Capítulo I.- TENGAS PLEITOS Y LOS GANES…
En cierta ocasión –no muy lejana en el tiempo-, allá por los comienzos de la década de los años 70 y aunque la fecha exacta no la recuerdo, los acontecimientos ocurridos, sí quedaron gravados en la mente de nuestro interlocutor Frasco, como para poder recordarlo con todo lujo de detalles a lo largo de su precaria vida.
Por la costumbre adquirida o en gran medida debido a la adicción ejercida por por su apetito, a la hora del desayuno cada mañana, sentía especial predilección y preferencia pedir un chocolate con leche caliente, acompañado de cuatro tejeringos; -he de distinguir claramente entre tejeringos y churros: -aunque ambos son hechos con masa de harina de trigo, algo de levadura, sal y fritos en aceite de oliva hirviendo; se los distingue por sus formas o aspectos que adquieren al echarlos dentro de la sartén donde se fríen. Los tejeringos son más o menos circulares u ovalados en unidades independientes, mientras que los churros son cortados después de freírlos, en trozos casi rectos de unos 20 centímetros de largo, pero conservando el formato en arco -que les deja la rueda en espiral que fueron adquiriendo al echarlos a la sartén o perol.
Este tipo de desayuno se había convertido en una costumbre para Frasco cada día sobre las 10,30 de la mañana de cada jornada laboral; los sábados y domingos desayunaba con toda su familia en casa; en ocasiones cambiaba los tejeringos por rebanadas de pan frito.
Curiosamente, en esos tiempos: hasta se había hecho raro oír a algún mayor preguntar -a algún chiquillo en su niñez-: ¿y a ti que te gusta más…: el pan frito o la rebaná...?, como si se le estuviese alagando o interrogando a forma de chanza: sobre, cómo lleva sus estudios…
Aquella mañana, como tantas otras, ya estaba acabando de tomar su desayuno en el bar de las Cuatro Esquinas En esa ocasión iba acompañado de su cliente y amigo Jaime-; este individuo tenía un aspecto agitanado -de piel morena, verdosa o aceitunada-, calvo desde la frente al cogote -como una bola de billar o bombilla fundida, que no han visto el lustre desde años atrás, aunque a ambos lados sobre los parietales, aún le poblaban los cabellos recios, de un color negro intenso, que hacían contraste con el brillo vecino de su tostado cuero cabelludo y, que tanto contribuían a darle ese aspecto agitanado-; era de estatura media; de carácter vivo -bastante osado y gracioso-: cualidad que le llevaba en muchísimas ocasiones, a parecer un entrometido o aparentemente estar haciendo el ridículo ante otras personas e incluso a sufrir de sus menosprecios, desaires y desdenes; pero a él poco le importaba las sensaciones que causaba entre los demás; pues tenía por lema: pasárselo bien, en todas las ocasiones que se le presentasen y fuesen propicias para ello; -en mi opinión era un cara dura, que no dejaba pasar la ocasión de hacerse destacar ante los demás o de divertirse, por baladí que fuese el asunto e independientemente de la conversación o tema, que se estuviese tratando.
En esa época Frasco andaba enfrascado a toda marcha con sus negocios de intermediación comercial, como Agente de la Propiedad Inmobiliaria y difícilmente dejaba pasar las ocasiones en que podía relacionarse con las personas que pudieran proporcionarme algún beneficio o amistad laboral para poder contactar más fácilmente con otras personas; siempre encaminada a obtener alguna rentabilidad por su trabajo.
Jaime, era uno de ellos y con más frecuencia de lo habitual; se presentaba muchas veces –al comienzo la jornada, por las mañanas e incluso por las tardes-, para ir a desayunar o a tomar café juntos al bar de las Cuatro Esquinas. En el fondo lo que siempre pretendía, era: enterarse de todo los pasos que se daban en la oficina inmobiliaria de Frasco, con respecto a negocios de compras ventas, alquileres, etc.; pues si había salido algún negocio nuevo en dichas oficinas , él trataba de hincar el diente, o mejor dicho meterse por medio, tratando de conseguir alguna comisión final.
Hablaban siempre de todo un poco y, ambos se distraían con ello o al menos salían de la tensión continua que produce la actividad laboral; ya que Jaime también se dedicaba a los negocios del ramo de comercio textil y bisutería de cara al público; siempre se jactaba de ser un oportunista cuando la ocasión se presentaba a la hora de comprar como mayorista con pagos en metálico -contante y sonante, como él decía con cierto orgullo.
Aconteció en esos momentos, que antes de abandonar el bar: entraba por las puertas abatibles de acceso una señora gitana a la que todos conocían por el nombre de Isabelica la lotera.
Jaime, sin pensarlo: dio dos pasos hacia ella, casi cortándole el camino que pretendía llevar
-supuestamente hacia el mostrador del bar- e imperiosamente le solicitó en voz alta ¡niña!, dame dos décimos de lotería nacional de la que va a tocar este jueves que viene y, -continuó diciéndole, con menor intensidad- mira a ver, si llevas: un número que termine en 15 pues he soñado esta noche pasada en que va a tocar uno terminado en 215; ella empezó a buscar e indagar con bastante destreza –entre el paquete de billetes de lotería que llevaba en la mano izquierda para el próximo sorteo, como si se tratase de contar un fajo de billetes de dinero-; resultó: que después de repasar dos veces de arriba abajo, sacó de entre ellos y con gran dificultad -evitando que se le deshiciese el mazo que tenía bien ordenado- el 94.215, por esa coincidencia tan atractiva para él, le conminó a Frasco: ¿nos quedamos el billete entero a medias y repartimos como hermanos?; éste le asintió con la cabeza y le pagó -allí mismo- el 50% del costo del billete de 10 décimos a razón de 500 pesetas por cada uno de ellos más el 10% de comisión que le correspondía a Isabelica, es decir: 2.750 ptas.
Al terminar la compra de la lotería Jaime continuó atosigando a la Isabelica -de forma persistente, pero graciosa- para que ésta le soltase una maldición gitana, de las que ella solía echar por unas pocas de monedas; esto lo hacía casi siempre con ella y ahora insistía mucho más porque todas las personas que estaba en el bar; habían desviado su atención hacia Isabelica y estaban pendientes del tema y del diálogo que mantenía Jaime a viva voz con la gitana, procurando jactarse ante los demás asistentes y mantenerles atentos a las fanfarronadas habituales que él solía hacer cuando se sentía en su salsa, un tanto pasadas de moda y que de alguna forma le servían para mofarse de la vendedora de loterías.
No tuvo que insistir mucho Jaime para conseguir su propósito, pues la gitana le sabía llevar el hilo de sus intenciones, cada vez que se producía un encuentro con mi acompañante; seguramente ella pensaría sacar algún provecho o, al menos mantener un aspecto cordial, que siempre redundaría en su propio beneficio. Entonces fue cuando Isabelica, se pronunció –también de viva voz- de esta manera:
” Permita Dios que tengas pleitos y los ganes…”. A partir de entonces algunos soltaron una sonora carcajada y otros más tímidos tan sólo sonrieron, pero a todos nos agradó la maldición de la gitana, que encerraba una antigua y larga filosofía del pueblo llano.
A lo largo del tiempo que posteriormente vino y en los acontecimientos que vivió Frasco -paso a paso- directamente relacionado con la Justicia: sin duda alguna, llegó a comprender perfectamente el sentido que la gitana Isabelica dio a su maldición aquella mañana y dirigida a mi amigo Jaime. El significado filosófico de sus palabras y los resultados que se obtienen en la práctica de los pleitos…
Las palabras de la gitana Isabelica -que fueron durante unos momentos motivos de risotadas superfluas- encerraban los resultados de experiencias y acontecimientos vividos por otros que nos precedieron, encerrando toda la sabiduría de una gran filosofía experimental, mantenida por tradición de boca en boca por el propio pueblo y sin servirnos de nada para enderezar voluntariamente y amistosamente nuestro entuertos.
Digo todo esto porque Frasco experimentaría en sus propias carnes: todo el sentido que encerraban aquellas palabras y en varias ocasiones, sin que hubiera pasado mucho tiempo. En algunas situaciones en las que se vio demandando algunas comisiones que no le habían pagado; éstas fueron desestimadas o archivadas, por no haber establecido previamente un documento, que acreditara la percepción de dicha comisión -sus honorarios- o desestimar los testimonios de algunos testigos, que llegaron a asegurar la intermediación de Frasco, como Agente de la Propiedad Inmobiliaria Colegiado y en activo. En ocasiones, algunos allegados a Frasco, le habían comentado: que sus fracasos ante las demandas, que había reclamado judicialmente, provenían de no haber buscado un abogado competente que pelease bien las reclamaciones; aunque el seguía pensando, que la Justicia es igual para todos; independientemente de las personas que te representen antes los Magistrados y tampoco creyó oportuno recurrir a otros estamentos superiores; quizás por no poder gastar más dineros, por desgana en seguir pleitos -tan poco usuales- o por la desidia que le producían las esperas en las antesalas y despachos de los abogados, que hasta esos momentos le habían atendido. Seguro que siguió caminos equivocados por comodidad o consejos de otros más entendidos; creyendo en los planteamientos que le hacían sobre algunos abogados más interesados en cobrar suculentos honorarios anticipadamente para iniciar algún pleito y ofrecerle el amparo idealizado de la justicia, que luego no se correspondía con la realidad, por falta de atención en sus tareas o por prevalecer su afán monetario por encima de la profesionalidad; a los que llevaban por razones más lógicas. Es bien cierto lo que manifiesta el refrán, cuando dice: "Poderoso don dineros..." Su sentido común o el sentimiento claro y puro de creer en una sociedad justa, le llevó en muchas ocasiones a tratar de no pleitear con nadie, para evitar el tener que ser vapuleado y no conseguir nada positivo; aunque ya conoció poco a poco y a fuerza de los palos recibidos por diferentes relaciones humanas en la actividad de su profesión; a pesar de ello seguía creyendo firmemente en la justicia humana y sobre todo en la palabra dada entre hombres, especialmente: cuando por aquel entonces mediaban tratos de por medio. Estaba convencido de que la palabra dada por un hombre no necesitaba de papeles firmados; para él -que seguía teniendo la mentalidad pueblerina de su juventud- era de sentido común y de hombría: no retractarse de lo pactado; pero poco a poco fue cambiando de parecer, al ver con cierta frecuencia, como muchos hombres se retractaban de lo acordado formalmente en las operaciones en las que él había mediado y como consecuencia fue amparándose en documentos firmados por las partes intervinientes en cualquier tipo de operación inmobiliaria, que se llevaba a cabo hasta el final.
Para confirmar exhaustivamente estas aseveraciones, quiero relatar una de las causas que indujeron a Frasco, mayormente por sus principios: a recurrir ante la Justicia tratando de hacer valer sus derechos, que siempre había considerado firmes, razonables y justos, por ajustarme en todo momento a la verdad.
Ahora que crió a sus cinco hijos, que los agobios soportados durante su trabajo y las lecciones aprendidas durante su vida capeando los temporales: se cargaron su matrimonio; sin haber cicatrizado sus heridas y que llegó a la jubilación con bastante salud: quiso dedicarle todo el tiempo, que le fuese posible: a dar largos paseos por los campos cercanos a su domicilio, a viajar para conocer lugares añorados, leer algunas obras de su interés y escribir sobre algunos temas para llenar la torrencial vena poética -ocultada desde su juventud-, por si alguien pudiera sacar provecho de ello y quisiera o pudiera beneficiarse con algunas de sus experiencias o al menos: le pueda servir para evitar dar pasos innecesarios en similares acontecimientos.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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CUADRO DE HONOR
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