‘Irredento mal de amor’
Se le había muerto un amor y le dolían fuerte las tripas, como si en la barriga se caldearan las últimas chispas de ese amor infectado. Se fue al servicio y tiró la cadena luego de pronunciar su nombre como un viejo mantra con los ojos cerrados, siete veces y sin mirar la taza vacía.
Se le habían ido por completo el apetito voraz y el sueño descarado que le caracterizaban.
No quería que se le quedara atragantado en la epiglotis y menos en el canal laríngeo cual bolo alimenticio , le producirían hemorroides al alma e insomnio en el sueño nocturno. Pero el amor no se le iba, es más, estaba adherido como el tatuaje que se hiciera por él en forma de corazón en la espalda baja justo donde comienza la raya de la justicia divina.
Sabida es la incidencia afrodisíaca que ejerce la comida en la pareja, en especial en el hombre, abuelas de todas las épocas han incitado la retención del ser amado por estos sabios placeres: el del alimento y la libídine. Promover el instinto en el macho de la especie humana es un don que sólo lo dan las putonas en la cama y la esposa en la cocina. Pero ella no era de hecho ni lo uno ni lo otro. Entonces el viejo refrán que todos los hombres pronuncian como una liturgia no le referenciaba directamente.
Cuando disfrutaba de la relación que iba viento en popa, ella estaba rellenita y dormía como un lirón, ahora se hallaba anoréxica y el insomnio venía silencioso como un fantasma y se metía en su lecho como un amante nocturno.
Luego de un mes sin comer de forma habitual y de quedar con los ojos abiertos por las noches llevando y trayendo velas blancas por el salón como lo hacen los fantasmas, alguien decidió consultar con el terapeuta. Así vinieron la seguidilla de análisis y citas médicas: ¿Y Doctor, qué le pasa a mi hija? A lo que el terapeuta contestó: Su hija padece de algo muy viejo e incurable ‘ El terrible mal de amores’.
Pero ante tanta precaución el insomnio llegó igual y se apoderó de su cuerpo y alma. Al final la ruptura
de ese amor contraindicado le produjo dolor de estómago y aridez. Así que luego del servicio y de haber dado rienda suelta a los esfínteres, no había nada. Ella seguía en la necedad de pronunciar el nombre del amado con los ojos cerrados y los puños envueltos en el mismo ímpetu de cuando se llama a la paz estando en guerra.
Y de modo contrario a lo pensado, se decidió operarla no del vientre sino del corazón para quitarle la espina en forma de estaca que le oprimía el órgano encargado de almacenar y distribuir la materia amorosa.
Le cerraron el orificio por donde entran los sentimientos. La madre le sugirió al clínico que le dejara apenas una minúscula abertura por donde pasara el aire necesario para insuflar vida al nervio, puesto que de lo contrario, al no tener un antídoto, el corazón sería expuesto de tanto en tanto a ese virus inescrupuloso y atroz llamado enamoramiento. El amor cuando pica una vez se vuelve irredento.
Antes de comer, del estudio o de una actividad física, lo primero que hacia era escribirle a su amado una carta de amor o una poesía:
‘A ti, quien me llena todos los agujeritos’…
¿Sabes amor?
Por si alguna vez en la lejanía,
tu pensamiento se posó en mi nombre
y mi poesía te salvó de la tristeza
por si aquella vez cuando me amaste
me entregabas un trocito de tu verdad
y tu amor era una gran verdad…
A fuerza de ser reiterativo, era verdad, él le llenaba todos lo agujeritos. No hablo de forma literal sino también metafórica. Le daba alimento a su espíritu y temática a su pluma. La poesía ejercía sobre ella el don mágico de una piadosa terapia. Pero esta vez no hubo poesía ni pócima amorosa que calmara su febril ardor. Tenía incontinencia amorosa pero sólo por su objeto amado.
Esa cosita que tienen todas las mujeres se le inflamaba por las noches tomando un color fluorescente y al estar la luz apagada era una candela en la habitación. Llegó a flotársela con una península de goma que compró en un sex shop que abrieron en frente de su casa. Este negocio le vino como anillo al dedo y con el tiempo el ardor iba tomando velocidad, hasta convertirse en un fuego. Una manita de fósforos encendidos se le prendía en cuanto menos lo esperaba y luego se le apagaba en un manantial de lluvia femenina de lo más llamativa. Así seguía sus jornadas incendiarias, pero sola. Y no hay nada peor para una mujer que el estar sola y despechada.
Debía cambiar por las noches todas las sábanas, puesto que las góndolas imaginarias mojaban con efluvio íntimo el lugar donde antes dormía con él. Cómo no iba a padecer de insomnio en esos transes de desasosiego amoroso.
Entonces, como la perinola alargada de goma no le daba los resultados óptimos, porque no le hablaba al oído ni resoplaba frases sin pudor la dejó abandonada y en un ímpetu de mártir se zambulló en la reconquista de su ser amado por todos los medios, entiéndase místicos y de los otros.
Entre los místicos estaba el rezo diario frente a la imagen de su amado con un velón blanco, repitiendo siempre en forma de salmo su nombre de adelante para atrás y atrás para adelante y el nombre de la presunta víctima llamada Jessica, por el gusto de su madre de la actriz Jessica Lange. Hablo de la madre de su rival, lolita, sólo que el de ella lo pronunciaba con voz de trueno y escupiendo cada vez que el vocablo se le atragantaba en la boca. La foto de ambos la había puesto dándose la espalda y en el medio una cadena de ajos en vinagre.
Esto lo hizo repetidamente durante una semana, como no le dio resultado se dedicó a buscar otros medios más contundentes. Fue a una librería antigua y se puso a buscar pócimas de amor. Entre ellas encontró una muy interesante, la leyó una docena de veces hasta que se la aprendió de memoria... La receta decía así:
Toma una toronja y pártela a la mitad, toma un trozo de pergamino y escribe todos tus deseos hacia la persona amada. Ej.: ‘Yo....deseo que...me busque, me desee, se enamore perdidamente de mí’, etc. Esta parte representa a la parte femenina.
Ahora vamos a la masculina. Toma una banana, despelléjala y muérdele la punta, después con el labial dibuja tu cosita. No importa si no eres buena dibujante, lo correcto es que se note que es tuya. Cuando hayas terminado, toma miel, y pimienta en polvo y rocíalo en los trozos de banana que acabas de recortar, dóblalo y mételo dentro la toronja, envuelve la toronja en papel de metal y ponla en un plato blanco. Enciéndele una vela por siete días, llamando a su espíritu vivo. Luego entierra la toronja. Verás que al cabo de tres días a lo mucho llega.
Una y otra vez repitió el conjuro mágico, pero él no solo no llegó, sino que anunció su casamiento con la intrusa…, pero ese será episodio para otro relato...A lo sumo lo metió en un picor tan grande que pensó cortarse el aludido y de correr la fecha de la boda.
A la protagonista le llegaron noticias de esta buena nueva y esa noche durmió menos apesadumbrada, total pensaba en ponerle al próximo conjuro más miel y mucha más pimienta.
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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