EL MOZUELO...

[Francisco Molina Infante]

Cuando llegan: -cada doce de Octubre (La Pilarica)- o -cada primero de Julio (Los San Fermines) -O- las fiestas de mi pueblo: mi corazón salta, como la cría de un ñus recién nacido,  todos mis músculos se transforman y se estiran, como un resorte, queriendo reemprender una carrera inaplazable hacia tierras del buen vino; me sito mozuelo y cuando esto ocurre: no dejo pasar una visita de degustación por las bodegas riojanas o las de Montilla o a las de las tierras altas granadinas –especialmente los caldos jóvenes: Monte Aro, Banda Verde o Banda Azul; sin duda alguna, esta última, es la que habitualmente consumo con más frecuencia en mis tardes de relax frente al televisor-; pero cuando voy detrás de degustar otros caldos de mayor cuerpo por las poblaciones de la Comarca Alpujarreña o de Guadix, he de visitar las barricas y toneles -donde se encuentran los mejores vinos de la comarca -el celestial llegó-: mimado por las célebres gentes de la Comarca; que han sabido atraer y enamorar a grandes escritores, poetas y toreros.

Mi paladar  también se ejercita ante los Riberas del Duero auténticos, con denominaciones de origen y alusiones sudamericanas-chilenas, como los Marqués de Valparaíso (roble, crianza o Reserva).                                                                         Alguna vez pude agenciarme una botella de Vors amontillado, que me recordaba a los cerros de Lucena y me hacía sentir bandolero, después de la tercera copa.                                                                   El Bertola fino, acompañado de un buen plato de jamón serrano de Trevelez, cortado en tacos cuadrangulares, -que suelo prepararme en casa cuando ponen algún partido en la televisión los días festivos-, me lleva directamente al catre, donde suelo empalmar, como el príncipe Teuso, mis sueños reales con el subconsciente inducido.

El Bertola Oloroso de 12 años o el Pedro Ximenez de la misma edad, son los preferidos de mi mujer, pero el que nunca puede faltar dentro de mi bodeguita casera son los Brandy: los Conde de los Andes, especial ME 1889 y el licor brandy, para las celebraciones especiales, paladeando un buen puro.

Ni yo mismo he podido entender el significado de mis metamorfosis, o de mis anhelos y mucho menos, las andanzas que emprende mi corazón para llegar a las tierras mañas o granainas: es el día de la Hispanidad, el de la Raza o es que me sito medio moro y cristianizado; seguro que es el del Júbilo de mi corazón ermitaño o el de la amistad con el dios Baco y sus secuaces…

Sus latidos deben estar hermanados o axonados con las neuronas y, -sin poder impedir sus actos- de cuando en cuando, salen en persecución de un acercamiento a esas tierras amorosas; se arruinaran mis fondos económicos, buscando el perfil de lo imposible (la felicidad terrenal) o cuando menos el acercamiento y la estancia en esas tierras por varios días, saboreando la amistad de hombres recios, mujeres soñadas y vinos de transfusiones vitales para alcanzar la dicha y el placer terrenal, frente a una copa en diálogo abierto con muchos intelectuales, como lo fue el sabio, enérgico y mundano Ernes Hemingway en vida. 

Paso la vida ahorrando para  tales fiestas, que constituirán mis vacaciones anuales, como el estudiante que prepara su viaje de fin de estudios y, comprando recuerdos, excursiones, tratando de complacer los gustos superficiales de mi cuerpo, paso la vida: manipulado por mi espíritu para aparecer lo más cerca posible de ese pilar de jade tan atractivo, jubiloso y mariano que sobrepasando los múltiples estados de austeridad, por esas fechas se vuelve espléndido y díscolo de la alegría que trasmite le embarga a todos  los humanos de buen calibre y sentimientos.

Son tiempos del renacer espléndido, fortalecidos de nuevas sensaciones y de una preparación vital saludable, para seguir sufriendo durante todo el año.

Llegó el día de homenajear a mi Pilarica la Madre de Nuestro Redentor o llegaron los días de vibrar por las calles de Pamplona;  de, tomar una ristra de chorizos con dos botellas de Paternina de cualquier denominación -Gran Reserva; Oloroso, Amontillado, Brandy, etc.-, para compartirlas animosamente con cualquier ser humano, durante el camino entre Ollauri y Haro o quizás también lo experimente  con alguna más frecuencia, siguiendo el Camino de Santiago.

Debo estar hermanado con las neuronas del célebre norteamericano y con sus aficiones más intrínsecas, -sin poder impedir los actos de mi persona- de cuando en cuando, salen en persecución de una conquista amorosa, que nunca llega, porque mi dama lo ocupa todo.

Para nada tienen que ver las estaciones del año, tampoco el estado anímico en que me encuentre, mucho menos el físico, lo sexual o el relajamiento laboral.

Quizás sea el ímpetu egoísta o posesivo de conquistar a la hembra que -en un momento determinado hace vibrar las miofibrillas del músculo cardíaco-, tonificado previamente con el elixir de los Viñedos Riojanos o de la Ribera del Duero- , que como nadie saben destilar, criar y conservar en las mejores Bodegas de la región, donde: las energías se acumulan aceleradamente en los iones de sodio o potasio, tan sólo con el cruce de las miradas relampagueantes –cuando ocurre- entre dos seres de sexo opuesto y mucho más eficazmente si es al trasluz del Pedro Ximenez Oloroso de 12 Años.

También  puede surgir, por el desdén prematuro, como coraza que evita la atracción mutua y que casi siempre es ficticia, pero para darse una realidad auténtica, debe ir siempre acompañada de un buen testigo: un buen vino de las Bodegas Paternina, las del célebre Hidalgo -en ocasiones nombrado Hijano- o de cualquier otra, cuyos caldos han creado renombre mundial.

Seguro, que es así y posible, como empieza todo, cuando comienzan los elixires de una buena cosecha a embriagar los sentimientos más profundos y especialmente los amorosos que todos llevamos…

 

[Cástor Agustín Olivier Olivier]

HERMOSO TEXTO, SIN DUDA.

SALUDO POETA AMIGO FRANCISCO.

[mamihega]

[Jaime Ignacio Jaramillo Corrales]

[Elias Antonio Almada]

[Elias Antonio Almada]