Esperaba verte o que llamaras, no pasó nada, seguí esperando me estaba maltratando la soledad, conjeturas no faltaban, no lograba conciliar un sendero límpido y que me haga tumbarme de esta opresión noctámbula.
Por desgracia había salido una luna avisada, me gloriaba con su albor como si fuese que me estaba haciendo una broma, cuando más la veía, más carcajeaba. No quería verla, me daba vergüenza de este traspaso majadero y seguí flotando por esa noche; tupiendo todas las ventanas y puertas no quería que me reluciera, preferí permanecer en la cerrazón, y en el silencio penetrante.
Y para rematar, en el trasfondo había canto de cigarras, grillos, brillos de cocuyos y de otros. Rompí las aberturas cerradas. ¡Quise enojarme con esos cantores y también con la luna avisada! Esa emisión lunática y las concordancias animalescas me avivaron e hicieron caer mi desazón. Allí comprendí que no estaba solo, me di cuenta que no es posible, porque ellos son los ortodoxos rodrigones. –
Julio Alberto Albarracin
Juletica
Comentario
Recibe mi abrazo,
Tere
La luna y algunos habitantes naturales de la noche son los que acompañan la soledad.
Muy bueno tu relato. Felicitaciones y saludos.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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