Nunca escuché nombrar el síndrome de Tourette. ¡Nunca lo escuché!, pero lo ví, lo sentí, lo sufrí. ¿Ud. sabe qué es?
Laura y yo somos amigas. Esas que tropiezan en la niñez y se pegan. Tal vez, erramos el tiro y en vez de hermanas, encajamos en ser amigas.
Ella tiene un hijo, Juan Javier. Comenzó a hacer “cosas raras” a los seis años. ¡Muchas veces, escuché a mi amiga llorar! Nunca pude consolarla.
Un parpadeo contínuo y molesto se repetía en su carita y el esfuerzo que hacía para articular palabras, instalaba el dolor en mi garganta. Carolina, mi hija, decía, ¡No quiero hablar con Juanja, él es tartamudo!, hay que esperar dos horas para escuchar una palabra de su boca....de su boca...de su boca....de su boca.
Juanja, repetía como letanía…”No piso la línea, no debo pisar la línea” y abría la marcha, derecho por el dibujo de las baldosas. ¿Quién jugó a no pisar la línea de baldosas, alguna vez? ¿Cuántas veces la pisó y siguió adelante sin importarle?, ¡muchas, no! Cuando Juanja lo hacía, detenía su paso, la incertidumbre en su cara, dolía y miraba alrededor casi llorando. Volvía al punto de partida y perpetuaba el rito… “no piso la línea, no debo pisar la línea”… “no piso la línea, no debo pisar la línea”...“no piso la línea, no debo pisar la línea”.
Juan, dormía con la misma remera del pijama, roja con rayas verde finitas. A medida que crecía, la remera no era la misma, pero él no lo sabía, porque de lo contrario no dormía. ¡Nadie dormía en la casa!... ¡nadie dormía en la casa!... ¡nadie dormía en la casa!... ¡nadie dormía en la casa!
¡Nunca dejó de parpadear y toser! Sus pestañas parecían mariposas, dispuestas a volar hasta el infinito y sus alvéolos continuamente rimaban la cumbia de la tos...de la tos...de la tos...de la tos. Alto y delgado como su padre, la cabeza llena de rulos rubios, como los de Laura y la sonrisa, doblada por los tics que movían su cuerpo como una marioneta…como una marioneta...como una marioneta...como una marioneta.
¡Pinocho! ¡Pinocho! ¡Pinocho! ... ¡Así se exponía a las burlas! como un pinocho de madera, que de madera, no tenía nada.
¡Nunca quieto! ¡Nunca quieto! ¡Nunca quieto! ¡Atención dispersa!, dijo la maestra, mientras Juanja salía volando de la clase como un gorrión herido, hacia la libre inmensidad del cielo. Desertaba de su cuerpo de Pinocho. ¡Huía! ...¡huía!... ¡huía!... ¡huía! Lo dejaba traqueteando la silla en movimientos convulsos. Los hombros, los brazos, la cabeza.... los hombros, los brazos, la cabeza. ...los hombros, los brazos, la cabeza....los hombros, los brazos, la cabeza... Su voz, persistía en prolongarse en el sinfín de palabras groseras, impresionantes. Laura siempre tenía cita con la maestra y nunca era para felicitarla por la conducta de Juan Javier.... Juan Javier.... Juan Javier....Juan Javier...
Para entrar en cualquier casa, escupía el suelo junto a la puerta de entrada. ¿Imaginan tres escupitajos en el porche? ¡Siempre tres!... ¡siempre tres!... ¡siempre tres!... ¡siempre tres!... ¡Claro!, dejaron de llegar las invitaciones de cumpleaños. ¿Quién quiere invitar a un amiguito de su hija o hijo, que escupe el porche al entrar? al entrar... al entrar... al entrar...
Laura renunció al trabajo. ¡Imposible dejar a Juan Javier solo!... solo...solo... solo...solo...Ella demoró unos minutos en regresar del colegio y para entonces; el niño, abrió y cerró...abrió y cerró...abrió y cerró...abrió y cerró, tantas veces las llaves de la cocina, que ya no podía asegurar, cuál era la hornilla que despedía gas. Laura llegó justo para evitar una desgracia mayor...mayor... mayor....mayor.
El señor de la esquina. Un rengo afectado de poliomielitis, se molestó con ella y su marido porque Juanja, imitaba… imitaba…imitaba… sus gestos al caminar. ¿Cómo podía saber la enfermedad del niño?
¿Qué hacer?, mientras Juan estaba cerca de un adulto conocido, los problemas se comprendían... los problemas se comprendían... los problemas se comprendían...los problemas se comprendían.
Juan Javier, decía… ¡No puedo controlarme!... ¡no puedo controlarme!... ¡no puedo controlarme!... ¡Sé que está mal, tía Silvia, pero es más fuerte que yo!, la cabeza da vueltas y dice… ¡Hacé lo mismo Juan!... ¡hacé lo mismo Juan!... ¡hacé lo mismo Juan!... ¡hacé lo mismo Juan! ¡Tengo que hacerlo!... ¡tengo que hacerlo!... ¡tengo que hacerlo!... ¡tengo que hacerlo!, para calmar el fuego de mi pancita... de mi pancita... de mi pancita... de mi pancita. Juan tocaba la panza, haciendo círculos, como si un tornillo imaginario cerrara y abriera la ansiedad de la panza y así seguía... y así seguía ...y así seguía...y así seguía por horas, inmerso en el circular movimiento del tornillo...del tornillo.... del tornillo... del tornillo.
Laura, supo que Juanja padecía el mismo síndrome de su abuelo. La enfermedad es hereditaria. La negó y demoró la consulta con el médico. Cuando logró aceptarla, todo el mundo bailaba al compás de Juan, hasta yo...hasta yo... hasta yo...hasta yo.
Una psicóloga, me habló del Síndrome de Tourette. Una serie de anormalidades en ciertas regiones del cerebro y los circuitos neurotransmisores, que hacen conexión con las células nerviosas y afectan la conducta de quienes lo padecen…. de quienes lo padecen... de quienes lo padecen...de quienes lo padecen.
-Mirá, los últimos estudios al respecto, dicen que los Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC) en los niños que tiene el gen propenso a problemas mentales, se produce en el momento del nacimiento. Los médicos, por seguridad clínica, apartan al niño de la madre en el momento de nacer y éste, pierde el contacto necesario para salir del estrés que le provoca el nacimiento.... el nacimiento... el nacimiento... el nacimiento. Cuando los recién nacidos se colocan en la panza de la madre, antes de cortar el cordón y allí mismo se los prende a la teta, adquieren seguridad...seguridad...seguridad...seguridad...y se previenen fobias....fobias...fobias...fobias.
Recordé que Laura parió al niño por cesárea y estuvo en neonatología, más de 48 hs. hasta que lo devolvieron a los brazos de su madre... de su madre...de su madre... de su madre.
Recordé lo difícil que se hace, abrazar a Juan Javier, o que pare de llorar, cuando algo lo perturba... lo perturba... lo perturba... lo perturba.
-¿Qué hacer?... ¿qué debemos hacer?...hacer…hacer…hacer.
-Los médicos, pueden recetarle psicofármacos para controlar la enfermedad…pero prueben con “constelaciones familiares”, es una nueva forma de pensar la psicología. Trabaja con las energías del sistema familiar de la madre y del niño, en este caso… ¡Te daré una dirección!...dirección…dirección…dirección.
¡Fuimos!...acompañé a Laura… juntas experimentamos las constelaciones. ¡Rara manera de acomodar situaciones sistémicas! ...sistémicas...sistémicas...sistémicas. Además, el niño, hace yoga, trabaja con la respiración y el control de su mente... de su mente... de su mente…de su mente.
¡No sé si Juan Javier está sano!... ¡no sé si la condena se levantó!... Juanja ya no es Pinocho, por ahora...por ahora...por ahora...por ahora... es un niño de verdad.
MYRNA SILVIA
12-09-2013
Villa Carlos Paz
Córdoba- Argentina
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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