INGENUIDAD PERDIDA

[ALICE MÚNERA OSORIO]

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INGENUIDAD PERDIDA

Íbamos en el auto adormecidos por el trinar de los celulares, la tablet y el PSP, las cabezas encorvadas, el silencio gritaba un sollozo de atención, un rugido del auto lo detuvo instantáneamente, no respondía al encendido, descendimos del auto para revisar y una vereda atraía las miradas, quisimos buscar un lugar para la sombra y señal, si, señal para los celulares, no lográbamos enviar WhatsApp a nuestros amigos, el facebook no abría, ninguna red social respondía, moriríamos en la soledad y más nos adentrábamos a la senda tratando de conquistar un árbol que en su cima nos daría alguna rayita de señal,  la hierba verde tapizaba aquel lugar, era como si tuviera  piel, los colores se hacían más brillantes a mis ojos, flores engalanaban aquel  atajo, flores de olores y colores inimaginables, verdes con fucsia, flores azules con pintas amarillas, muchos colores brillaban, la fragancia danzaba con los alhelíes, mis ojos se perdían en el cielo persiguiendo los pajaritos cantando al silencio fresco del bosque, las nubes nos vestían de calma, el astro sol brillaba esplendoroso,  invité a jugar a mi madre, su voz se hacía aguda, tierna, como la voz de una niña, de pronto,  vi su rostro diferente, mis manos… Mis manos, ¿qué le pasaba a mis manos?  se habían achicado y mis pies eran como de juguete, mi cabello ensortijado jugueteaba con el viento, mis hijos eran tan chiquitos, mi esposo... cerré mis ojos para aclarar la vista, éramos todos pequeños, como niños de tres o cuatro años! ¿Qué estaba pasándome o pasándonos? ¿estaba soñando? no lograba entender nada, mi madre tenía sus cabellos negros azabaches, rebeldes y despeinados, la carita sucia, sus ojitos con su sutil mirada triste, los pies le habían encogido tanto que los zapatos le quedaban grandes, sus vestidos arrastraban por la hierba, mis hijos... Hermosos, ingenuos, felices, Juan con su mirada coqueta y sus ojos de forma almendrada dibujaban una sonrisa, en sus manitas no cabía el celular y su interés estaba en una libélula que lo perseguía, Manuela mi hija con sus cabellos dorados libres por el viento corría  con un conejo que le mostraba madrigueras con sus críos, mi esposo... Que bello! con mucho mas cabello jeje si, mas cabello, su acostumbrada mirada poética, perseguía en silencio la fila de hormigas que trabajaban ordenadas, ninguno parecía saber lo que pasaba, pero yo sí, yo si veía el cambio sin poder decir nada porque mi comportamiento era también pueril.

La alfombra verde que tapizaba aquel  paisaje nos llevó a una casa que hablaba con su hermosura,  en la puerta un gran árbol navideño  decorado con pequeños duendes de varios colores que cobraron vida, al vernos aplaudían y se bajaban del árbol, cintillas de colores como el arcoíris eran el medio de transporte, una encantadora   mujer vino a nuestro encuentro, protegiéndonos del clima, cambió nuestros vestidos que arrastraban. Tras ella salieron otras mujeres que decían ser nuestras madres, cada uno tenía la suya, nos tomaron en los brazos y todos pertenecíamos a una misma familia. Los corredores de aquella casa brillaban como diamantes, se entonaban canticos alegres infantiles, las libélulas dejaban caer un polvillo encantado al alzar el vuelo, habían abuelos, si, abuelos para cada uno, ellos nos tomaban en las piernas, entonaban canciones que rimaban tiernamente: “Un caballito de dos en dos, alza la pata y dice adiós”, “Arepitas de maíz tostado para el abuelito que está acostado, Arepitas de maíz y arroz para el abuelito que tiene toz, arepita para papá que mañana se va para Bogotá”; una y otra vez repetían los cantos.

Una hormiga subió por mi vestido, tímidamente jaló  mi oreja, me pidió caminar hacia el lago, allí las dos solas habló en voz alta explicándome que la experiencia que estábamos viviendo nos invitaba a la reflexión, dibujando un recuadro en el agua, vi los momentos en navidad cuando absorta por mi trabajo no soltaba el celular o el computador, en la enfermedad de mi padre jamás lo miré a los ojos, solo enviaba mensajes a mis clientes o veía las noticias por el internet,  se había despedido de este mundo y no recuerdo haber mirado sus ojos por última vez; me vi en una imagen cuando recorríamos trayectos largos con mis hijos , mi esposo en el auto y no nos comunicábamos, solo eran nuestros dispositivos móviles; mi vida fue proyectada en aquel estanque de agua, vi a mi madre elevando oraciones al cielo por la unión de la familia, por una navidad diferente, por menos celulares y más palabras, mas caricias, mas miradas, mas poesía… fui absorta por aquel estanque y llevada a un momento de mi vida, olfatee el momento en que mi padre lloró por mi forma despectiva cuando lo visitaba, grité en ese momento pidiéndole perdón, no pudo escucharme; fui al momento cuando mi hijo adolescente anhelaba hablarme, yo, siempre ocupada con el trabajo de la  oficina, en muchos momentos él quiso que yo aprobara o desaprobara  alguno  de sus actos, nunca lo escuché, siempre interrumpía el WhatsApp, Line, Facebook y mi escusa… Tengo mucho trabajo hijo, luego hablamos; fui al momento cuando mi hija con su primer novio quiso experimentar la euforia de las drogas, nunca estuve en casa, mi prioridad, los cocteles de trabajo, las horas extras en la empresa, mi hija esa tarde me esperó para contarme la locura que deseaba cometer, me llamó al celular y yo cortante le dije: “Ahora no puedo ir a casa, sino trabajo quien va a comprarte el ultimo iPhone que salió?”, llego como a las nueve  de la noche, le dije. Cuando llegué ella no estaba,  había salido con su novio, no vi su hora de llegada porque yo adelantaba trabajo en mi habitación, pude verla drogada, parada en la puerta, quise abrazarla, pedirle perdón, luego fue a su morada y tras la cerrojo cortaba su piel con una hojilla, no me veía, no me percibía, era solo mi visión.

La hormiga sacándome del estanque, hizo que viera mi reflejo en el agua,  vi una niña, le pregunté el motivo de aquel viaje, el cambio de edad y el cambio de lugar, silenciosa mostró una vez más, imágenes que aclaraban dudas, vi la ingenuidad perdida.

 

ALICE MUNERA

CARTAGO, DICIEMBRE 2 DE 2014

 

 

[ALICE MÚNERA OSORIO]

 Elias Antonio Almada  muchas gracias por tu visita

[ALICE MÚNERA OSORIO]

 Alicia Mantaras querida amiga cuanto hace que no nos vemos, un abrazo fuerte y gracias por tu visita.

[Elias Antonio Almada]

Excelente , lleno de ternura,, feliictaciones

[Alicia Mantaras]

Alice, 

sinceramente tu relato me dejo sin palabras, 

es terrible los estragos que hace el no mirar con amor el paso por esta vida y poner la mirada en lo que en verdad nos conduce a la perdida de los valores mas nobles. 

Gracias por mostrar tan crudamente esa terrible realidad que nos muestra como la sociedad pone la vista solo en el aparentar. 

Besos Alicia.

[ALICE MÚNERA OSORIO]

 Ricardo Arregui Gnatiuk  muy bien lo has dicho, Marcuse dice que todos nos identificamos con nuestras posesiones, es lo que nos ha hecho vacíos y mediocres. Gracias por tu visita querido, Abrazos

[ALICE MÚNERA OSORIO]

 ROSEMARIE PARRA agradezco tu Destacado amiga, fuerte abrazo

[ALICE MÚNERA OSORIO]

Vilma Lilia Osella que honor para mi tu visita, fuerte abrazo

[ALICE MÚNERA OSORIO]

 SENDA cuanto agradezco tu Destacado, fuerte abrazo

[Ricardo Arregui Gnatiuk]

   Dura y triste realidad. Cada vez más la sociedad va sintiendo y experimentando, a veces inconscientemente, el sentido de pertenencia, de común unidad, Y todo empieza y termina en la familia o con la familia. Muy buena tu fábula que es en verdad, un reflejo de lo que a diario ocurre. Ojalá tu mensaje llegue a mucha gente que está en zona de altísimo riesgo y sirva como advertencia.

   ¡Gracias por compartir! Y que tengas feliz Navidad junto a tus seres queridos. Dios Niño te bendiga y te proteja.

"De corazón a corazón".                                 Ricardo.

[Vilma Lilia Osella]

Alice, las nuevas formas de comunicación pueden usarse a favor o en contra. Este relato escatológico nos hace pensar en las adicciones, porque en este caso, la madre es tan adicta como la hija, sólo que utilizan diferentes drogas. Entonces, como corolario digamos: todos los excesos son malos. Tratemos de bucar el justo medio para estar en eje.

Gracias por alertarnos.

Vilma Lilia