Jacinto
(Mi buen amigo de infancia)
Jacinto era un chico inusual, lleno de alborozo y dondequiera que iba llenaba el ambiente de alegría y algarabía. Era un poco picarón, especialmente cuando miraba de reojo. Había que entenderlo pues le gustaban las bromas y no a todo el mundo éso le caía bien. Le gustaba contar cuentos de fantasmas, cuentos raros y a mí me encantaban los cuentos.
Nosotros vivíamos en la ciudad y cuando yo llegaba del colegio veía a Jacinto sentado en la acera del frente de mi casa, al pie de un gran árbol que alguien sembró muchos años antes de que Jacinto o yo naciéramos. En ese árbol había muchos pájaros, los que iban y venían a su antojo. A los chicos del vecindario nos gustaba darle de comer para que nunca se fueran. De otra forma, la calle hubiera quedado huérfana de sus trinos.
En las tardes, nos reuníamos bajo ese inmenso árbol para escuchar las historias o los cuentos que Jacinto había confeccionado para nosotros. A él le llamaba la atención y le agradaba que todos lo buscáramos. A él le gustaba la idea de tener muchos amigos. Jacinto no iba a la escuela, pues era muy pobre y sus padres no tenían ni para comprarle un par de zapatos nuevos en época de Navidad. De vez en cuando alguno que otro chico le regalaba un par de zapatos que ya no le quedaban y para el buen Jacinto, éso era su Navidad! Algunas familias del vecindario también lo ayudaban como mejor podían. El era amigo de todos, pero se sentía muy solo durante el día ya que los demás niños íbamos a la escuela y él no tenía con quién platicar ni con quién jugar. Yo pienso que él veía la vida de una manera totalmente diferente a la nuestra, pues a veces se quedaba lelo, como pensando en musarañas, pero para serles sincera, yo creo que él estaba meditando sobre la vida, quizá tratando de entenderla. Jacinto era muy observador. Sabía a qué hora exacta salía el sol y a qué hora exacta se ponía, cosa que a nosotros no nos importaba mucho en aquellos años.
Aunque nunca lo hice, siempre quise adentrarme en el mundo de Jacinto, preguntarle cosas acerca de ese mundo suyo que lo hacía tan feliz. Siempre pensé que Jacinto era más feliz que nosotros porque no tenía que ir a la escuela ni tenía que preparar la tarea para el próximo día. En mi interior presentía que Jacinto era un chico bueno, con nobles sentimientos y como dije antes, siempre pensé que era feliz a su modo, quizá porque se sentía libre. Su propio mundo lo hacía sonreir todo el tiempo y sus ojitos parecían dos estrellitas rutilantes cuando veía que nos acercábamos al viejo árbol.
Todos le tomamos cariño. Un día notamos que Jacinto no nos esperaba. Estuvimos tristes, pues no teníamos forma de entretenernos sin su compañía. Tampoco sabíamos dónde vivía. El viejo árbol parecía llorar, pues de vez en cuando sentíamos que sus hojas nos caían solemnemente sobre las espaldas. Nadie se sentó en el lugar donde Jacinto solía sentarse... ese lugar era sagrado para nosotros. Nadie podía tomar su lugar en caso que él regresara. Pero Jacinto ya no volvió...
Recuerdo las veces que Jacinto me regaló alguna florecita silvestre para que adornara mi cabello mientras nos hacía reir con sus cuentos locos. Esas florecitas y sus cuentos locos no fueron los únicos recuerdos que dejó Jacinto en nuestros corazones. El nos legó el verdadero significado de una amistad desinteresada, brindando compañía sin esperar nada a cambio. Esas florecitas silvestres representaban todo el tesoro conque sus manitas contaban. Yo recibía aquellas florecitas con mucho cariño, pues sentía que él era un gran amigo en quién se podía confiar.
Pienso que Jacinto, en sus sueños locos, había inventado que podía volar y un día levantó vuelo y desapareció, así... según se había presentado ante nosotros un buen día. Nunca más supimos de él. El viejo árbol sigue en pie, pero ya no es el mismo... le faltan las risas y las miradas pícaras, de soslayo de mi amigo Jacinto. Era un niñito pobre de la vecindad, pero su riqueza era otra. Lo único que sé es que Jacinto fue una parte muy importante de mi vida de niña. En el ví claramente reflejado el verdadero significado de la nobleza. Su alegría innata me enseñó a sonreirle a la vida. Su sonrisa desapareció para siempre, pero todavía la siento como si estuviera cerca de mí. Jacinto era mi amigo y yo sabía que podía confiar en él.
Todavía, mirando al cielo, me pregunto qué sería de él...
© Tere Matthews
Comentario
Sabes Iris... el mirar la imagen que me dejaste me produjo tristeza! Es muy hermosa y me recordó, en cierta forma, al bueno de Jacinto. Gracias infinitas por tu grato paso por mis letras y por dejar una huella tan hermosa.
Cariños,
Tere
Muy bonita historia nos regalas Tere, los primeros amigos, amigos de la infancia nunca se olvidan, más si dejan esos recuerdos tan vividos.
Es una pena que haya desaparecido de sus vidas.
Abrazos.
Querido amigo Marco... gracias por visitar mis letras dejando tan hermoso comentario. Hay seres que son capaces de tocar el alma de los demás...
Mis cariños,
Tere
Eso me sigo preguntando, Ma. Alejandra! Muchas gracias por leer mi semblanza y por dejar tu huella en este hermoso espacio, que es de todos...
Recibe mis cariños y buenas noches... ya prontito me voy a dormir!
Tere
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
########
© 2024 Creada por MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL