes y de magia que caracterizan su obra, habrían de nutrirse.
Es difícil, desde luego, no sentirse influenciado por un texto que ha marcado un antes y un después en la literatura de estos tiempos.
El autor de La hojarasca también sintió el peso de la influencia al descubrir las maravillas que encerraba Las mil y una noches. El mismo Gabo reconocería que aquellas historias de Scherezada lo perseguirían, influenciarían bastante en su imaginación y habrían de llevarlo a su Cien años de soledad.
Es que la literatura suele ser, tantas veces, un acto de influencia. ¿No es así? García Márquez era un asiduo e impenitente lector. Su fantasmagórica Aracataca y aquellas historias que le contaba su abuelo habrían de tener las llaves que le abrieran las puertas a un fantástico cosmos literario.
Se empieza siempre por lo primero. Y a menudo, lo primero que encuentran los escritores para dar rienda suelta a su creatividad son las revistas.
En el caso de Gabo, la revista Juventud, de diagramación e impresión aceptable, le sirvió de puente para iniciar su carrera de escritor. Como gustaba del dibujo, no solamente había sido uno de los colaboradores más importantes, sino que fue el que hizo las viñetas de los seis primeros números.
Si en Aracataca halló placentera la existencia, en Bogotá conoció el llanto.
¿Cómo no “enterarse” de que influyen el clima, el ambiente sobre el ánimo de los seres humanos, y mucho más sobre aquellas personas de sensibilidad tan acentuada? En Aracataca disfrutaba de una temperatura de treinta grados a la sombra. Y gozaba de la cordialidad de las gentes que no se veían censuradas en su modo de ser porque los prejuicios no mordían allí. Sin embargo, en Bogotá, la atmósfera se le presentaba triste. En cuanto a las mujeres de la capital de Colombia, ellas eran de guardar una compostura rígida.
Escribiría alguna vez: “Lo primero que me llamó la atención de esa capital sombría fue que había demasiados hombres de prisa en la calle, que todos estaban vestidos como yo, con trajes negros y sombreros, y que, en cambio, no se veía ninguna mujer”.
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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